No es cosa de hacer leña del árbol caído, pues cada quien que tiene por costumbre escupir para arriba termina siempre como nuestra invitada, es decir ridículamente húmeda, para no decir lo correspondiente. Hablamos de lo no muy gratamente recordada presidenta del Colegio de Médicos del Estado Zulia, Marisela Reverol. Oportunamente en el programa televisivo A Punto, conducido por el Sr. Fernández, del 18 del corriente mes y año, logramos ser partícipes de primera fila de lo que resultó ser un valiosísimo y franco debate sobre la verdadera realidad, e implicaciones, de la salud privada (comercializadora y enajenadora a ultranza del más elemental derecho a la vida) y la salud pública gratuita, con todo y sus sabidos contratiempos. Este debate que, por lo demás, se está dando insistentemente en el mundo entero, determina el verdadero atractivo del por qué la revolución venezolana hoy en día esté siendo seguida con especial y, por qué no, académico, interés.
El mismo, crudamente ha sido de vital importancia para el venezolano común -mucho más crítico de lo que muchos suponen-, tome consciencia de lo que realmente está en juego, ya que expone, en lo más posible de cualquier cotidianidad, sobre las peligrosas implicaciones de privatizar la salud del porvenir de todo un pueblo. ¡Aclaro!, no es que el programa en cuestión haya sido descomunalmente contestatario, equilibrado o crítico; la presencia tanto del Sr. Fernández como de la Sra. Reverol confirmó el respectivo lugar donde se encuentran ambos a la hora de sopesar entre el compromiso social de su profesión y las ventajas económicas de la misma. Indiscutiblemente el programa se les fue de las manos, como en más de una ocasión se les ha ido a unos cuantos personajes de nuestra historia cercana. Más allá de las previamente acordadas pretensiones de estos señores, el programa pudo desentenderse de la intención originaria, no otra que la de enderezar, bajo un benévolo manto de supuesta imparcialidad, el entuerto que precisamente la contrastante y pública realidad de los hospitales bajo la responsabilidad de la Gobernación del Estado Zulia, dejo cómicamente en ridículo el idílico y rimbombante diagnóstico dado por el Sr. Gobernador Manuel Rosales, escasos días antes, sobre el mismo Hospital General del Sur (pomposamente llamado Pedro Iturbe), en su fastidioso, tartamúdico (valga el término) y regionalmente encadenado programa de los días martes.
Pues sí, ahí vimos y estuvieron los tres, tal cual lo habían previamente acordado. La Sra. Reverol pretendiendo dar muestras de seguridad al tiempo que infructuosamente intentaba conciliar la mirada de quien asume de manera implacable la responsabilidad de velar, ante la comunidad, por la ética y la legalidad de los galenos en su práctica profesional. Lo intranquilo de su actuar daba señales irrefutables de lo realmente grave de la situación, ella sabía bien cual era el verdadero papel que le habían escogido para esta historia, y por tal motivo, simulando ser solidariamente simpática, obedecía disciplinadamente a los imperativos políticos de la organización Un Nuevo Tiempo, comportándose como una nueva instancia institucional para que el viejo adagio remediara lo irremediable, “entre bomberos no se pisan la manguera” y mucho menos cuando es la del propio Gobernador Manuel Rosales la que está pisoteadamente en peligro. El mal ya estaba hecho, el escándalo del Hospital General del Sur “Pedro Iturbe” había tomado las propias y debidas connotaciones. Un ciudadano común, el cual desgraciadamente había sido arroyado y llevado a este Hospital por el mismo quien lo había atropellado, había muerto. Este fatal y lamentable acontecimiento no menos que ha servido para que la opinión pública tome sus propias conclusiones en lo que respecta a cómo los medios de comunicación social asumen precisamente el compromiso con lo social. Nos llena de vergüenza ajena cómo el triste y sincero relato de la nieta del hoy occiso, describía el modo aberrante e inhumano como un galeno, debidamente colegiado, especuló (cual esencia y trascendencia del capitalismo) con la vida de un ser humano. Nosotros desde aquí, responsables con el dolor ajeno, no hemos querido traficar los sentimientos de esta familia manipulando políticamente lo sucedido, pero nos alarma el hecho de cómo han logrado silenciar los medios de comunicación social lo sucedido, los cuales, de manera cómplice, han evitado dar cobertura al comprensible y legal reclamo de justicia hecha por esta venezolana.
Esta valiente y decidida compatriota, mordiendo quizás la rabia, no lograba atinar el comportamiento de estos dos señores (el Sr. Fernández y la Sr. Reverol) que, sin saber que hacer, pretendían y ofrecían que su dolor no quedaría impune. Los teléfonos con el repudio generalizado no se hizo esperar, pienso que ese sencillo cubano que está todos los días a la vuelta de la esquina, con una bata sencilla y quizás algo sudada, nunca fue tan reivindicado por todos los que llamaron. Cuán grande se torno nuestra revolución en ese momento, y cuán fracasados fueron los argumentos de estos dos señores tratando de apaciguar la verdadera realidad de los que trafican inmesiricordemente con la salud de los seres humanos. Con qué tristeza la vi en ese momento, como podía pensar que era la misma que con tanta fuerza despotricaba a quienes, temporalmente, abandonando su familia duermen, comen, y viven dando salud a quienes sólo recién conocen. A los familiares del señor lamentablemente muerto, nuestras más sentidas condolencias. A la Sra. Reverol la seguridad que seguiremos pendientes con lo qué se decidirá con el infame y colegiado galeno asesino.
waldo.munizaga@corpomaracaibo.net