Aquellas oscuras trombas, hincaron sus garras en la montaña y se llevaron la casa de Neptalí...

20-8-21: persisten las lluvias: desde anoche, oscuras constelaciones con su oleaje misterioso, anuncian agonía y muerte. Nubes cual planchas de plomo sobre las cumbres y los caminos, en sucesiones de brillos fugaces, estallan como espumas sobre un nimbo azulado.

Nos colocamos los impermeables, vamos a visitar al señor Antonio Rojas que está enfermo. Nos llevamos a la perra que de inmediato coge la delantera. En el camino nos encontramos con Neptalí y su hijo Toñito que se unen al convite para arreglar el camino de acceso a un altar donde reposa la imagen de la virgen de Coromoto. Más adelante, vimos a Leticia y a su hija que suben en busca de maporas. Los campos y sus laderas envueltos en catedrales de neblina, los caminos encharcados con ristras de hormigas yendo como locas de un lado a otro.

Encontramos al señor Antonio Rojas bastante desmejorado, pálido y llevando en su cuello una toalla roja. Pasamos al corredor de su casita, a la vera del camino. Hay en el fogón, varias mujeres preparando un gran sancocho para atender el convite. Puede decirse que toda la familia de los Mora está hoy trabajando en la conocida Gruta de la Virgen, resanándola, acarreando enormes piedras para hacerle un mejor nicho. Luego pasamos a casa de Alesio que está a unos treinta metros de la de don Antonio en una inclinada y resbaladiza pendiente. Llegamos a un patiecito en el que está un trapiche de palo con dos rolas que se hacen girar con una palanca, y al lado un tanque para la fermentación del café. Ahí nos encontramos a la esposa de Alesio con su última nieta en los brazos y al hijo de don Antonio, el señor Antolin. Luego fuimos a visitar a Abraham pero nadie había en su casa. Emprendemos el regreso pausadamente y bajo la lluvia. En plena cuesta, comienzo a sudar a raudales, me quito el suéter y me envuelve o abraza una brisa helada.

Me he sentido un poco resfriado.

Hemos estado cuatro horas sin electricidad.

A las 2:30 nos visita la señora Consuelo, quien trae un tarro de miel para cambiárnosla por panela.

Me pongo a llevar este diario… la perra se echa a mi lado y duerme profundamente, al rato comienza a tener unos sueños que deben ser feos, es decir pesadillas porque se queja, sacude el hocico, suspira y tiembla, para después seguir apacible y como muerta. Los sueños de los perros no deben diferenciarse mucho de los de nosotros, y tendrán que ver con temores, deseos y remordimientos. Porque también deben tener remordimientos, digo. Ahora cuando hemos limpiado la grama que da al frente de la casa, y la perra ve que su dueña pone empeño en cuidar con profundo afecto la jardinera, entonces Solita decide cambiar su retrete y hacer sus necesidades al fondo de la casa, por allá lejos, por los lados de la troja.

Nosotros sí es verdad que vamos dejando de comer carne de res. Desde hace tiempo que no la comemos, si pretendemos dárnoslas de abominar la carne humana como alimento, ¿por qué no hacerlo con la de vaca o de toro, con la de las propias aves, seres tan dulces y sublimes? Al lado de nosotros matan dos o tres reses por semana, y la niña Lucía Valentina ya acostumbrada a este espectáculo me cuenta cómo es el proceso: al animal lo cabrestean hasta el patio inocente totalmente de lo que se avecina, acomodan el espacio para la caída y lo sujetan con unas cuerdas para evitar cualquier inesperada sacudida, pero de pronto en un santiamén van y lo acuchillean, esto lo llaman descabelle, y después viene el desangre, borbotones de sangre. Luego se procede al atasajamiento, a mondar los huesos y a los cortes, que con pericia se hace en pocas horas. Los perros se alborotan y se ponen ansiosos en medio del vapor de la sangre.

21-8-21: Ya comienzan nuestros preparativos para la partida. Ana y su hija Mariángel se quedarán con el señor Corsino una semana más. Se irá con nosotros José Gregorio, un joven soldado de la Guardia Nacional que está casado con Verónica, una nieta del señor Corsino, hija de Eligia.

Desde temprano, ha aparecido una saludable novilla blanca moteada de amarillo que ha andado dando tumbos desde ayer por la aldea; a decir de Avenildo anda en celo, buscando locamente un toro. Viene de muy lejos y los lugareños junto con los perros han salido a espantarla, porque anduvo metiéndose en los camburales y huertos haciendo destrozos.

Han venido a despedirse Consuelo, Avenildo, Marcolina-Neptalí e hijos; el señor Corsino, Ana y su hija Mariángel, Alesio y su hija Daniela; Ángel, Engracia y su hija Lucía Valentina; doña Rosa y sus tres nietos, Roberto y María…

¡SÚPER LUNA!

ÚLTIMAS MALAS NOTICIAS: A los dos días de encontrarnos en Mérida, recibimos la fatal noticia de que producto de las incesantes lluvias, la casa de Neptalí quedó sepultada bajo un mar de grava. Le hemos mandado mensaje a Neptalí para que con su familia se aloje en nuestra casita, mientras pasa el chaparrón.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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