La guerra imposible

Las actuales tensiones en la península coreana, dividida desde 1953 por voluntad imperial de los Estados Unidos y “santificación” del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, confirma que la guerra como medio de destrucción del enemigo, conquista de su territorio y sometimiento de su población, no es fácilmente posible en un escenario mundial de proliferación de armas de destrucción masiva, de crisis generalizada del sistema Capitalista dominante en el planeta y de la mundialización de las relaciones comerciales internacionales.

No hay duda de la insuperable superioridad de los sistemas de armas – incluyendo las nucleares - y el elevado y bien tecnificado pie de fuerza humano con que cuenta los Estados Unidos frente al desafiante, moralizado y nuclearizado ejército de la República Democrática de Corea, pero los hechos en el terreno demuestran que la determinación de la guerra no es un cálculo meramente cuantitativo y destructivo, sino que está determinado por diversos factores no militares, los cuales son los definitivos para decidir el inicio de la guerra, su forma de realización, continuidad, duración y terminación, por lo que nunca serán los generales sino los centros de poder político quienes tengan la responsabilidad de provocarla y terminarla.

Después del Crimen de Lesa Humanidad que constituyó el bombardeo nuclear no informado sobre la población civil de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en 1.945, las potencias nucleares han acumulado un arsenal cuya activación supondría la destrucción varias veces del planeta Tierra y la extinción de todo vestigio de vida en más de 10.000 años y, aunque en diversas situaciones bélicas (guerras de Corea y Vietnam, crisis de los misiles de Cuba, guerras árabe-sionistas y liberación de Angola, que se sepa), el uso de la bomba nuclear fue considerada para dirimir el conflicto, todos los análisis aconsejaron a las fuerzas rivales la contención, el uso intensivo de la fuerza convencional y la diplomacia, para superar el conflicto y evitar la guerra generalizada, dada la conciencia en los mandos militares y en las elites políticas, de que el uso de tal sistema apocalíptico del arma nuclear tendría un radio de destrucción planetaria en el que solo habrían derrotados.

Pero si esa posibilidad bélica fue considerada en el marco de la “Guerra Fría”, que enfrentaba en distintos escenarios a las fuerzas del campo socialista y del movimiento de liberación de los pueblos, por un lado y, las potencias Capitalistas y sus burguesías aliadas por el otro, en esta primera década del siglo XXI, la situación mundial ha cambiado sustancialmente, dado que, pese a la ausencia de la URSS y la derrota del socialismo en Europa, el Capitalismo ha entrado en una profunda crisis sistémica en la que la guerra, aún cuando pueda generar un cierto impacto positivo en el crecimiento de la producción industrial de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, esta no será lo suficientemente importante como para compensar el daño material, político y militar que una conflagración militar generalizada y nuclear le puede ocasionar a la economía capitalista dominante, al afectar el intercambio comercial mundial y los precios de las mercaderías y tensionar las acuerdos comerciales, financieros y monetarios precariamente vigentes entre los países con las economías más importantes del planeta.

No se trata de afirmar la imposibilidad de la guerra, porque ella existe en la actualidad y seguirá existiendo mientras queden sociedades de clase y la Humanidad no supere la subsistencia de los Estados en su actual concepción de instrumentos de control al servicio de las clases dominantes, sino en los límites reales al uso generalizada e ilimitado de la inmensa capacidad destructiva de la fuerza militar que conduce hoy a una revisión de toda la doctrina militar de las principales potencias las cuales, sin abandonar la utilización chantajista y disuasiva del arma atómica, parecieran inclinarse por el despliegue y posicionamiento territorial de las fuerzas, el desarrollo de armas de destrucción masiva de origen convencional y nuclear táctico, la aplicación generalizada del medio aéreo táctico y estratégico y, la utilización de sistemas electrónicos terrenales y espaciales de defensa y ataque que neutralicen las fuerzas contrarias, con un mínimo de daños para las propias.

Todo lo anterior debe conducir a la conclusión de que, ante la imposibilidad de una guerra que involucre a dos potencias económicas y nucleares actuales (la República Popular China y los Estados Unidos) y la poca probabilidad que un ataque preventivo de efectos destructivos limitados sea controlado por los contendientes y los organismos internacionales, la hipótesis de una guerra en la artificialmente dividida península coreana solo puede provenir de un acto desesperado y demencial de círculos guerreristas del aparato militar y de inteligencia de los Estados Unidos que, de esa manera, buscarían reimponer la hegemonía imperialista de los Estados Unidos al precio de la liquidación de la Humanidad y el planeta Tierra, imponiéndose sobre los sectores del gobierno imperialista que aún mantienen una política de contención, respecto al uso del arma nuclear como instrumento moderno de guerra.


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Yoel Pérez Marcano


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