212 años de la proclamación de la independencia de la provincia de Mérida

La imaginación del pasado

Se hizo común afirmar en Europa, y de manera particular en España que, con la llegada del conquistador ibérico en 1492, a estas tierras desconocidas por ellos, se había producido, según López de Gómara, la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crio.

Importancia que, a nuestro entender, explica el por qué fueron tan profusas y variadas las crónicas que sobre estas tierras, y sus pueblos originarios, hubo de producirse. El conquistador se hizo cronista. Y, el cronista se hizo historiador, geógrafo, etnógrafo, lingüista, jurista, y pare usted de contar.

Nació una nueva historia. Una nueva forma de concebir y narrar la historia. El conquistador convertido en cronista improvisado se limitará a relatar espontáneamente lo que ve. Mientras que, los historiadores formados en el Humanismo del Renacimiento, no encontraron en la historia clásica ningún esquema que les sirviera de modelo para dar explicación a lo que estaba sucediendo. Ya que, el historiador "humanista", relacionaba todo lo visto con lo leído en la historia griega o latina. Y, el llamado nuevo mundo, en nada se parecía a esos pueblos y culturas. Francisco Esteve Barba, en su obra, Cultura virreinal, dice que: Los cuestionarios presentados a los indios fueron elaborados a base de conceptos europeos, y una vez dada la respuesta, fue también interpretada a la española.

En el pensamiento histórico occidental un nuevo imaginario sobre el ser humano emergía. Los pueblos originarios fueron vistos de otra manera. El Padre Bartolomé de las Casas, con sus crónicas, consolidó la tesis de le bon sauvage, convertida en mito, a la que Rousseau hubo de darle forma definitiva.

Es por ello que, nuestra pasión por la historia no está determinada porque podamos construir verdades definitivas, concluyentes; sino, más bien, porque, al entenderla como un permanente estar haciéndose, podamos corregir y eliminar las insuficiencias que ella tiene, las no verdades y las medias verdades.

Dice nuestro Maestro y Amigo Dr. Aly López Bohorquez que: "Toda investigación histórica debe partir de la localización de la historiografía precedente y de la crítica correspondiente para considerar el estado actual del tema que se investiga en cuanto a su significado histórico, así como la valoración del aporte hecho por distintos autores y las limitaciones teóricas y metodológicas para una nueva interpretación…".

Escribió, Don Mariano Picón Salas, que el Libertador Simón Bolívar, "desde la Carta de Jamaica (1815) hasta la proclama con que se despide de sus conciudadanos en 1830", se preguntaba "¿a dónde nos están llevando los hechos, el sino peculiar de los pueblos?". Hoy, doscientos años después, ese mismo pueblo se sigue preguntando ¿cuál es su destino?

Hace 174 años, Carlos Marx y Federico Engels, publicaron El Manifiesto Comunista (1848), documento político en el cual se plantearon dar explicación a una determinada situación histórica. Tuvieron como objetivo principal demostrar que el desarrollo de las sociedades, y específicamente de la sociedad burguesa, estaba generando la edificación de una nueva formación social: el Capitalismo.

A pesar del tiempo transcurrido, pensamos que el Manifiesto Comunista -en este tiempo de crisis del capitalismo- es mucho lo que tiene por decir, y diversas pueden ser las lecciones que de él podamos extraer, para la comprensión del tiempo presente.

Al establecer el marco comparativo con los modelos de sociedad precedentes al capitalismo, Marx y Engels, afirman el carácter revolucionario que representa el establecimiento de la "sociedad burguesa". Modelo de sociedad que no era del agrado de ellos. Que no era su modelo ideal de sociedad. Por lo que, en el diagnóstico de la estructuración capitalista, se plantearon el pronóstico de cómo habría de ser el mundo transformado por el capitalismo. Allí reside una de las mayores fortalezas analíticas de dicho documento político.

De allí, sus predicciones de que el capitalismo no sería un sistema eterno, no sería "el fin de la historia", sino que él mismo habría de ser un período, una fase en el proceso sociohistórico de la humanidad; en el cual, llegado un momento, producto de las contradicciones inherentes a su propia estructuración, se profundizaría la lucha de clases, sería sustituido por otro tipo de formación social.

