Nací frente a una Plaza, que para la fecha era ícono de una ciudad pueblerino, donde el compadre de mi abuelo el General Antonio Daza L. construía todos los años el coso de madera para celebrar las corridas de toros, hablo de la plaza 19 hoy Plaza Urdaneta.
Felices recuerdos de una época llena de sencillez y de trapío aún cuando el ganado traído desde la sabana de la Concordia a pie, alegraba las tardes de una ciudad bulliciosa y tranquila.
Hoy da tristeza visitar la monumental plazo
El mundo del toro, que tuvo su auge en años pasados hoy solo es un recuerdo de los pocos que asisten religiosamente a ver la fiesta brava herencia de aquellos que nos conquistaron hace siglos.
Hay otras plazas que han sido tomadas para el disfrute del pueblo, da pena ajena llamar plazas de ferri a la plaza de la Concordia y a la plaza de la ermita, la suciedad y la presencia de toda clase de personajes desde beodos hasta menesterosos tal vez traídos desde la frontera hacen gala en medio del olor a orines, suciedad y abandono. La feria se acaba, porque el pueblo convirtió con la anuencia de sus autoridades en un gigante botiquín donde solo el beber es la atracción ferial.
Las demás plazas de la ciudad están abandonadas por una dependencia que otrora se llamaba “parques y jardines del Consejo Municipal, da miedo transitar después de una cierta hora por esos lugares tomados por los viciosos, ladrones, raponeros ante la mirada indiferente de quienes son responsables de embellecer la ciudad. Plazas a obscuras antros de perdición, y lugares destinados a todo lo malo que se pueda imaginar la mente.
Antes de ahora nuestra ciudad era un parque alumbrado y atendido en sus jardines, que invitaba a caminar y a escuchar la retreta que por arte de magia desapareció como desaparecerá la feria ante la mirada indiferente de sus gentes.
NO SE DEBE SER DÉBIL, SI SE QUIERE SER LIBRE