Una patria hecha a pedradas

Los jefes de fronteras, hacedores de palabras, de soledad, apostadores de ficciones, jefes políticos, nacidos en una patria hecha a pedradas, convertido en imaginario por su increencia, venían, hacían y hacen lo que bien se les da la gana.

Desde Caracas o Bogotá, se olvidaban y se olvidan del enviado o, del colocado a dedo, y en ese lapso de tiempo el espacio de la frontera se hacía y se hace insostenible.

El Táchira es paradigmático, todo está controlado, todo está tapado, es un umbral con huecos por todos lados, el Táchira es el gran hueco de Venezuela, por aquí se escapa todo, todo se esconde y al lado nos atrapan".

Mi abuelo avanzado en sus ideas, agregaba "Cipriano Castro, distinto a nosotros, asumió su realidad imaginaria, clarificó este mundo de frontera, lo puso sobre el mapa, midió la distancia que había hasta Caracas y en recuerdo atávico, acordándose del viejo Evangelista Velasco se dijo "Esta frontera imaginaria puede hacerse realidad". En forma empecinada se propuso que levantáramos la testa, que nos arrecháramos, y un día se llevó la frontera pa´Caracas, pero estando allá, se olvidó de Ricaurte y de San Faustino, y entonces, nos los robaron.

Cipriano Castro y Francisco de Paula Santander y Omaña, sintieron los mismos dolores que produce la lejanía y decidieron escapar de por aquí, dar a conocer la forma y vericuetos de que está hecha nuestra tierra; Cipriano agarró pa´caracas y Santander pa´ Bogotá. Hoy, nos vamos o venimos como pedrada lanzada al viento.

Las piedras lanzadas al viento se posan en una frontera sin ley, en una tierra que parece de todos y de nadie. Ante el cruce escondido y el cuidado al pise del romper de las hojas, crecemos creyendo que todos provenimos del delito, ya que no sabemos a quién cumplirle, ni donde pisar; una frontera llena de ingredientes de anarquía y de sopor de escape.

Ricaurte y San Faustino, San Antonio y Ureña, siempre han sido tierra para los huidos, si hacíamos un desabor en esta parte, corríamos y nos escondíamos en el otro lado. Dolidos hemos estado siempre de este cambio de frontera, pero las veces que la necesitábamos, la aprovechábamos.

La frontera se confunde entre el escape, el venir, el contrabando, la política, la necesidad, el favorecerse; cualquier disimulo es bueno para volver o largarnos.

De muchos casos como el de Francisco o Ciprianos, está llena esta frontera del sur. A veces es bueno desafiar estas historias, para darnos cuenta que nuestras vidas no son tan inmaculadas y el sentido común, tan cierto.

Nuestro imaginario se debate. lucha y se contradice, entre su venezolanidad y el colombiano que llevamos por dentro. Mi primo Miguel, nacido en Ricaurte, en una discusión cansada, en voz alta y clara me dijo "Yo entiendo mejor que nadie a Francisco de Paula Santander, yo no me fui para Bogotá, pero me vine pa´este lado. A veces pienso que mejor me hubiese quedado por allá, esos días de mi niñez, fueron los más felices de mi vida". Y agregó, "la lucha de Santander, para hacerse valer, ante tanto venezolano engreído y xenofóbico, debió ser dura. Cuando los umbrales de agua dulce o salada chocan, no hay espacio ni tiempo para el pez para decidir, nos comen o nos comemos al más pequeño"

En esta frontera, construida a pedradas, la verdad existe mientras se aliente la forma y no se descubran secretos.



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Gabriel Omar Tapias

Investigador

 gotapias@gmail.com

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