Pues bien, esta predicción del Manifiesto Comunista se está haciendo realidad. La crisis que hoy vive el sistema capitalista -a nivel universal-, es una crisis civilizatoria. Es la modernidad euronorteamericana, como una totalidad, la que está en cuestión.

La importancia de la historia

¿Qué es la historia?, se preguntó, durante su prisión en la segunda guerra mundial, Marc Bloch. A partir de allí, y a partir de él, la historia y lo histórico serían percibidas de una manera radicalmente distinta a como lo venía siendo. Su respuesta, a tan sugestiva pregunta, fue la de proponer concebirla como el estudio del pasado, para comprender el presente y predecir el futuro. Durante casi todo el siglo XX, este concepto signo los estudios históricos.

Es por ello que, desentrañar los enigmas que rodean la Filosofía de la Historia, como consecuencia de la crisis de los paradigmas, nos permite afirmar la pertinencia que hoy tiene, en el campo de las ciencias sociales, abordar la discusión sobre su sentido y objeto, en función de dar explicación al estado de incertidumbre en que se encuentra la humanidad entera.

Entendiendo que "la función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dominarlo y comprenderlo como clave para la comprensión del presente" (E. Carr), es que afirmamos que la historia no es una simple actividad de acumulación y ordenamiento cronológico de los hechos del pasado, que no puede ser concebida como una operación algebraica de datos, sino más bien como un arduo proceso de análisis de los mismos, con el propósito de encontrar en ellos la explicación necesaria y lógica del presente.

Edwar Carr, advirtió sobre la importancia de no convertir el dato histórico en un fetiche; puesto que ellos no conducen, por sí mismos, a la comprensión de un determinado fenómeno, aun cuando resulte una verdad, también, el hecho de que sin los datos el investigador no podrá desarrollar el análisis de los fenómenos sociales que se propone historiar.

Ya que, como bien lo dijo Marc Bloch: "El documento es como un testigo, habla cuando le planteamos cuestiones. Por ello, la relevancia del trabajo del historiador está directamente relacionada con la calidad de las preguntas que se formule".

En tal sentido, el historiador puede, frente a un dato histórico, formular preguntas distintas a las que puedan hacerse otros científicos sociales, incluso otros historiadores, ya que ello estará determinado por los intereses que precedan al acto de la investigación histórica, y estos pueden ser diversos.

Es por ello que, siguiendo a Pierre Vilar, el objeto de la historia es que al estudiar los hechos del pasado debemos hacerlo con la intención de historiar el presente; ya que, los fenómenos históricos, no ocurren de manera fortuita; los mismos van haciéndose presentes en determinados momentos como parte del fraguado de una formación social cualquiera ella sea.

Si entendemos, entonces, que el funcionamiento de una sociedad forma parte de un proceso y, por tanto, la manera como ella funciona hoy ha sido influida por la forma como funcionó ayer; es por lo que, debemos afirmar que el estudio de lo social no puede ser entendido si no se le concibe como un proceso continuo, en el tiempo y en un espacio determinado.

Por tanto, el estudio de la historia es un estudio de causas. El historiador debe tener presente que las causas son de diversa índole, que ellas influyen e inciden sobre el hecho histórico de distinta manera e intensidad; que no existe, pues, una uniformidad como para afirmar que X causa produzca siempre un Y efecto, sea cual sea el tiempo y el espacio en que se produzca.

De tal modo que, las causas vienen a constituir un elemento organizador en el proceso de la investigación y en el conocimiento histórico; más aún, conocer las causas que inciden o participan como variables en la ocurrencia de un fenómeno histórico constituye el objeto de la investigación histórica en sí misma.

El investigador de los procesos históricos no puede ni debe asumir ante las causas posiciones tan deterministas como para sostener, que todo tiene una explicación a partir de ellas; ni tan generalizadoras como para afirmar, que la historia consiste en el estudio de rasgos generales o en considerarla como una serie de acontecimientos determinados por coincidencias fortuitas o casuales.

