La publicación del portal Wikileaks de otros 250.000 documentos secretos, confidenciales y reservados del Departamento de Estado de los Estados Unidos, tiene un importante valor histórico y político pero, más allá de su impacto mediático y la humillación que supone para el imperio verse descubierto en sus felonías con sus amigos y sus enemigos, lo relevante es la confirmación de que el trabajo tradicional de los agentes del servicio exterior de los Estados Unidos, han dejado de ceñirse al contenido de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, de 1.964, para constituirse en otra agencia de espionaje del sistema de seguridad global de los Estados Unidos, que viene compitiendo con la Agencia Central de Inteligencia, CIA, en labores ilegales de inteligencia y espionaje.
Hasta ahora se conocía, que el gobierno de los Estados Unidos realizaba sus labores de espionaje ”sembrando” a determinados agentes de la CIA quienes, con los privilegios e inmunidades derivadas de la Convención de Viena, se dedicaban a realizar diversas tareas de infiltración ilegal de organizaciones políticas y sociales, captación de informantes ubicados en organismos del Estado y recolección de información sensible sobre el estado organización, directivo, moral y operativo de las fuerzas de defensa y seguridad, con el objeto de que tales informaciones le sirvieran a la CIA para elaborar planes injerencistas y desestabilizadores en dichos países y, eventualmente, desarrollar operaciones encubiertas dirigidas a afectar a gobiernos, líderes y organizaciones contrarios a sus intereses en ese país o en la región en donde están ubicados.
Lo más trascendente entonces de las revelaciones del portal Wikileaks no son las opiniones críticas que tienen los jefes de Misiones del gobierno de los Estados Unidos sobre los factores y actores de la realidad de los países donde cumplen sus funciones, sino que la tradicional doctrina diplomática de los Estados Unidos de separar sus operaciones de espionaje, realizadas por la CIA, de las actividades diplomáticas realizadas en el marco de la Convención de Viena, han cambiado definitivamente para convertir a cada a cada integrante del servicio exterior en un agente de inteligencia que tiene entre sus nuevas obligaciones ordinarias la recolección de información sensible de la vida pública, privada e íntima, de personalidades públicas y privadas y sobre organizaciones sociales y políticas de los Estados con los cuales sostiene relaciones diplomáticas.
El desenmascaramiento de este nuevo rol de agentes de espionaje del personal diplomático y consular de los Estados Unidos, debe tener importantes consecuencias en el tratamiento que le otorgan los Estados que están siendo objeto de amenazas y acciones desestabilizadoras por parte de ese país, como son los casos de los países integrantes de ALBA, que conduciría a un estudio y control más riguroso para la aceptación de estos empleados del servicio exterior, además de limitar la cantidad de los mismos a las actividades y servicios propios de esta antigua institución internacional.
Las nuevas funciones que, conforme lo publicado por Wikileaks tienen asignados los integrantes del servicio exterior norteamericano, no puede entenderse sino como una derivación de los radicales modificaciones que en los últimos tiempos se vienen produciendo en la concepción de la seguridad nacional norteamericana que, ante la desaparición del enemigo manifiesto – la Unión Soviética - optó por crear “el terrorismo” como amenaza global, para cuya guerra interminable no existen espacios territoriales, se desconoce el valor de la Ley y los organismos internacionales y, se extraterritorializa sus propias leyes e instituciones judiciales nacionales, mientras que se sustrae de la jurisdicción de los otros Estados, los actos atribuidos a cualquier de sus funcionarios que hayan podido violar las leyes de tales Estados.
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