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En el segmento de "ciudad" la ocupación formal y planificada del espacio urbano se acerca al 30%. En la "no ciudad", la ocupación informal y anarquizada del espacio urbano se acerca al 70%, porque en los ranchos o subhabitaciones sería otro el problema que deberíamos percibir. Es esta última, la que constituye el gran problema de Cumaná, en nada diferente del que crea la actual fase del capitalismo, en las demás ciudades subdesarrolladas de Venezuela.
LA VIEJA FORMALIZACIÓN
Las construcciones respondían más al valor de uso que al valor de cambio; sin que esta afirmación trate de negar la existencia del negocio inmobiliario, que tiene antecedentes muy lejanos y del que se dice que ya Cicerón en sus tiempos explotaba con éxito. Afirmamos simplemente que "la burguesía de la época" antes del capitalismo inmobiliario fue mucho menos exigente y científico que el actual advenedizo boliburgues y ello redundó en menores distorsiones formales.
Otra ventaja fue que no era obra de arquitectos que trataban de exaltar su ego creador, y entonces la producción artesanal resultaba casi estandarizada en sus unidades y elementos, imponiendo además el parcelamiento estrecho, una contigüidad generadora de un continuum espacial de horizontalidades, donde se inscribía la verticalidad de los ritmos de vanos y pilastras. Como contraposición, la formalización actual hace que el papel del diseñador desaparezca y, mucho más grave, el profesional de la arquitectura pierde preeminencia y jerarquía. Y, con ello, los elementos estructurales ambientales, culturales, históricos y patrimoniales no juegan papel relevantes.
Toda arquitectura popular dio siempre resultados de armonía parecida, como lo comprobamos en cualquier pueblo andino o en cualquier aldea europea, como consecuencia de una mayor homogeneidad social correspondiente a menor división en el número de clases o fracciones de clases. Y en nuestro caso, ya desde los comienzos de la homogeneidad social de los cascos urbanos de los colonizadores blancos, fue defendida por la segregación del indio a poblaciones colaterales, como se hipotetiza en mi trabajo de investigación histórico-urbana sobre el antiguo caserío Altagracia de Cumaná.
Sobre esto, afirmamos, que la estructura espacial no es independiente de los niveles económicos, políticos, ideológicos y técnicos de las sociedades que la ejecutan. Y si bien podemos admitir en el nivel formal autonomía, no es posible prescindir de la articulación de la forma con los otros niveles y mucho menos con el económico como determinante. Y, al mismo tiempo, aseveramos que la nueva forma urbana del Palacio del Márquez de Cajigal de Cumaná, será avalada y confirmada por el poder político, que modificará a través de sus organismos de planificación, reglamentos, decretos, normas y disposiciones para legitimar y sancionar la nueva práctica de apropiación y modelaje del espacio urbano-arquitectónico.
Un análisis más imparcial sobre lo viejo diría que lo propio no es tan propio; que el plano arquitectónico de patio nace en el Mediterráneo hace milenios; que el adobe como material constructivo es aún más viejo; que los techos de caña, barro y tejas se multiplican en los Andes y sin tejas holandesas; que la celosía y las persianas son de origen árabe; la pavimentación de ladrillos hidráulicos es de origen italiano; los plafones en latón martillado y repujado traídos de Paris; las grandes alfombras persas; los candelabros araña de cristal; los muebles Luis XV; el comedor con sillas para 22 comensales de estilo victoriano-inglés; los paneles de madera acristalados; las vitrinas con la platería de servicio y la vajilla de porcelana blanca mandados a hacer en Inglaterra y, por si fuera poco, las obras de arte del siglo XVIII.
LA NUEVA FORMALIZACIÓN
Esa nueva formalización entorpeció la presencia de la escala humana de la fachada-calle y la vida comunitaria que creaba aquella forma urbana. Asimismo, obstaculizó la relación de la tapia perimetral del jardín nobiliario con su arco triunfal trilobulado y los lugares de reunión social: la biblioteca, el salón de fiestas, la terraza, el patio central, el jardín y la capilla palatina. Como contraposición, la vieja formalización del Palacio del Márquez de Cajigal, ya no tiene escala humana, no tiene calles, ni fachadas, no existen lugares de reunión que fomenten la comunicación, convirtiéndose en la causa de la pérdida de la vida comunitaria y de todos aquellos valores pretéritos. Por lo que preguntamos, ¿Cómo se manifiesta la nueva formalización urbana en un centro secundario de provincia como Cumaná?
