El cronista de todos los tiempos de Carlos Arvelo don Ramón Mejías escribió en sus croniquerías: "Cuando en nuestro pueblo, muere un viejo vecino, es como si se perdiera un pedazo de su identidad cotidiana y domestica y es porque en el lapso de esa existencia fue un representativo símbolo viviente de nuestro gentilicio"
Así como la muerte de un viejo vecino nos arranca un pedazo de identidad, la desaparición o la deformación de un símbolo nos arranca un pedazo de historia.
Algo de ello está sucediendo en Güigüe con el reemplazo inconsulto de uno de los logos más emblemáticos "el puente rojo," tanto es así, que hasta las paradas de buses fueron diseñadas a su imagen y semejanza.
Demás está decir lo que implica un cambio de logo: nueva papelería, nuevo membrete, nuevo diseño, nuevas vallas, nuevos avisos Amén (así sea), como nuevos contratos para "nuevos" contratistas en publicidad y lo más importante dijera don Ramón Mejías "la pérdida de un pedazo de identidad".
Al indagar sobre las razones para el cambio de logo, nos encontramos con la absurda justificación de que el puente rojo trae recuerdos de la imagen de Marisol. Algo así como la vieja política adeco copeyana que se destruían las mejores obras disque para borrar el recuerdo del alcalde adeco o copeyano que la construyo.
Lo tragicómico del caso, es que la imagen de Bracamontes no tiene nada que envidiar a la imagen de Marisol o viceversa, porque son la misma miasma (por no decir la misma cosa ),la misma vaina de los huecos, la inseguridad más agresiva, el caos del transporte, la corrupción y hasta los MISMISIMOS miembros del tren ejecutivo y sus empleados son los mismo(as),que "trabajaron" para la tristemente célebre alcaldesa. O sea, que para borrar la imagen de la susodicha no hace falta cambiar el logo del puente rojo, sino curarse del síndrome de Marisol.