Pues bien, uno de los problemas fundamentales de la ciencia social venezolana es que ha razonado y pensado desde la perspectiva euronorteamericana. En otras palabras, se ha pensado y razonado a Venezuela, como si las causas que han determinado el curso de nuestro proceso histórico fuesen idénticas a las ocurridas en esas latitudes. Ello ha ocurrido porque se ha asumido como propia la modernidad occidental capitalista, desechando u obviando las características específicas, propias, de la historia nacional, de nuestra otra historia. Historia que no ha sido historiada integralmente.

Por lo que -debe tenerse presente-, como lo afirmó Domingo Miliani, que: "Es apremiante la información, aunque sea elemental, sobre nuestra historia y nuestra cultura, si queremos fortalecer nuestra conciencia nacional ante el proceso globalizador. La historia no ha muerto, pero la estamos matando por omisión en la conciencia colectiva. … La amnesia absuelve y hasta indulta. El borrón y cuenta nueva es inversión rentable para cierta forma de lucro político".

Ese es el reto que hoy tienen los estudios históricos venezolanos. Horadar en lo más profundo nuestro proceso sociohistórico, para poder saber qué somos y poder definir lo qué queremos ser. Ya que, en definitiva, poder formular nuestra propia "modernidad" será posible, si lo hacemos a partir del análisis de nuestra propia realidad de pueblo.

Dicho de otro modo, el acierto de pensar la Patria de Simón Bolívar y Hugo Chávez, como realidad histórica particular, está determinado por estudiar los hechos y fenómenos de su proceso histórico, analizándolos a partir de las causas que los determinaron desde una perspectiva integral, desde su propia realidad cultural, desde un pensar y reflexionar políticamente su historia.

¿Para qué se hace historia?

Para conocernos. Para saber qué somos. Cómo nos hicimos. Por qué estamos hechos de una manera y no de otra. Porque, si no nos conocemos, no podremos actuar con certitud en nuestro propósito de construir una nueva Patria.

En el año 1996, el Comandante Hugo Chávez le propuso al país la Agenda Alternativa Bolivariana. Documento en el cual se hace un diagnóstico de la realidad venezolana, de las razones éticas que determinaron la crisis vivida en aquellos años. Convencido estaba de que la Venezuela puntofijista, clientelar, partidocrática, elitista y excluyente, que empobreció al pueblo venezolano, tenía que ser transformada.

Por lo que, su superación requería de la formulación de un proyecto de país radicalmente distinto, de un nuevo proyecto de nación, que tuviera al venezolano como el centro de su estructuración; verdaderamente democrático, por tanto, de democracia participativa y protagónica.

Cuanta pertinencia tiene rememorar tan interesante documento político. Sobre todo, a la luz de la propuesta presentada al pueblo venezolano por el Presidente Nicolás Maduro, de la construcción de "una súper fuerza social y popular que enaltezcan la lucha social en Venezuela, con verdadero espíritu nacional y que nos permita renovar para esta etapa toda la política de la Revolución Bolivariana y que nos permita enfrentar y superar todos los problemas que tenemos".

El pueblo en la historia

Desde hace unos cuantos años viene seduciéndonos la idea de encontrarle respuesta al por qué los conceptos y categorías que tienen su origen en la palabra pueblo, o hacen referencia al pueblo, así como las acciones sociales, políticas, económicas y culturales emprendidas por él, han sido sometidas a un alto grado de estigmatización. De igual manera, nos ha llamado la atención el por qué la palabra pueblo, como concepto o categoría de análisis, ha –prácticamente- desaparecido en el vocabulario del análisis de los sistemas sociales, económicos, políticos y culturales. Preocupaciones estas que, algunos piensan, ya la ciencia social ha dilucidado, pero que, a nosotros, nos parece hoy tienen la mayor de las pertinencias.