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En primer lugar, en centros de esta naturaleza, se verificará cuando el nivel político cumple su papel jurídico de apoyo a las clases dominantes mediante planes regionales que se ajustan a las tendencias de transformación urbana que impone el nuevo imaginario boliburgues, a través de la prioridad a las grandes obras propagandísticas gubernamentales, bien visibles: "Yo (un corazón rojo rojito) Sucre Potencia".
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Y, en segundo lugar, en la ejecución de obras no prioritarias para las necesidades sociales reales y verdaderas, como la vulgar "intervención" del Palacio del Márquez de Cajigal, anticientífico por ideológico, mientras abundan ranchos y faltan los servicios urbanos elementales, como por ejemplo, el sistema el servicio de cloacas de Cumaná, el cual vierte sus descargas directas al golfo de Cariaco. La ciudad de Cumaná tiene un área desarrollada de 3.346 hectáreas aproximadamente, albergando una población de 383.536 habitantes para el 2015. El sistema de cloacas está conformado por una red de tuberías que cubre un área de 2.650 hectáreas, sirve a una población 295.323 personas, prestando un servicio al 77% de la población, al cubrir el 79% del área donde residen o trabajan. Es decir, existen 696 hectáreas y una población de 88.213 habitantes sin servicios de cloacas en la ciudad de Cumaná.
La vieja formalización urbana de Cumaná sufre, a partir de mediados de los años 70, con la implementación de dos instrumentos de ordenanzas de zonificación, (el Plan de Desarrollo Urbano de Cumaná y la Reglamentación Especial en el Casco Histórico Turístico de la Ciudad de Cumaná), a través de los cambios contra los que se pronuncian los mismos técnicos que los produjeron, (vaya paradoja ¡), lo cual confirma la postración de la técnica ante el poder económico-político. Se podrían resumir esos cambios, entre otros, como el aniquilamiento del área de interés histórico realizado en aras del servicio automotor para el desarrollo de nuevas actividades y revitalización de las viejas estancadas.
Resulta, que después de más de cuarenta años, Cumaná se transforma con la acentuación de la segmentación urbana, con la intensificación de la diferenciación producto de una cada vez más señalada segregación de clases y fracciones de clases, con la diferenciación funcional por la presencia o ausencia de servicios infraestructurales y equipos de consumo colectivo (educación, salud, vivienda, industria, etc.), que nos lleva a diferenciar a Cumaná en dos grandes áreas a las que podríamos llamar la "ciudad" y la "no ciudad" (aquí la ocupación informal y anarquizada del espacio urbano se acerca al 70%). Es esta última, la que constituye el gran problema de Cumaná, en nada diferente del que crea la actual fase del capitalismo, en las demás ciudades subdesarrolladas de Venezuela.
No obstante, no es a esta escala que surgen las críticas a la vieja forma urbana. Si asi fuera, si los críticos formales se hicieran con una percepción de las grandes formas modeladas por los niveles no formales, se estaría en el camino de una crítica correcta, que apuntaría a una teoría. No, ella se efectúa sobre la escala de los espacios pequeños y más aún sobre la ausencia de espacios con algún sentido estético que la nueva formalización no logra, naturalmente en el segmento de "ciudad" (aquí la ocupación formal y planificada del espacio urbano se acerca al 30%), porque en la otra, en los ranchos o subhabitaciones, sería otro el problema que deberíamos percibir.
Entonces, aparece como añoranza de calles y plazas, que en la nueva ciudad han perdido su función, de camino y exhibición la primera, por las razones explicadas de comunicación, y reunión la segunda, porque la comunicación se obtiene por los equipos divisibles y las reuniones cívicas subsisten manipuladas por las burocracias políticas que prefieren los espacios con asientos de los gimnasios cubiertos o polideportivos. Pero, quizás la crítica responda más a la añoranza del sentido de cerramiento, de la diferenciación entre el "afuera" y el "adentro", que según Norberg-Schulz, es una de las características determinantes del espacio urbano.
Así mismo, nos encontramos con la obsesión de los años 30, por los valores físicos-espaciales como base de la cultura arquitectónica de la época, cuando se construye el Palacio Federal de Gobierno del Estado Sucre y se adquiere el Palacio del Márquez de Cajigal para ser utilizada como la Residencia Federal de Gobierno. El primero, hoy monumento a la desidia, rompe las paredes de la antigua concepción formal, para que el espacio vacío llegara lateralmente a las construcciones y el automóvil careciera de obstáculos para moverse y estacionarse. Pues, la nueva ocupación del suelo de la entonces Plaza Bolívar libera espacio porque, frente a las superficies cuadradas de antes, ahora aparecen sólo líneas o puntos correspondientes a las trazas de los volúmenes de láminas o torres: entre otros, el edificio del Palacio Episcopal y el Colegio de las Carmelitas.
