Toda guerra es odiosa, por lo que entraba, significa y marca la historia en la gente y en el conjunto de un país, generando atrasos, muertes, inválidos entre muchas otras consecuencias nefastas. Unas son necesarias porque obedecen a un estado de conciencia determinado liderizadas por una vanguardia esclarecida y apuntalada por la situación que produce o le da aliento a la lucha. Otras, por el contrario, son atribuidas al síndrome del dominio y en uso extremo de la fuerza como elemento de ese dominio, esto último configurado por lo económico y lo militar, no obstante, como bien sabemos el dominio además puede ser y es de otro tipo, nos referimos al control de la percepción ideológica política, la cual está comprendida por lo que conocemos como guerras de nueva generación, esta como precedente de la actuación posterior de la fuerza militar.
En el presente caso y lo que nos motiva al presente escrito es lo que está en estos momentos ocurriendo en Libia, lo que calificamos como guerra ¡tan inmoral!, no es que no haya habido otras que podamos calificar de igual manera, pero, aunque los países intervinientes de la “alianza santa” seguro negarán que se trate de eso, de una guerra, sino simplemente de la solidaridad con los rebeldes. La gran diferencia y que la hace tan inmoral es el desnudo flagrante en las excusas presentadas y más allá de ello, la poca importancia que tal decisión produzca entre gobiernos y pueblos del mundo, comenzando por sus propios pueblos.
Si algo está aprendiendo la humanidad, es sobre los causantes de los cambios climáticos, los mismos que hacen la guerra; los causantes de la crisis alimentaria, los mismos que hacen la guerra; los causantes de la quiebra de valores, los mismos que hacen la guerra; los causantes de la pobreza y miseria en el mundo, los mismos que hacen la guerra, en fin podemos hacer una lista bastante larga que nos confirma y afirma que los pueblos del mundo están viendo las cosas de manera diferente, observando de que lado están sus enemigos.
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