14-4-22: Hemos emprendido viaje a La Coromoto, esta vez, con una misión especial: atender la situación de la perrita Nucita, de mi cuñada Alba. Desde que Alba despidiese de este mundo a su última mascota, estuvo rumiando la idea de hacerse con otra noble, leal, callada y peluda compañera. Un día creyó haberla encontrado, en lo que acabaría por llamarse ¨La perra de todos¨ o ¨La perra de la discordia¨, sujeto al Primer Mandamiento: ¨Amar a los animales sobre todas las cosas¨. Cada animal es Dios, y teniendo en cuenta que el hombre no llega a infra-animal.
Ahí vamos, disfrutando el viaje, llevamos cafecito y avío para apaciguar el frío de las tripas: echamos cuentos, desvelamos planes y emprendimientos, como todos unos ilusos muchachos, una enfermedad que no se nos pasa. Ya hemos dejado atrás la Cuenca del río Chama para adentrarnos en la Cuenca de río Uribante y vamos en culebrérico descenso hacia El Molino. A partir de El Molino, penetraremos las entrañas de la Cuenca del río Caparo. En llegando al Páramo de El Motor, nos topamos con una multitud de pueblo, entregada a los preparativos del Viacrucis de Semana Santa. Serían las dos de la tarde, cuando la referida procesión se encontraba en plena disolución; eché un rápido vistazo y estaban allí algunos conocidos de la aldea La Coromoto. El padre de Canaguá, se encontraba apoyado en una camioneta, tomando un cafecito. Comenzaban a bajar camiones llenos de devotos del Señor, un avispero de motos y bicicletas iban en bandadas descendiendo por el culebrérico sendero que conduce a Canaguá. También vimos a bastante canagüeros a pie, alegres y dicharacheros en el largo recorrido hasta el pueblo.
Ha habido movimiento esta Semana Santa como no se veía desde hace años; unos sifrinos dicen que Venezuela se está arreglando porque para ellos arreglarse es ver carros costosos en movimiento, que cundan las rumbas, que corra el licor, que se atesten las playas de yates lujosos. Eso para mí es echarse a perder. Volver a ver borrachitos en cada esquina, los escándalos hasta la madrugada en ciertos apartamentos, ver correr la droga y estallar a los locos a todo dar con los escapes de sus motos no es signo sino de degradación y estupidez.
La Semana Santa es la temporada más celebrada en esta zona: cada hogar cuenta con su horno para el suculento pan de las eucaristías caseras, cada familia va reuniendo un dinerito para preparar por lo menos unos veinte kilos de harina de trigo. Hubo tiempos, en que cada familia podía contar con hasta cincuenta kilos para esta fecha, para con ello, disponer de pan durante varios días. La vecina Engracia, por ejemplo, llevaba varios años sin poder hacerse su horno; la cosa, como sabemos, se había venido presentando fea para todos, hasta que finalmente logró su sueño, hace dos semanas. Se buscaron a un tal Isidro Mora, experto en estos menesteres, que con arte magnífico logró armar el semi-esférico artilugio con greda, bosta de vaca, paja, ceniza y cemento, de aquí se pasa a la debida prueba de fuego: se le coloca harto palo de cínaro y que se le deja arder, una vez concentrado el calor a unos 400 o 600 grados se retira el carbón, queda así el semiglobo listo para que se coloquen los bollos con una larga paleta de metal. Se tapa la boca y ya, en segundos se obtiene el hermoso resultado, sin que quede quemado por fuera ni crudo por dentro.
Estos hornos, pues, tienen forma de iglú. Cada horno, repetimos, se hace con los siguientes materiales: un tipo de arcilla pegajosa como la que se utiliza para hacer la teja y que hay que traerla de Canagua. Por esta zona de La Coromoto, hay muy pocas minas de arcilla. Se hacen los adobes con la referida arcilla y se ponen a secar. Para pegarlos se usar la propia arcilla o se mezcla con un poco de cemento, se le coloca el preparado de bosta de vaca y ceniza. Para empañetarlo (recubrimiento de la parte exterior) se usa de la misma greda con paja de pino. A falta de pino se puede usar paja de loma (también buena para empajar techos); aclaremos que cualquier paja no sirve para trabajar con la mezcla de arcilla o barro. En el caso de las paredes de las casas en el campo, se utiliza la misma fórmula para el empañetado, junto con bosta de vaca.