En efecto, la forma actual de Cumaná es, en la ciudad de clases que, a diversas escalas, disponen del excedente productivo, una ciudad de torres, que acentuó el tratamiento de superficies verticales; y la ciudad de láminas o de horizontalidad es imposible porque pide la unión con algo lateral que no existía. El cerramiento que, como característica del espacio urbano, dice Norberg-Schulz, desapareció en la nueva ciudad.
Con lo expuesto pretendemos que la discusión sobre las formas urbanas, dentro de lo que se incluye lo viejo y lo nuevo de ellas, tome para el análisis de las estructuras espaciales, no sólo los elementos y relación de las estructuras mismas, sino lo que "desde fuera" las modela. Que no se ignoren los niveles económicos, políticos, ideológicos y técnicos que las determinan. Que se tenga en consideración la variación que esos niveles tienen desde la "burguesía de la época" a la actual y que se perciba la articulación de esas variaciones con la forma urbana.
Una vez conquistado ese nivel de análisis se puede llegar al puramente formal. Pero se llegará con la consciencia clara de lo secundario, de lo estético frente a lo ético, el derecho a la ciudad y la clara explicación de los porqués de la actual formalización del advenedizo boliburgues; habiendo aprehendido, que aún dentro de la diferencia de calidad estética que pueden llegar a tener los nuevos proyectadores de espacio, éstos inscribirán la "intervención" del Palacio del Márquez de Cajigal, en algo que no proyectan y que se hace a espaldas de principios biológicos, éticos y estéticos, que sólo obedece a los intereses de lucro del capital y con apoyo casi incondicional del poder político. Y todavía, incluso, ese pequeño espacio que proyectan, se inscribirá dentro de esos intereses y que cuando se pretenden valores estéticos, éstos serán buscados por los promotores de la obra, para constituirlos en trampa ideológica manipuladora que permita incrementar el poder económico-político.
El avance y desarrollo del capitalismo, nunca ha sido cuidadoso de la conservación, del registro de esa historia. Toda actividad conservacionista de ese registro luchara contra los intereses propios del capital. El Estado sólo accederá a destinar el excedente de producción a la conservación del espacio del pasado, cuando no enfrente los intereses que, sobre el espacio o su excedente, tenga el capital dominante. Esto se comprueba en esa "intervención" del Palacio del Márquez de Cajigal de Cumaná.
ALGUNAS REFLEXIONES
Luego de la denuncia reiterada, donde se buscaba dar vialidad al proyecto de "intervención" del Palacio del Márquez de Cajigal, ahora consideramos conveniente transmitir algunas de las reflexiones que este esfuerzo observado aun laceran, y me quejo pues la lesión la seguimos considerando injusta. Pretendíamos co-laborar, de la mejor manera posible, con éste último intento, sin duda alguna, de gran valor profesional y humano, para dar una serie de recomendaciones, sobre lo que se observaba en los trabajos realizados en la vieja formalización:
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No se estructuró un equipo técnico de alta calificación en torno al esfuerzo de convertirla en el despacho del gobernador.
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No se revisó y chequeó los aspectos más importantes de toda propuesta de "intervención" de una escala histórica, más allá de los criterios fundamentales de la protección del patrimonio cultural, el programa integral de variadas escalas, las apreciaciones cualitativas y la responsabilidad técnica.
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No se prestó atención a la manera de atender a la poblacion que allí vive, inclusive nunca se ha intentado darle viabilidad a las soluciones culturales intentando dotarlos de símbolos.
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No se hizo un diagnóstico, ni propuestas, menos han pretendido siquiera nutrirse de los lineamientos para los Planes Especiales que existen hace años. Inclusive, metodológicamente hablando, han dejado de lado los instrumentos de análisis propios de los arquitectos que hubiesen contribuido a una mejor y completa apreciación y evaluación.
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No se planteó una consulta necesaria, cuando debió existir un mayor desplegué de información y participación de la comunidad y de los profesionales interesados, en la demolición de obras originales, donde se palpa la incertidumbre y el desagrado de quienes sin previo aviso tenemos que asimilar las nuevas reglas del juego que se impone.
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No se tuvo consciencia, a través de una simple constatación técnica, como consecuencia de las restricciones ambientales, naturales, históricas, patrimoniales, y que permitió la aniquilación de los espacios vitales de la vieja formalización e ineluctablemente, al despilfarro, en todas sus posibilidades, fue enorme. Desapareció como referencia irreemplazable. Un verdadero monumento destrozado por una tecnocracia insensible y demagógica. Y, con ello, una referencia que abrirían claros y definidos caminos propios al desarrollo coherente de la ciudad de Cumaná.
