Me ha causado ingrata sorpresa leer la brutal respuesta que Mario Silva García ha escrito por Aporrea luego del derribo de la estatua de Colón. El panfleto del señor Silva realmente no merece ser respondido, pero la circunstancia de que ese señor dirige un programa televisivo que es visto diariamente por cientos de miles de venezolanos, nos obliga a desmontar los "profundos" argumentos de su florido mensaje.
La primera cuestión que resalta es la sarta de improperios con los cuales el señor Silva se lanza contra los derribadores de la estatua y contra los propios lectores de la página web que irónicamente lo lanzó a la fama:
· "ese acto pendejo",
· "actos de ese tipo que sólo dan pie a nuevas mariqueras comunicacionales",
· "tumbar su estatua no resuelve 500 putos años de transculturización",
· "cuatro idiotas arrancando y cargando una estatua",
· "¿qué coño tienen que ver los pelos del culo con las pestañas?",
· "¿había necesidad de tumbar la estatua de un guevón",
· "esa vaina, de ser cierto que algún bolivariano tiene que ver con esa estupidez".
· "¿qué coño me importa la estatua de Cristóbal Colón".
Pareciera que al señor Silva le hace falta un curso de la Misión Robinson. Porque nadie puede justificar el uso de ese lenguaje soez para comunicarse con el
pueblo. Puedo aceptar que de vez en cuando se utilice alguna expresión fuerte. Pero de allí a escribir en ese "nuevo estilo" del señor Silva hay mucho trecho. A
menos que el señor Silva sea de los que defienden que al "pueblo inculto" hay que hablarle como analfabeto silvestre para poder hacerse entender.
Si bien no soy amigo de la real academia de la lengua, tampoco podemos irnos al extremo contrario, de omitir las más elementales normas de sociabilidad.
Porque realmente la manera de escribir del señor Silva García es una ofensa hacia sus lectores, sobre todo porque no existe la posibilidad de responder. En los hechos, ese estilo del señor Silva se puede usar, si se desea, estando presentes los individuos a los cuales va dirigido el mensaje. Ellos tendrían entonces la posibilidad de responder en términos similares. Pero escribir así por internet o por medios impresos es una ofensa al estilo que deben guardar los comunicadores populares. Le propongo al señor Silva que asista a una reunión con las organizaciones populares que ejecutaron el derribo de la estatua, para que se pueda explayar en argumentos con ese estilo suyo tan característico.
En segundo término están los argumentos de fondo a los que recurre Silva. Sus ideas son las mismas que en reiteradas oportunidades han utilizado Guillermo Morón y muchos otros patriarcas del racismo intelectual latinoamericano. Recientemente hubo una polémica por internet en la página web de Historia a Debate, con un mexicano que aducía que los museos de antropología había que cerrarlos, que ya bastaba de estar reclamando por algo que pasó hace 500 años. Ese intelectual mexicano, profesor de alguna universidad de ese país, se colocaba como acérrimo defensor del orden neoliberal globalizado que domina el mundo. Vaya coincidencias del señor Silva, que presume de ultrarevolucionario, con lo más granado del neoconservadurismo mundial.
Tuve la oportunidad de estar en el lugar donde fue fusilado el poeta español García Lorca, cerca de la ciudad de Granada, España. Me sorprendió constatar que la sociedad española aún no reconoce oficialmente que Lorca fue fusilado por los franquistas, que no había allí ninguna placa o monumento que dijera eso. Es más, nadie se ha atrevido a desenterrar la fosa común donde se supone fueron echados sus restos mortales. Es una deuda con la historia que aún el pueblo español no ha logrado saldar. Supongo que si los trabajadores españoles deciden un día tomar la justicia por sus manos y organizar la excavación de las fosas comunes donde se supone están Lorca y cientos de republicanos que fueron fusilados por los fascistas, el señor Silva saldrá diciendo que no le den argumentos a la derecha, que dejen eso así, que pasó hace mucho tiempo, que es una estupidez.