El martes de Semana Santa es el día de la gran amasada, se encienden todos los hornos, se reúnen en las cocinas toda la familia, colocando en enormes bateas los promontorios de harina de trigo y en medio del jolgorio de hombres y mujeres que se turnan en las duras faenas, que golpean la masa, que la estrujan, la sacuden, la empelotan y la aplanan, la vuelven a recoger, hasta que queda lista para preparar los distintos tipos de bollos que serán llevados al horno. En estos trajines, hay quienes quedan por fuera de la gran faena del martes, como le pasó a Alesio, quien mandó a su hijo Javier a comprar a Mérida todos los ingredientes, la panela, la levadura, el azúcar, la manteca y la mantequilla. Aquí en La Coromoto Alesio ya tenía listo para la amasada 24 kilos de trigo. El lunes mandó Javier por buseta aquellos ingredientes, pero no llegaron a La Coromoto. El fulano transporte se averío, por lo que en treinta años, Alesio no pudo amasar el martes santo, una tragedia.
Al nosotros llegar a La Coromoto, generosamente se nos agasaja, digamos, con ramilletes de pan criollo en sus distintas formas: cucas, bastoncitos dulces, melindres, golfiados y curruchetes. Los melindres los hacen de sagú, una harina obtenida de la mata de juquial. El curruchete lo hacen con miel de papelón, pan, cambur y queso. Para mí, el curruchete que he comido por estos lares me ha parecido extraordinario. Esta tradición del pan dulce en Los Pueblos del Sur se celebra sobre todo en Canaguá, Mucutuy, San José de Acequias, Chacantá, El Molino, Capurí, Mesa de Quintero, Guaraque, río Negro y Pueblo Nuevo del Sur. En donde se celebra poco este amasijo es en Guaimaral, Mucuchachí y Aricagua.
Recapitulemos la situación geográfica de estos Pueblos del Sur, inmersos en tres fabulosas cuencas, que son la de El Chama (con su parte árida, caliginosa que incluye toda esa zona xerófila de Lagunillas), Caparo, Uribante (que coge hacia los embalses del Táchira cerca de Pregonero). Dentro de la cuenca de El Chama también están inmersos Acequias, San José y Pueblo Nuevo. En la de Caparo se encuentran contenidos: Mucutuy, Mucuchachí, Chacantá, Canaguá y Guaimaral. En la de Uribante: El Molino, Capurí, Mesa de Quintero, Guaraque y río Negro. Cada cuenca tiene su propio clima, naturaleza, costumbres y modos de producción.
Apenas nos estamos bajando de la camioneta, llega la preciosa niña Natali, y nos recibe con un ramillete de distintos panes y un bol con majarete. Luego le corresponde el turno a la vecina Engracia con otro manojo de panes.
Voy y le hago visita a los Mora para reportarles que hemos llegado; allí en el corredor de los Mora me consigo a Iraís, hija del señor Corsino, a los hermanos Manuel y Enrique. Me traen en una bandeja pan y café. Casi todo el llamado pan criollo que se consume durante esta época, en esta zona, es dulce. Pregunto por el señor Corsino y me comentan que se encuentra con su hijo Ángel en los menesteres religiosos en el pueblo de Canaguá. Pregunto a Manuel por el juego de bolos de esta época y me comenta que no se montaron este año, aunque luego me enteré que sí lo estaban jugando en casa de Evencio. Una de las conmociones más sorprendente ha sido, que cuando sale el perrito Loki a saludar a su hermana Nucita ve que comparativamente ésta le duplica en peso y en altura. Sin duda tiene que ver con el cuido y con la alimentación de Nucita.
