El Lago de Valencia que venía secándose por la pérdida de caudal de los ríos que lo alimentaban, desde 1978 comenzó a incrementar su nivel y a ocupar espacios que había perdido y venían siendo utilizados para la producción agrícola y la expansión urbana. Por ser éste un lago endorreico, no evacúa cantidades significativas de agua ni por desagüe superficial ni por infiltración. Esto fue desestimado por quienes proyectaron el Acueducto Regional del Centro, destinado a suministrarle agua a las áreas metropolitanas de Valencia y Maracay, a partir del trasvase del río Pao de la cuenca del Orinoco a la del Lago, ocasionando un desequilibrio hidrológico por el ingreso a éste último de las descargas de aguas residuales, provenientes de las industrias y poblaciones establecidas en su entorno.
Esta grave falla de diseño, derivada de un enfoque desarrollista depredador, sin visión sistémica y de largo plazo, se combinó con la urbanización de los márgenes del Lago y la deforestación de su cuenca, motorizada por la terrofagia mercantil inmobiliaria voraz y la industria del rancho promovida por el clientelismo político, para producir uno de los mayores cangrejos que en 1998 heredó de la IV República la revolución bolivariana, con un saldo de miles de familias desplazadas, grandes extensiones de áreas cultivables bajo las aguas y grandes pérdidas económicas.
Después de casi 14 años de gobierno bolivariano, el “Cangrejo del Lago” sigue vivito y coleando. Aún cuando se han asignado cientos de millones de dólares a paliativos como el muro de contención, el trasvase de las aguas contaminadas del río Cabriales y las del propio Lago sin el tratamiento adecuado al embalse Pao-Cachinche y, a los trasvases hacia los ríos Guárico y Tucutunemo, aún no se vislumbra luz al final del túnel.
Algunos expertos y ecologistas insisten en que las soluciones que se están implementando estarían provocando un impacto ambiental y sanitario mayor y en lugar de mejorar el enfermo lo estarían poniendo peor. Al llamado del Presidente Chávez a la eficiencia y eficacia revolucionaria, se suma el clamor popular exigiendo una solución estructural e integral al problema. Basta de correr la arruga.
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