Los pueblos tienen deudas históricas por saldar. Y las revoluciones son precisamente para saldar esas deudas. Cuando la guillotina le cortó la cabeza a Luis XVI se castigaron crímenes que habían cometido decenas de generaciones de reyes anteriores. En Chile y Argentina existe un problema social de grandes proporciones, por el genocidio cometido por las dictaduras militares de los años 70 y 80. Toda una generación de revolucionarios fue sencillamente desaparecida, y el trauma de la represión seguirá perdurando por décadas, hasta que acciones populares comiencen a destruir uno por uno los símbolos de ese pasado genocida.
La historia la escriben los hombres, como dijo Marx. Los pueblos pueden escribir su propia historia, elaborar su propia versión de los acontecimientos
pasados, suprimiendo la historia de los vencedores hasta ahora conocida. Por supuesto que no basta con derribar la estatua de Colón. Hay que modificar la
versión que se les enseña a los jóvenes en los textos de Historia Universal de octavo grado. Hay que volver a escribir la Historia de Venezuela prácticamente en todos los períodos.
Hay una constante en las rebeliones populares. Los símbolos del poder son derribados cuando insurgen procesos revolucionarios. La caída del dictador Pérez Jiménez conllevó a que todos los edificios que simbolizaban el poder de la dictadura fueran asaltados y saqueados. Igual ocurrió cuando murió Juan Vicente Gómez.
Decir que no es correcto reivindicar a los indígenas porque se está dejando por fuera a los afroamericanos, a los mestizos y a todo el pueblo en general, es
nuevamente un argumento propio de Guillermo Morón. Este señor Morón decía que lo mejor que podía pasar era que los pueblos indígenas desaparecieran, se
integraran a la sociedad "civilizada". Para Silva los indígenas también son un problema.
Que la transculturización ha sido más fuerte por parte de los Estados Unidos es totalmente falso. El continente americano habla actualmente idiomas
europeos y profesa la religión que vino de Europa, y eso es obra del proceso etnocida que inició Colón. Casi todas las culturas americanas fueron exterminadas por la invasión europea, y las que quedan las están terminando de liquidar las sociedades neocoloniales que hoy tenemos.
Colón no está siendo arropado por este proceso de cambios. Puedo decir por el contrario que los derechos constitucionales de los pueblos indígenas a poseer sus tierras ancestrales no ha pasado de ser letra muerta. La Constitución Bolivariana, aprobada hace casi cinco años, aún no ha ejecutado los derechos de los indígenas allí contemplados. En cambio, instituciones del gobierno como Corpozulia, el Ministerio de Minas, y el Ministerio del Ambiente, están promoviendo un ambicioso plan carbonífero que destruirá gran parte de los pocos territorios indígenas que aún quedan en el Zulia. Tal vez la desesperación de los indígenas y de quienes se consideran indigenistas ha motivado acciones como el derribo de la estatua de Colón.
Ciertamente hay que hacer cosas más concretas. Como ocupar Corpozulia, o tomar el Ministerio del Ambiente, para impedir que se sigan aprobando las explotaciones de carbón en los territorios indígenas de la Sierra de Perijá.
Pero no por eso deja de ser importante el derribo de la estatua de Colón. Es más, este acto del 12 de octubre del 2004 pasará a la historia sin lugar a dudas. ¿Que puede despertar al monstruo dormido de las urbanizaciones del este de Caracas?. Bueno, creo que es muy positivo que se discuta sobre la invasión
europea, y que cada quien argumente sus posiciones. Eso, de todas formas, no ha dejado de ocurrir. Permanentemente en nuestras escuelas se sigue enseñando que un buen tipo llamado Colón nos descubrió hace 512 años, y nos trajo la civilización, la religión, y el sarampión. Lo que no se dice es que la civilización, el cristianismo y las enfermedades acabaron totalmente con sociedades que tenían milenios de existencia.
Por lo menos con el derribo de la estatua el ciudadano común sabe que existe otra versión sobre la misma historia. Que por cierto es algo que el presidente Chávez ha convertido en elemento central de todo su proyecto transformador.
El pueblo venezolano seguirá derribando símbolos de la dominación burguesa-imperialista, mientras esto siga siendo una revolución. Y dejará de lado a los enrollados que no duermen pensando en el matacuras o en su pureza de sangre.
(*) Historiador. Profesor de LUZ
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