Horadar en lo más profundo del ethos cultural venezolano, de su formación de pueblo, nos permitirá encontrar los rasgos que le han caracterizado a lo largo del proceso histórico de la formación social venezolana. Nos permitirá comprenderlo como un pueblo que actúa, que padece y siente, que se propone alcanzar metas y logros, que ve las expectativas que le genera la vida de manera dialéctica. De allí, su permanente inconformidad con lo alcanzado; de allí, su eclecticismo; de allí, en resumidas cuentas, su pasión por la lucha, su instinto guerrero.

El análisis de la formación del pueblo venezolano, entendido como proceso histórico, debe trascender todo determinismo y reduccionismo conceptual. Es por ello que, sumergirnos en lo más profundo del ethos cultural venezolano, de su formación de pueblo, nos permitirá conocer al venezolano -como sujeto social- que ha labrado su propia historia.

En tal sentido, debemos tener presente que la formación social venezolana se gestó y desarrolló como un proceso complejo, que puede ser comprendido si lo estudiamos como un "… proceso de implantación. Proceso sociohistórico en el cual pueden advertirse al menos dos contextos esenciales, el contexto colonial y el contexto determinado por la articulación con el sistema capitalista internacional".

Cuánta importancia tiene, entonces, conocer nuestra formación de pueblo; sobre todo en este tiempo, en que la materialización e individualización de las conductas humanas la han deshumanizado.

1810 dos hechos históricos

1810 es un año de singular importancia para Mérida, y los merideños. El 16 de septiembre se establece la Junta Superior Gubernativa en la Provincia de Mérida; y, el 21 de ese mismo mes y año, como bien lo ha demostrado el Dr. Aly López Bohorquez, en sus enjundiosos e incansables esfuerzos de investigación, se funda la "Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros; a la cual, se le denominó en 1832 Universidad de Mérida y en 1883 oficialmente se le reconoce como Universidad de Los Andes".

Los historiadores Robinzon Meza y Francisco Soto Oráa, en un ensayo titulado: Entre la fidelidad de Maracaibo y la revolución de Caracas: Incorporación de Mérida al proceso emancipador (1810 -1812), señalan que: "tres han sido los aspectos fundamentales tomados en cuenta para explicar la incorporación de Mérida, a partir del 16 de septiembre de 1810, al proceso de la emancipación venezolana. Los mismos son: la consolidación de un espíritu patriótico, el autonomismo provincial y la expansión de las ideas de la Junta de Caracas".

El historiador Héctor Silva Olivares en su tesis doctoral titulada: La autonomía en el proceso político de la Provincia de Mérida (1810–1875), expone que "los sucesos ocurridos en septiembre de 1810 y desencadenantes de la instalación de una Junta Superior Gubernativa, se correspondían en sus fuentes doctrinales con la tradición legislativa española". El autor hace hincapié en la actuación de sus miembros, los cuales señalaban "la ilegalidad del Consejo de Regencia, basados en los principios en los que recaía la soberanía y el derecho de gentes, por lo cual los merideños resolvieron asumir la autoridad".

Pero, sobre todo, fundamenta la ruptura de Mérida con Maracaibo y su posterior adhesión a Caracas como producto del autonomismo de la provincia. En ese sentido, afirma Silva que: "Además de mostrar eficacia y propósitos claros para darle conformación a la Provincia de Mérida y dotarla de un espacio contentivo de núcleos poblacionales de considerable arraigo y con excelentes perspectivas a futuro, la Junta Superior de Mérida procedió a tomar medidas gubernativas que confirmaron que sus acciones no habían sido la exaltación del momento, ni la presión inmediata de las metrópolis vecinas y que la decisión no sólo fue proclamar la autonomía sino ejercerla a plenitud".

Para los estudios históricos la palabra, la categoría, el concepto, ocupan un lugar muy importante. Con el significado y el significante que se les otorgue es mucho lo que se dice; pero es, asimismo, mucho lo que se oculta o tergiversa. Afirmación esta que me permite decir que éste es el caso del denominado Movimiento de los Comuneros de los Andes de 1781; recuerdo en este momento mis diálogos con el Maestro Federico Brito Figueroa, en mis estudios de Maestría, sobre ese hecho histórico. Y, es que, cuando se habla de Movimiento se pretende quitarle fuerza al mismo. Se pretende bajarle los decibeles al ruido que ocasionó en la crisis de la sociedad colonial implantada de los andes, y de manera particular en Mérida. Para nosotros, más que un simple movimiento, fue una insurrección, una sublevación de un pueblo contra un orden establecido desde hacía doscientos cincuenta años.

