La aventura humana de los pueblos —una exultante aventura—, consiste en crear las organizaciones necesarias para la formulación precisa de las diferentes opciones previas a las decisiones. Todas las realidades pueden dar lugar al ejercicio de la razón. Renunciar a calcular, a medir, a clasificar, lo que puede ser calculado, medido y clasificado, es contentarse con algo inferior al ejercicio completo de la razón.
Los ataques lanzados por los oposicionistas contra la tecnología, contra los instrumentos modernos, tales como los equipos existentes en los CDI, y las computadoras, son, en definitiva, ataques contra la propia razón humana. Y no es que la tecnología sea una forma de la razón. Por el contrario, no es más que un producto de la razón, un instrumento para una mejor aplicación de la razón. Pero, si es cierto que algunos fenómenos humanos y algunas decisiones humanas llegan mucho más allá de lo que puede ser medido o calculado con precisión, esto no es ninguna excusa para descuidar la tarea esencial que consiste en analizar, antes que nada, todo aquello que puede ser analizado. Un Tomógrafo, o una computadora, no pueden remplazar al criterio, como una pluma estilográfica no puede sustituir al talento. Pero, ¿qué es el talento sin un medio de expresión?
En el terreno de la educación, en Venezuela es débil, sumamente débil. Esta debilidad lleva camino de amputar su desarrollo. Venezuela es débil en su educación general, débil en su educación técnica, y débil sobre todo, en su educación en materia de gestión y dirección.
En los países desarrollados, el 99 por ciento de los jóvenes de trece a catorce años acuden a las aulas. Y, pasados los quince años, queda un 45 por ciento de aquellos que pasan a los estudios superiores. Por otra parte, la educación moderna en gestión, tanto de empresas privadas como de organismos públicos, es prácticamente desconocida.
El avance tecnológico, que se funda enteramente en un alto nivel de conocimientos generales y en la competencia en la gestión, no puede crearse fuera del zócalo en que todo se apoya, y que no es otro que la educación… tanto de los jóvenes como de los adultos. Si Venezuela quiere reducir el foso tecnológico que la separa cada vez más del universo de la ciencia, debe, ante todo, mejorar y generalizar su educación, en cantidad y en calidad. Sencillamente, no hay otra manera de abordar el problema.
Evidentemente, la ciencia, la tecnología y el management modernos no constituyen, por sí solos, los fines esenciales de la educación. El último fin de la educación es desarrollar al máximo las capacidades del educando. Esto es, indudablemente, lo que cuenta más que nada, la profunda razón de ser de la educación. Pero, sin la tecnología moderna y sin la infraestructura de management que le es indispensable, será imposible, en Venezuela, todo progreso, económico o humano. Sin este progreso en la técnica de organización, es decir, sin progreso en la educación, el mundo que nos rodea se expone, sencillamente, a verse cada vez más atrasado y desequilibrado.
Retardar el inevitable advenimiento de tal estado de cosas es la labor del capitalismo burgués; facilitarle el camino y provocarlo, la del socialismo; meterse a hablar de lo que no se entiende, la vuestra y de vuestros dirigentes, ¡oh, burguesitos amables!