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No existió una imagen formal del Palacio del Márquez de Cajigal. No estuvo presente lo espacial, porque los planos no existen y no permitieron su representación. Ellos ni siquiera han transmitido signos y grafismos, menos señales de humo que tengan significado técnico. Es decir, no se ha hecho hincapié en cada uno de los aspectos funcionales, formales y espaciales. De hecho, la intervención no la antecedió una estructura conceptual de organización del área de interés histórico de Cumaná. Este error, pareciera, el irrespeto al futuro de la ciudad desconociendo su propia historia y sus intransferibles referencias.
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No fue casual, que la única imagen espacial que observamos en la ejecución de los trabajos, era una cortina negra y unos policías, ingenuamente utilizados en el entendido de que esa es una hacienda y los gobernantes sus propietarios. La razón de esta ausencia de imágenes espaciales y, por lo tanto, la ausencia de caracterización formal, que no es otra cosa que ausencia de respuestas volumétricas, la vamos a encontrar en la presencia de la arquitectura. Porque los espacios, sean públicos o privados, son arquitectura.
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La arquitectura se asumió como contenida solamente en ese elemento de la planificación que se llama genéricamente "demolición" para justificar la potencial inversión en la ejecución de obras no prioritarias para las necesidades sociales reales y verdaderas, mientras abundan ranchos y faltan los servicios urbanos elementales a la ciudad.
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La necesidad en el gobierno de un equipo con un pensamiento, un conjunto de reflexiones que permitan ensamblar todo los demás aspectos del diseño urbano, si es que se quiere con ellos hacer ciudad. La experiencia negativa con el "arquitecto" que no pudo resolver adecuadamente la jardinera frente a la Iglesia Catedral, ni la proverbial animadversión que tiene hacia estos profesionales el gobernador, no debe pesar de tal modo como para que queden fuera de un equipo de gobierno que tiene como tarea hacer este pais mas vivible.
LA INCOHERENCIA DEL IPC
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El IPC fue insensible, a todas aquellas puntos de apoyo y continuidad de la estructura, no solo histórica, sino también ambiental, cultural y patrimonial de la de la Casa de Gobierno de la ciudad de Cumaná. Calificó ligeramente nuestra posición y truncó la estructura de un pensamiento que intenta identificar los valores permanentes de la cultura: avaló el despilfarro en todas sus posibilidades y permitió que se continuara con los destrozos por parte de la tecnocracia insensible y demagógica.
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La actitud del IPC forma parte del fariseísmo desarrollista que hoy pondera lo autóctono para explotar y manipular, donde los afectados no cuenta en absoluto. Porque el ciudadano no tiene ni voz ni voto en la construcción o destrucción de la ciudad. Todo se hace en el entendido de que ésta es una hacienda y los gobernantes sus propietarios, sin que exista cosa ni que se parezca a una consulta a la opinión pública. Al parecer, en Cumaná se puede echar abajo la Casa de Gobierno al capricho del jefe…y punto ¡
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Para nosotros los cumaneses es claro que una acción en defensa del Palacio del Márquez de Cajigal no estuvo garantizada por una actitud bien intencionada, respetuosa y seria del IPC, pues estamos conscientes que ese institución estará siempre condicionada por una inflexible estructura política que la absorbe y modifica a su antojo en el momento que lo crea conveniente.
NOS PREGUNTAMOS
¿Qué ha ocurrido con nuestra ciudad?, ¿Qué ha ocurrido con todas aquellas casonas de la arquitectura del trópico caribeño que conforman nuestro barrio más antiguo y más tradicional?, ¿Sabía el pueblo de Cumaná lo que pierde con la vulgar intervención de Palacio del Márquez de Cajigal?, ¿Sabían las autoridades que al violar a la ciudad y la poligonal de la zona histórica transgredían la historia y la cultura de un pueblo?... Además, ¿Habrá nacido esa arquitectura como respuesta funcional al mercado de artes?, ¿Era el material recuperado producto de las demoliciones apropiado para la venta o la reutilización?, ¿No era el mercado inmobiliario impuesto por la ausencia de reglas de contratación claras?
Sin duda, siempre tales interrogantes quedarían sujetas a respuestas inevitables. Porque, en definitiva, esas preguntas totalizadoras se han demostrado sustentadas, más que en criterios técnicos o científicos inobjetables, en el conjunto de valores, creencias e imágenes que hemos conformado como representativas del mundo que observamos: IDEOLOGÍA LA LLAMAN.
¡Que se abran cien flores y florezcan cien escuelas de pensamiento… ¡