De igual manera, estoy obligado a hacer referencia a los conceptos de separación e independencia, porque no son lo mismo, como ha pretendido hacer creer cierta historiografía. El 16 de septiembre de 1810, al igual que lo había hecho el Cabildo de Caracas el 19 de abril, los cabildantes merideños declararon su independencia. La indeclinable decisión de convertirse en un pueblo libre. Le asignamos a la independencia la importancia que tiene como libre determinación de un pueblo, como decisión soberana, que tienen los pueblos en aras de alcanzar su emancipación.

Es por ello que, si bien en este hecho histórico pudieron haber influido variables exógenas, como lo señala José Ignacio Lares al hacer referencia de la llegada a Mérida de Luís María Rivas Dávila, como emisario de la Junta de Caracas, "para encender el espíritu emancipador de sus pobladores que, según él, serían fervientes seguidores de esta causa", lo cierto es que fue un acto soberano de los merideños.

Con motivo del Centenario de la Independencia en 1910 y 1911, el obispo Antonio Ramón Silva, hizo énfasis sobre "el papel desarrollado por los religiosos en la conformación de la Junta, la erección de la provincia y la creación de la Universidad". El prelado José Humberto Quintero, valiéndose de algunos esbozos biográficos, ratificó lo dicho por Antonio Ramón Silva al afirmar, que los hechos de los inicios emancipadores fueron producto de "un espíritu maduro y una acción epopéyica reservada a los más preclaros patricios eclesiásticos, civiles y militares".

Don Tulio Febres Febres Cordero, quién al decir de Meza y Soto, "sustenta la participación merideña en la independencia, con la creación de una Junta, como un acto patriótico, consecuencia de la rebeldía mantenida en esta región desde el levantamiento de los Comuneros en 1781…"; señalan que, para Febres Cordero, estos fueron, "hechos fundamentalmente locales, desvinculados de los procesos y los contextos con los que estuvo involucrado".

afirmaciones estas que serán negadas por Eloi Chalbaud Cardona, en su obra: Historia de la Universidad de Los Andes, cuando, refiriéndose al Acta de Independencia de Mérida, señala que: "La lectura detenida de este documento no da lugar a dudas sobre su verdadero contenido ¿Por qué, entonces, los historiadores han adulterado sus finalidades? ¿Por qué se ha mantenido un error histórico de tal importancia? ¿Cuándo, dónde y a qué hora Mérida se declaró independiente de la Corona Española? ¿En dónde dice en el Acta en cuestión? El Acta del 16 de septiembre de 1810 no es el Acta de Independencia de Mérida ni mucho menos está firmada por una Junta Patriótica, que no existió jamás".

Diatriba que intenta ser matizada por Jesús Rondón Nucete, cuando afirma que: "El Acta de la Sesión del 16 de septiembre de 1810 del Cabildo de Mérida no refleja expresamente la intención real de los participantes, que no era otra –aunque dieron vivas al Rey– que declarar la Independencia de la Provincia…".

Al respecto Meza y Soto, señalan que algunos historiógrafos, omiten "partes del texto del Acta de la conformación de la Junta, las cuales indican razones relevantes para que la élite más influyente cambiase su posición inicial de fidelidad absoluta, manifestada a las principales autoridades de la Monarquía y de la provincia de Maracaibo –a la cual Mérida pertenecía como uno de los partidos capitulares…".