Hace cuatro meses, estuvimos atendiendo en nuestra casita de retiro, allá en El Valle de la Luna, a mis dos cuñadas, Albita y Paola. Habían concluido las fiestas navideñas y decidimos irnos a disfrutar quince días en el campo, haciendo excusiones, visitando viejos amigos, organizando comidas campestres en la hermosa troja frente al río La Coromoto, jugando cartas, a la pelota. Albita había manifestado la intención de adoptar una perrita, y casualmente, en esos días había parido Mayita, la perra de nuestra vecina Engracia, siete cachorros. La oportunidad que buscaba mi cuñada, pues, la tenía ante sus ojos: compró una perrita, al principio, en la emoción la bautizó Coromotica, y recién destetada se la llevó a Mérida. Luego surgieron más nombres y a la final se decidió por Nucita. Aquí comienza la gran historia de lo que podría llamarse ¨La perra de todos y la perra de nadie, aunque eso sí: todos la aman¨.
Realmente, Nucita es de lo más hermosa, con su pelo negro brillante: pecho blanco, hocico y frondosas orejas canela, patas blancas y canela, realzada su belleza por la excelente atención que le dispensa su dueña. Iba pues, Nucita, del campo a la ciudad, con todos los genes alborotados de sus silvestres padres, cazadores y realengos.
En la camioneta, durmió placenteramente durante las cinco horas de viaje. Al llegar a su nuevo hogar, toda la familia la recibió con aluviones de mimos y besos, siendo la expresión más usada en los amapuches, ¨cuchitura¨, ¨cuchitura linda¨ para allá, ¨cuchitura preciosa¨ para acá. Todo era con ella un manoseo, una guasa, un correteo, alzarla y bajarla, ponérsela en los brazos, llevarla en el regazo de unos y de otros, cundirla de besos.
Al día siguiente del viaje, vino a rebelarse la verdadera cuchitura en toda su formal y total naturaleza: estalló aquella fiera, peor que una tigra, con dientes afilados de piraña, gruñendo y dando dentelladas feroces al que tratara de cogerla. En el hogar de los padres de Albita comenzaron aquellas primeras rebeliones de su naturaleza, porque era exactamente como meter una tigra en un apartamento. Con ataques desaforados, la fierecilla la emprendió con cojines, muebles, mantas, plantas, cables, libros, sin descontar una portentosa habilidad para saltar y subirse a camas, sofás, mesas y arriates. Al principio, se creyó que toda aquella locura sería pasajera, cosa de algunos días, mientras ella se adaptaba a un nuevo hogar. A las dos semanas, se fue cayendo en la cuenta de que se incrementaban sus calambrinas (como las llamábamos), y que su afilada sierra ahora trinchaba cualquier mano o brazo que intentara acercársele. Un día vi bañados en sangre los brazos de mi amada esposa María Eugenia, en su intento por sujetarle el collar. Qué fiera más terrible se volvía cuando se le intentaba imponerle algún control. En la medida en que se volvía más furiosa, se tornaba más hermosa y atractiva. Se hacía evidente la imposibilidad de tenerla en un apartamento, además por los regueros de sus necesidades en la sala, cocina, cuartos, a veces en las camas a las cuales saltaba, e impidiendo que de ellas se le pudiera bajar.
Era evidente que asumir su educación por parte de los padres de Albita era del todo imposible, como muy dificultoso para su dueña, dado que trabaja de siete a cinco de la tarde. Entonces surgieron multitud de propuesta para turnarse en su atención: Kenya (tía de Albita), Paola (hermana de Albita), María Eugenia (hermana de Albita), Maritza (prima de Albita) y hasta una prima que estaba en Estados Unidos y a punto de volver a Venezuela que le suplicaba esperara por su ayuda. Hasta yo me uní a la cruzada salvadora para llevármela a casa de mi ex esposa Carmen, donde se cuenta con un amplio espacio para tenerla y educarla.
