La última payasada –y que me disculpen los payasos, a quienes respeto y envidio- de Álvaro Uribe contra nuestro país, fue su más triste capítulo como “jefe” de Estado. (Lo de “jefe” está entre comillas porque quienes realmente signaron su gestión fueron los gringos, amos y dueños del circo). El escandalazo en la OEA fue tan burdo y pobre, que hasta el mismísimo Secretario General –José Miguel Insulza- se arrepintió de comprar los boletos del show para reconocer luego que fue un error haber permitido semejante y bochornoso espectáculo bajo la carpa. La única prueba que salió a flote fue un autogol: la pésima pasta de animador del corrupto Luis Hoyos, quien para ganarse la vida deberá ahora vender triples y terminales porque pa’ diplomático tampoco sirvió.
A todas estas, el flamante Uribe Vélez confirmó aquello de que quien no lo hace a la entrada lo hace a la salida. Horas antes de abandonar la Casa de Nariño, no sólo demandó al Presidente Hugo Chávez ante la Corte Penal Internacional sino que se atrevió a demandar al Estado, o sea: a venezolanas y venezolanos, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Jura él, que acá violamos los derechos de sus compatriotas y que además damos refugio a guerrilleros terroristas.
Pues bien, hablemos claro Míster Uribe. Como sabemos que para usted y para “gente” como usted todo el que pasa hambre es terrorista por el sólo hecho de decirlo, ahora le diré mi verdad: sí albergamos terroristas colombianos. Están entre nosotros regados en las asperezas de nuestros barrios. Son millones de terroristas que huyen del hambre, de la violencia, de la carencia de salud, de educación, de seguridad jurídica, económica y personal que es propia del capitalismo salvaje que usted encontró, reforzó y que reinará en suelo neogranadino durante mucho tiempo. Sí, esos terroristas están protegidos por los socialistas criollos que usted denunció ante el mundo hace pocos días. Sí los protegemos, Uribe ¿y qué?
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