Sobre este particular, Antonio Ignacio Rodríguez Picón, presidente de la Junta conformada en Mérida escribía a Fernando Miyares, gobernador de Maracaibo, explicándole las razones por las cuales se vieron –supuestamente- forzados a variar de opinión política: "Se sorprenderá al saber que Mérida ha adoptado el sistema de gobierno de la inmortal Caracas, cuando su antiguo Cabildo había protestado que no se separaría de la opinión de Maracaibo, pero cesará su sorpresa si considera que un Cabildo es muy débil para contener al pueblo, que aunque tardo en responder, es velocísimo en ejecutar. Este pueblo instruido de los acontecimientos de la península y de la transformación política que en su consecuencia han hecho Caracas, Santa Fe, Cartagena, Cumaná, Barinas, Pamplona, El Socorro (…) amenazado de una parte por Caracas y Barinas y de otra por Santa Fe y las capitales que han seguido su opinión; este pueblo consternado y temeroso de verse envuelto en un círculo de desgracias buscó su salvación en el único arbitrio que le quedaba (...) proclamó la erección de una junta soberana…".

Afirmación de tan alto funcionario de la administración pública, de la Mérida de entonces, que no deja lugar a dudas, de que el 16 de septiembre el pueblo merideño proclamó su independencia y se erigió como provincia autónoma. Autonomía que comenzó a ejercer a plenitud de inmediato.

Como se recordará, desde las últimas décadas del siglo XVIII e inicios del XIX se había iniciado, como respuesta a la crisis de la sociedad colonial implantada, un profundo proceso de redefinición del relacionamiento de las colonias americanas con la Metrópoli. Es en este marco en donde debemos ubicar la importancia del 16 de septiembre, día de la Independencia de Mérida; y, el 21 del mismo mes del año 1810, establecimiento de la Universidad de Mérida, no solo como fechas gloriosas, fechas patrias, que las convierten en simples onomásticos; sino, como la respuesta política que los merideños le dan a la crisis del orden colonial.

El Dr. Aly López, en un ensayo que título: Del Colegio Seminario Colonial a la Universidad Republicana de Mérida (1875-1843), aporta una gran cantidad de datos que nos permiten establecer la relación existente entre la Independencia de la provincia de Mérida y el Establecimiento de la Universidad de Mérida.

Dice el autor citado que: "… la propuesta del Deán Francis Javier de Irastorza (con respecto de la creación de la Universidad) no logro concretarse en razón de la oposición que hizo el Gobernador de Maracaibo Fernando Mirayes y, sobre todo, el Claustro Pleno de la Universidad de Caracas. Lo cierto es que tampoco la decisión del Rey Carlos IV en su Real Cédula del 18 de junio de 1808 representó el establecimiento de una Universidad de Mérida, ... En realidad, aquel monarca solo confirió al Colegio Seminario la facultad de otorgar grados mayores y menores en teología, Filosofía y Derecho Canónico, lo cual no significaba elevarlo a la categoría de Universidad, pues taxativamente el monarca español lo negaba...".

El autor en comento se pregunta: ¿Cuándo reaparece la idea de Francisco Javier de Irastorza de convertir el Colegio Seminario en Universidad? Ello tendría lugar con el establecimiento de la Junta Superior Gubernativa de Mérida el 16 de septiembre de 1810, la cual decidió, como primer acto de gobierno, el 21 de septiembre, la creación de la "Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros".

Y, esta no era una decisión menor. Quedaban demostradas las diferencias existentes entre las clases dominantes de la Mérida colonial y la alta jerarquía eclesiástica. Se ponía en evidencia la profundidad de la crisis del orden colonial en la Provincia de Mérida. Mérida al declarar su independencia, no solo de Maracaibo sino también de España, se incorporaba al movimiento de emancipación que se había iniciado el 19 de abril de 1810, en el Cabildo de Caracas.

