Hace 30 años la gran mayoría de los hogares palmirenses tenían cocinas de kerosene; eran cocinillas con un recipiente achatado a su lado de vidrio de aproximadamente dos litros donde estaba depositado el kerosene y que según el uso podría durarle un mes. Quien repartía aquel combustible casa por casa y calle arriba y calle abajo era el Sr. Isidro Chacon. Con una parsimoniosa calma atendía a todas las solicitudes; para esos menesteres había acondicionado a un camioncito chevrolet azul, a quien le había adaptado un tanque de 2500 litros. Por décadas el Sr. Isidro Chacón fue el paño de lágrimas de muchos hogares. Hoy son las bombonas de gas, que limitan su duración según el tamaño y muchas veces depende de la consabida demanda y de la disponibilidad de la empresa; o las cocinas que funcionan a base electricidad, más prácticas y que forman parte del último grito del modernismo. Todavía recorre las calles aquella vieja reliquia rodante que forma parte de la historia de este pueblo.
Una rifa frustrada:
Trigidio Somaza tenía un automóvil deportivo de color rojo; ya cansado de ofrecerlo infructuosamente en venta, sin lograr su objetivo, decide un día comprarse unos talonarios y rifarlo. Llega la fecha anunciada para el sorteo y nada que el hombre logra vender todos los números; aun así decide llevar a cabo el sorteo, ahí frente a la prefectura, donde además era secretario y; bajo la sombra centenaria de la mata de mango, abre el sorteamiento y al poco tiempo la situación se torna color de hormiga, el número que saca un asistente del público, sale que no había sido vendido, se arma el zaperoco. El público grita que saquen otro número, que se repita el proceso y nada que Trigidio respondía, solo se limitaba a decir que el carro continuaba siendo de su propiedad, porque el ticket no había sido vendido; pero llega un momento en que los ánimos comienzan a caldearse y los gritos eran más sonoros y Trigidio en un alarde de defensa e intimidación, saca un oxidado revolver y lanza al aire tres tiros; allí todo el mundo corre a protegerse; pero logró disipar a los enfurecidos vecinos que pedían que se sacara un número más.