Si el ataque uribista al territorio de la Republica de Ecuador, el tratado gringo-uribista sobre las bases militares en Colombia y intento Golpe contra el presidente ecuatoriano, sirvieron como escenario conflictivo del nacimiento y desarrollo de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR; la repentina muerte de su ex Secretario General, el expresidente argentino Néstor Kirchner, sirvió hoy para patentizar el grado de afinidad, dentro de la diversidad, que está adquiriendo una organización que, dicho sea de paso, ni siquiera tiene un trato confirmado de la totalidad de sus Estados Miembros.
La respuesta rápida ante el trágico acontecimiento de los presidentes de UNASUR, movilizados como en las crisis políticas antes mencionadas, hablan a de la existencia, no solamente de un gran afecto y reconocimiento para el “flaco” Kirchner y su esposa, la presidente de la República Argentina, Cristina Fernández, sino la valoración de que tal hecho tiene, en sí mismo un altísimo valor político que hace posible que el mismísimo Lula Da Silva suspenda su programa de electoral para irse a Buenos Aires a acompañar a la presidenta argentina, que Rafael Correa dejara Quito a dos semanas del intento de Golpe de Estado, de la misma manera que los presidentes Chávez y Santos suspendieran una importante reunión y se vayan a Buenos Aires, y que el presidente paraguayo Fernando Lugo, afectado por el cáncer y asediado por maniobras desestabilizadoras, dejara Asunción para irse al funeral de Kirchner; conducta muy similares a las de Evo Morales y Pepe Mujica, además de las expresiones de pesar de los presidentes Sebastian Piñera y Alan García.
A lo anterior hay que agregar que la presencia de tales mandatarios de UNASUR, se da en medio de una fervorosa multitud que durante el día y la noche de este jueves 28/10, ha desfilado con cánticos y gritos por la Casa Rosada, expresando su pesar por el fallecimiento de Kirchner y en apoyo a Cristina Fernández, quien deberá, seguramente, tomar las riendas del Partido Justicialista que dirigía su esposo, para enfrentar los candidatos, unidos o separados, de la derecha revanchista argentina.
Sin negar los afectos de los mandatarios suramericanos por el fallecido expresidente y su condición de Secretario General de UNASUR, una lectura objetiva del escenario y comportamiento de las máximas autoridades de sus Estados Miembros, evidencian el grado de sinergia política y entendimiento personal que tienen estos Jefes de Estado acerca de la significación que hoy y a futuro, tiene la existencia de UNASUR para el fortalecimiento de la Paz, la Seguridad y la cooperación política regional y, para avanzar sólidamente, por el camino de la integración y la unión de Suramérica y, en general, de América Latina y el Caribe.
Hoy podemos reflexionar que la escogencia del fallecido expresidente Nestor Kirchner no pudo ser el resultado de un simple consenso político basado en la importancia de Argentina y virtudes personales de este experimentado político sino, especialmente, por tratarse una personalidad con estatura de Estado que hacían de su liderazgo y capacidad de negociación, un insumo fundamental para el desarrollo de esta naciente organización destinada convertirse en un polo de poder mundial de las dimensiones de la Unión Europea y el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, la Liga Arabe, la Unión Africana y la Asociación de Estados de Sudoeste de Asia.
De allí que todas las miradas se vuelcan hoy hacia Brasil y, en particular hacia Luis Ignacio Lula Da Silva y su Canciller Celso Amorín, para reemplazar al fallecido expresidente argentino al frente de UNASUR porque, al igual que Kirchner, se trata de personalidades de elevado prestigio, con liderazgos personales y políticos comprobados y una capacidad de negociación regional y global que permitiría cohesionar, desde el reconocimiento de las diferencias, a la diversidad de gobiernos y liderazgos suramericanos en la construcción de la arquitectura política y jurídica de UNASUR y el diseño y ejecución de una Posición Común sobre asuntos fundamentales de la situación política internacional, lo cual neutralizaría los niveles de influencia que, aún, mantiene los Estados Unidos sobre gobiernos de la región.
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