No se trata de ideologizar este hecho histórico. Pero, su estudio tampoco puede hacerse a partir de un análisis aséptico sobre lo ocurrido durante el mismo. No se puede desideologizar un hecho histórico desde una posición ideologizadora del mismo. Y, no otra cosa es lo que han hecho algunos historiadores que pretendiendo hacer una historia pura, inmaculada, no logran entender que, como lo dijo Pierre Vilar: "El objetivo de la historia no es hacer revivir el pasado, sino comprenderlo". Porque la Historia en palabras de Ciro F. Santana Cardoso, "es el estudio de la dinámica de las sociedades humanas en el tiempo". Por lo que, "... el historiador no se evade nunca del tiempo de la historia; el tiempo se adhiere a su pensamiento como la tierra a la pala del jardinero", como bien lo dijera Fernand Braudel. Y es que, a la Historia "se la puede releer en todos los sentidos, pero no se la puede reescribir", como dice Laurent Binet, en su novela Civilizaciones.

Son los mismos que descalifican los estudios históricos de la Patria, llegan al extremo de satanizar el concepto de Patria. Por allí nos los encontramos. Cuando se plantean cuestionar alguna acción gubernamental en tono burlón dicen: pero tenemos Patria. Y, con la mayor dignidad, debemos decirles, ahora si tenemos Patria. Porque el pensamiento de Simón Bolívar, de Don Simón Rodríguez y de Ezequiel Zamora, es ahora un pensamiento vivo.

Unas palabras finales

Señor Gobernador, como está previsto en la agenda de este acto, hoy Usted refrendará la refundación del Centro de Historia del Estado Mérida. Nosotros esperamos que desde el emanen reflexiones que permitan ir más allá, que lo alcanzado hasta ahora, sobre la historia de nuestro Estado; muchas de ellas, con inigualable valor hemerográfico, publicadas por no pocos historiadores desde hace algunos años; pero, unas cuantas, se han quedado en el interior del discurso intelectual y del "territorio" del historiador.

Desde el Centro de Historia del Estado Mérida, debemos proponernos avanzar en el desarrollo de un saber histórico consustanciado con la vida social de nuestro pueblo. Que lo entienda como el sujeto fundamental de nuestra Historia. Que entienda que la importancia de la Historia es una necesidad colectiva. Que entienda que el estudio y análisis de los hechos históricos no son para regolfarnos en ellos. Que entienda que la formación social merideña de este tiempo no podrá ser entendida sino es pensada históricamente. Que entienda que éste no debe continuar privilegiando, como hecho histórico, solo la Historia de los llamados padres de la patria. Que entienda que la Historia es quien da legitimidad a las luchas políticas de los pueblos por alcanzar una vida vivible. Que entienda que lo planteado es hacer Historia del pueblo; que éste no puede seguir ausente de los propósitos del Centro de Historia del Estado Mérida. "Mérida quiere alzar los valores de la Cultura que ayer guiaron a sus hijos más ilustres".

Pues bien, Señor Gobernador Jheyson Guzmán, he tratado de hacer una reflexión integral sobre los problemas más fundamentales del saber histórico; y de pensar históricamente la sociedad de la que formamos parte. La crisis del "sistema mundo capitalista", impone la conformación de una nueva civilización; pero, impone asimismo la imaginación de un nuevo tipo de Historia. Que dé cuenta de la Historia real que los pueblos y las sociedades construyen todos los días.

La intensión, pues, de esta reflexión no es otra que la de invitar a pensar. A un pensar distinto. Porque, la interrogante del Libertador Simón Bolívar, de hacia "¿dónde nos están llevando los hechos?" y cuál es el destino de nuestro pueblo, nos obliga a pensar, y repensar, la Mérida que usted se ha propuesto construir para alcanzar la felicidad, la igualdad, la fraternidad, la justicia social de nuestros compatriotas merideños.

No olvidemos que la historia es un permanente pensar. No olvidemos que el valor de la historia es ético. Ya que, como dijo Carl Becker: "La historia al liberalizar la mente, profundizar en las simpatías y fortalecer la voluntad, nos permite controlar, no la sociedad, sino algo mucho más importante, a nosotros mismos; nos prepara para vivir de una forma mucho más humana en el presente y enfrentarnos al futuro en lugar de predecirlo".

Muchas gracias.

*Palabras del historiador Nelson Pineda Prada con motivo del Aniversario 212 de la instalación de la Junta Superior Gubernativa en la provincia de Mérida. 16 de septiembre de 2022.



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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