Pensar, que cuando aquella diosa peluda dormía, se la podía ver tan encantadora y tierna, porque eso sí, respetaba sus horas de descanso, y en esa tierna y dulce estampa la llamábamos La Bella Jodiente.
Ante tal cuadro, en toda la familia se desató un tormentoso mar de dudas, incertidumbres, agobios. Transcurrido mes y medio, se mantuvieron los incesantes debates: ¿qué hacer con la niña?, ¿donarla a un albergue privado?, ¿entregarla a algún familiar?, ¿devolverla a La Coromoto donde está su madre, y unirla a sus hermanos rival y Loki?
Entretanto, iba aquella fierecilla, de casa en casa, con las exigentes atenciones que requería. Al terminar cada día quienes asumían aquellas tareas quedaban extenuados. Llegándose, pues, al llegadero, al límite de la imposibilidad de seguir atendiéndola (aunque no para la dueña). En tal estado de angustia y profundo dolor, tras penosas noches de insomnio, Albita se vio obligada a entregarla a ASN (Animales Sin Nombre), provocando en esta institución cierto asombro: ¡Cómo es posible que usted quiera desprenderse de esa preciosura!, que perrita tan bella. Cuántos consejos entonces le dieron: que ella todavía era muy cachorrita que con un poco de paciencia y aprendizaje no tardaría en adaptarse y tranquilizarse. En fin, era tal el papeleo que en el fondo y en su más profundo dolor la propia Albita se alegró al ver que no se la aceptaban. La investigación por las redes sociales, en busca de una solución, tampoco dio ningún resultado, optándose a la final, pues, por tener que devolverla a su lar originario, a La Coromoto.
Por todas estas razones, emprendimos, el día trece de abril, viaje a La Coromoto. Durante el trayecto, la pobre Nucita, aturdida por el largo trajín de seis horas, estuvo vomitando, pero calmada. Nucita nació, al día de hoy, hace exactamente cuatro meses, hija de Mayita, quien hasta ahora ha tenido dos partos. Mayita es de la raza Beagle, pura, cuya dueña, como creemos haber dicho, es nuestra vecina Engracia.
15-4-22: se están dando grandes cambios en Nucita. De haberse comportado al principio temerosa con otros perros, de la noche a la mañana, ha pasado a juguetear con sus hermanos Rival y Loki y con su madre Mayita. Persigue a los pollos, los somete y los trincha por el cuello, le ladra a los cochinos y pavos. Ayer salimos a hacer una larga caminata para probar sus condiciones para ver si es capaz de acompañarnos sin paseador. La soltaron y se unió en comparsa con sus parientes, cogimos hacia El Cobre (propiedad de don Neptalí Mora) y Nucita sintiéndose en su terreno se desviaba del sendero, cogía por los desfiladeros o laderas e iba atendiendo los llamados de su dueña. Todo perfecto hasta que la jauría jubilosa llegó a El Cobre. Ahí vimos cómo iba quedando la casa atrás, subimos hasta los predios de Onofre, unos tres kilómetros en perfecta armonía con la naturaleza. Su dueña cada vez más conectada con ella, cada vez más entrañablemente unida a ella, sintiéndola y amándola más que nunca, a punto de lágrimas. Hoy, Albita ha tomado la tajante decisión de no dejarla en La Coromoto, ¡tenerla con ella sea lo que sea!
Cuánto cuesta desprenderse de un ser amado, como ocurre con esta Nucita, sobre todo cuando ese ser resulta tan loca, atrevida, desbocada, terca, impositiva y con un tremendo carácter. Suelen ser éstos, los seres a los que más absurdamente llegamos a querer, no importándonos lo que nos hagan. ¡Así es Nucita, la perra de todos y de nadie, aunque amada sin medida por cada uno de nosotros!
