La derecha santandereana desarrolló su campaña electoral para la presidencia de la República de Colombia, a celebrarse este domingo 30 de mayo, queriendo convertir al comandante Chávez, en un factor generador de adhesiones a su principal candidato: Juan Manuel Santos, ex Ministro de la Defensa del gobierno del desgastado y acosado presidente Alvaro Uribe; ello, motivado por el cálculo político de que las actuales tensiones existentes entre Bogota y Caracas, servirían para garantizar el triunfo electoral del orgulloso ejecutor de la agresión militar contra la República de Ecuador.
Pero contrario a sus estudios de “favorabilidad” electoral, la incorporación del comandante Chávez fue una táctica contraproducente por cuanto, en primer lugar, despertó las amplias simpatías políticas que vastos sectores invisibilizados del pueblo colombiano tienen para con Venezuela, la revolución bolivariana y el comandante Chávez y, porque le permitió el líder bolivariano fijar posiciones políticas claras sobre las relaciones entre ambos países, que le hicieron ver al pueblo colombiano la inconveniencia de elegir a un candidato como Juan Manuel Santos, cuya trayectoria política demuestra una enfermiza conducta de enemistad contra el pueblo y el gobierno bolivariano, lo que impediría la normalización de las relaciones políticas y comerciales y por ende, el agravamiento de la situación económica colombiana.
Aunque no se puede afirmar que esta equivocada táctica electoral de la derecha guerrerista y pentagonista, ha sido determinante en el comportamiento de la mayoría del electorado colombiano, no cabe dudas acerca de que ha tenido un peso importante para que las tendencias electorales se modificaran radicalmente, al “congelarse” el crecimiento de la candidatura de J.M. Santos y creciera significativamente las posibilidades de su principal rival, el exalcalde mayor de Bogota, Antanas Mockus quien, de un modesto 9%, al comienzo de la campaña, pasó en dos meses a un “empate técnico” de 35/34%, poco antes de la primera vuelta de las elecciones.
Tal escenario, imposible de imaginar hace tres meses, estremeció el campo continuista del uribismo y sus mentores del gobierno de los Estados Unidos quienes, despreciando las sensibilidades del pueblo colombiano, inesperadamente anunció la visita los días 8 y 9 de junio a Colombia, de la mismísima Secretaria de Estado, Hillary Roddas Clinton, precisamente en momento en que se desarrollaría la intensa campaña para la segunda vuelta electoral, en la que su principal candidato, J.M. Santos, todas las encuestas aseguran su derrota.
Esta jugada política revela, sin duda, que el imperialismo se convenció que los resultados electorales colombianos podrían constituir una seria amenaza a sus actuales tres (3) líneas fundamentales de trabajo en ese país: la derrota militar de la insurgencia revolucionaria, la ratificación de los acuerdos sobre el uso de las siete (7) bases militares colombianas y, su incidencia sobre el proceso de integración política y económica de América del Sur que impulsan el comandante Chávez y el presidente Lula.
No sorprende entonces, que mientras J.M. Santos y la canalla mediática acusan al comandante Chávez de inmiscuirse en las elecciones del vecino país, mantienen su consentimiento a la visita “proconsular” e intervencionista de la alta representante del gobierno imperialista norteamericano, pese a que, a diferencia a la justa respuesta del comandante Chávez a las provocaciones y manipulaciones del candidato J.M. Santos, estas sí constituyen una intervención descarada, grotesca e imperial del gobierno de los Estados Unidos en los asuntos internos de la República de Colombia, por cuanto esta dirigida a chantajear al electorado colombiano y apoyar al agonizante gobierno de Alvaro Uribe y, por consiguiente, a la candidatura de J.M. Santos que le garantiza a los Estados Unidos la continuidad de la guerra, el convenio de las siete bases militares y además, el control de la economía colombiana por parte de las corporaciones capitalistas globales.
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