Dado las condiciones de mis coyunturas y mis huesos que están muy escoñetaditos, no frecuento mucho los actos públicos del PSUV. Supongo que en esos actos; el común de los militantes tiene la oportunidad de ver parte del equipo político del PSUV en el estado Anzoátegui. Me dicen, que siempre están en primera fila o encaramados en las tarimas con los “pescuezos” alzados para salir en las fotos. Los “pescuezos” alzados como jirafas, es una de las pocas cosas inteligentes que hacen estos camaradas. Saben que hay cámaras y desde eso aparaticos se toman.
No es un tema sencillo este de los equipos políticos del PSUV. En la mayoría de las veces, uno tiene que preguntarse: ¿Quiénes son los miembros de esos equipos? En el caso específico de Anzoátegui, por más que uno piense, los nombres no llegan, menos, nos llega una idea que estos hombres hayan dicho y menos probable, la posibilidad de un proyecto. Sus únicas “ideas”, es repetir ese ritornelo: “Chávez vive”.
Si uno toma en serio, la posibilidad de ubicarlo en figura y en ideas, tiene necesariamente que imaginarse un acto del PSUV. En esa imaginación, ver la primera filas de sillas y ahí veras con toda seguridad unas sombras. Ahí están. Ellos son esas sombras La otra forma de saber de ellos, es ver los pescuezos de las jirafas en un evento de masas donde no haya sillas o primeras filas. Ahí notarán también, ese montón de sombras con pescuezos alzados.
No me es grato hablar de esto, pero hay la necesidad y la obligación de hablarlo y debatirlo porque pagamos y a un gran costo, esta crisis de hombres, de consciencia y de voluntad. En resumen, es una crisis de consciencia en donde las jirafas sombras son menos responsables que otros.
¿Cómo es posible observar desde otro ángulo más dramático esta crisis de hombres de ideas y de voluntad en las entidades federales y concretamente en el estado Anzoátegui?
La crisis de los cuadros políticos en los estados y particularmente en Anzoátegui, es posible verla a través de las sombras, pero hay otra manera de observarla y esta otra manera, es mucho más dramática.
Esas sombras existen y ocupan espacios políticos, porque está la otra gran crisis de hombres en el PSUV: Crisis de cabezas agachadas y resignadas. Esta es la peor crisis. Puedes verla, en el montón de personas que trabajan activamente, con la cabeza baja o sin poder darte una explicación. Esta crisis de hombres, de ideas y de voluntad puede apreciarse en ese conformismo que ya está instalado. Si estas crisis de cabezas gachas no logran superarla, la otra, que es menos grave, persistirá y arrastra todo.
¿Necesitan un hecho empírico y evidente en Anzoátegui de esta crisis de hombres, de consciencia y de voluntad?
Un patético ejemplo de esta crisis de liderazgo y de ideas, que ahoga la dirigencia del PSUV, está el caso de Juan Rodríguez. Nadie sabe de él, ni a nadie le hace falta porque fue un tipo colocado en la coordinación de un equipo que no tenía conexión con la sociedad. Un auténtico desclasado.
No emergió de una lucha social en la cual se curtió como persona. No vino de una comuna luchadora No representaba a nadie, era una ficha de alguien que luego podía desecharse y eso fue lo que se hizo. Llegado el momento, el dedo que lo puso en un sitio lo apartó a un rincón y hoy debe andar por ahí como abandonado porque socialmente carecía de conexión y de tradición de lucha. Sin cargo político burocrático -esa es la amarga historia- un “líder” estadal del PSUV deja de serlo, porque el cargo es la condición que le da esa chapa.
Es distinto el caso de Edgar Guararima, quien lamentablemente no está físicamente entre nosotros. Edgar fue otra situación muy atípica en el PSUV. Había transpirado socialmente. Tenía historia y además, estaba conectado socialmente hasta donde vivía. No renegó esa condición. Nunca necesito verse como una sombra. Edgar Guararima es nuestro caso es la excepción de la regla. Si cuentan, si tratan de recordar a los miembros de los equipos estadales, verán sobras y seguros no serán las sombras de las que disertaba Platón en lo que conocemos como el mito de las cavernas. Edgar Guararima fue la excepción de esta regla de las sombras.