Váyase acostumbrando Mr. Bush

Insisto, EE.UU., es un gigante torpe, muy torpe. Su ineptitud es directamente proporcional a su poderío, incluso esta excede con creces su imperio. Su tan agresiva como errada política exterior lo conduce de fracaso en fracaso. Incluso el Departamento de Estado, a la luz de sus acciones debería ser rebautizado como Departamento de Pollitos, por aquello de no dar dos pasitos sin depositar una plastita.



En su afán por atacar el ejemplo de dignidad que se está verificando en la patria de Simón Bolívar y obsesionados por el éxito de las políticas integracionistas bolivarianas que, entre otras cosas, han logrado que el ALCA amaneciera el año 2005 frío y con tufillo a muerte, emprendió un ataque microfónico furioso intentando aprovechar el conflicto, ideado y ejecutado por la CIA, relativo al secuestro de Rodrigo Granda en franca violación de la soberanía venezolana introduciendo su cuchara en el asunto. Como siempre. Lo hizo apresurado, enloquecido, desorientado logrando con ello meter no la cuchara, -que después de todo no es ni malo dependiendo de la cuchara- sino la pata. Además hasta más arriba de la rodilla.



Las múltiples declaraciones del Departamento de Estado no sólo fueron inútiles para avivar la llama del conflicto, sino que, fueron el catalizador para el reencuentro con el valor integracionista de todos, o casi, los estados latinoamericanos. Incluso, el coco, el fantasma de Fidel Castro emergió de la crisis como el gran pacificador de la comarca quedando ellos sólo e íngrimos y con el mandado sin hacer o bien mal hecho.



Pero eso no les basta. Su vocación desmedida por la estupidez es impoluta, sin poros, redonda, como una bola de billar. Ahora, nada menos que Mr. Zoellick, quien se venía desempeñando como el jefe negociador del ALCA. Habría que preguntarse ¿Qué ALCA?, pero no lo haremos por ahora. Sí nos detendremos en ver lo que este caballero afirma en nombre de su gobierno, todavía lo dejan hablar, debe ser como premio a su gestión frente a las negociaciones del ALCA y, después de no desperdiciar la ocasión para atacar al Presidente Chávez diciendo que: “Chávez es un autócrata que quita las libertades”, hizo la más rotunda confesión de cómo están claritos respecto a lo que bulle en la América Latina. Vean esta perla: “Hay una tendencia autoritaria en la región debido a que los gobiernos demócratas no le han servido mucho a los pobres en América Latina, lo que estamos viendo es que la gente marginalizada de la sociedad tradicional aprovecha lo caminos democráticos y dicen: miren quiero el pedazo que me corresponde.” (Por la forma de llamar a los pueblos, este pasó por Venezuela y se reunió con Pompeyo, ¡segurito!). Bien, una maravilla, una claridad que ciega, una lumbrera este Mr. Zoellick.



¿Alguien podría haberlo dicho mejor?. Este Mr. Zoellick es un chavista infiltrado en el Departamento de Estado. ¡Chávez es grande!. Nos quitamos el sombrero ante Ud., Mr. Zoellick. A confesión de partes relevo de pruebas, ha dado Ud., en el mero centro de la diana. ¡Sí! Eso mismo es lo que está pasando en América Latina y no los fantasmas que les hacen perder el juicio. Está pasando que los millones de personas excluidas y marginalizadas (de que se pega, se pega, perdonen) que su sistema de explotación capitalista dejó a un lado en la cuneta de la historia, y que los gobiernos “democráticos” cipayos y sumisos ayudaron a invisibilizar, tienen voz, se están haciendo presente, están reclamando lo suyo.



Pero deberíamos decirle a Ud., algo más, a modo de consejo para que no les vaya tan mal. ¡Generosidad que algo queda!. Sería bueno que se acostumbren a la voz y la presencia del pueblo latinoamericano. Este pueblo, en buena medida debido a sus dos fantasmas, esos que no les dejan dormir: Fidel y Chávez, está de pie y en marcha, se ha reconocido por como motor de su propia historia y constructor de su propio destino, y eso, Mr. Zoellick, sería bueno que se lo dijera a su Jefe ya que usted pareciera hasta inteligente, eso, no lo podrán derrotar, no lo podrán borrar ni con todo el poderío de sus bombas, ni con toda la fuerza propagandística de sus medios, ni con nada. Dígale a su jefe una frase salvífica, con fuerza de vida eterna, dígale Mr. Zoellick, al oído, despacito y para que lo entienda: ¡Váyase acostumbrando Mr. Bush!.


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Martín Guédez


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