Nos ha venido a visitar el señor Corsino, acompañado con su nieta Camila. Los veo llegar con una bolsa de pan criollo. Nos instalamos en el porche y hacemos un recorrido por los últimos lances o trances y acontecimientos acaecidos en la aldea. Mientras conversamos vemos pasar una alegre romería con varias niñas que se dirige de paseo a la montaña de Los Atalitos. Van visitantes de Mérida, de El Vigía, Tovar y Santa Cruz. La sequía de este año ha impedido que los visitantes cojan hacia los pozos de la quebrada La Coromoto o el río Canaguá.
18-4-22: Llevamos cuatro días de lluvias sin parar, un tiempo de lo más extraño. Hemos tenido varios días de frío y extrañamente lluviosos. Toñito ha venido a arreglarnos una siembra de tomates que él mismo ha estado atendiendo. Hoy Toñito ha preparado estacas, una especie de chingalea para levantar los tomates. También, este aplicado muchacho, tiene en nuestro terreno siembras de auyama, pimentón, uchuva, ají dulce, cebollín y cilantro.
Toñito es hijo de Neptalí, hace poco cumplió catorce años, muchacho aplicado con excelentes resultados a las labores del campo. A su edad, Toñito tiene un aprisco, negocia cabras, las partea y ordeña, las mantiene saludables, prepara el queso de cabra, y les conoce todas sus mañas. Sabe Toñito de sobra sobre la raza pura de estos animales, cómo ligarlos para propósitos lecheros o de carne. En las ferias caprinas, Toñito asiste como competidor y conocedor de las cabras, se le oye e intercambia con otros sus experiencias.
Ángel ha bajado unas cincuenta parchitas dulces de una mata de parcha (también conocida como granadina), que se ha expandido por el guamo.
Hoy han bañado a la perrita, comprobándose que aún se muestra reticente a dejarse agarrar, aunque cada vez más encantadora, tierna y hermosa.
19-4-22: Hoy, día de fiesta nacional, emprendemos el regreso con la perra que no pudo quedarse, a la que se le tuvo tanto apego que Albita no fue capaz de dejarla. Ni dejarla ni tenerla, pues. Nos la llevamos de vuelta para dársela a un entrenador que supuestamente la educará en unos dos meses, y de allí en adelante no sabemos quién se quedará con ella, porque lo cierto es que seguramente no pueda ser su dueña ya que tiene que trabajar durante todo el día. Tampoco nosotros podemos encargarnos de ella (María Eugenia y yo que la amamos tanto), lamentablemente, a pesar de que la opinión generalizada de la familia es no salir de tan hermoso animal.
Encontramos lluvia por todo el camino, y llegamos a Mérida a las 12:30 del mediodía, todavía pensando arduamente qué solución darle al cuido de la perrita, porque al hogar de los padres de Albita no puede llegar. Debo confesar que yo no estaba al tanto de todo lo que ya se tenía decidido sobre la perra, ya que Albita está profundamente convencida de que no puede tenerla, y así me lo manifestó cuando nos despedíamos, ella muy triste, muy desolada, llevando a su perra en sus brazos. Fue entonces cuando pensé: ¿Entonces por qué no la dejamos en La Coromoto? ¿Para qué entregarse a un cuido tan exigente si en definitiva la pobre no se iba a quedar con Albita?
Se comunicó Albita con el fulano entrenador y quedaron en verse a las 2:30 de la tarde para recibirla. Albita y su hermana María Eugenia la fueron a entregar. Una conclusión fulminante es que a ningún perro debería tenérsele en un apartamento, y que los perros no deben ser capricho de los humanos, y que el lugar ideal para ellos es el campo, los lugares abiertos, sobre todo sin son cazadores. Mucho menos tratarlos como si fuesen seres humanos, ni ponerlos a nuestro nivel (que es toda una locura), porque con ello se les hace un gran daño: se les tortura, se les degrada y se les desnaturaliza. No deben ser ellos ni un capricho ni un juguete de nosotros. Ellos deben llevar vida de perros y nosotros la nuestra, comparativamente peor.