Pareciera una redundancia, pero es bueno enfatizarlo así. De nuevo, David contra Goliat. Venezuela hace rato está en la mira de los halcones del Pentágono, disfrazados ahora de Premio Nobel de la Paz, con Obama a la cabeza.
Cualquier excusa es válida. El derribamiento de las Torres Gemelas, todavía sin dilucidar. La fábula de la fabricación de armas de destrucción masiva que condujo a la devastación de Irak, cuna de la cultura sumeria, lo cual a los gringos no les hace ni coquito.
De nuevo resurgen los peores recuerdos del águila imperial: depredadora e insolente, ha arrasado pueblos y culturas. Crea falacias para justificar muertes e invasiones.
Irrespeta y se abroga la cualidad de querer determinar a las naciones del mundo el rumbo que deben seguir. Pretende fijar las relaciones entre los pueblos y maneja la tesis del hegemón planetario. Experimentando y ensayando con perversión la guerra, lleva 100 años enlutando a la humanidad.
Década tras década, diversos hechos marcan ese periplo de la última centuria. Republicanos o demócratas, con presidentes blancos o negros, pisotean la soberanía de los pueblos.
No hay continente que no haya sido tocado por esa ambición expansionista. En fecha reciente se cumplió su sueño contra Kadafi. Allí está el pueblo libio sufriendo las consecuencias.
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha anunciado esta semana, en el marco de la Ley de Sanciones a Irán de 1996, que su gobierno ha decidido penalizar a siete entidades extranjeras, entre las cuales está Pdvsa, por mantener programas de intercambio energético con esa nación.
En principio, la medida habla de la prohibición de acceder a contratos con aquel Gobierno y a financiamientos para importar y exportar.
Curiosamente, las ventas de petróleo de Venezuela a Estados Unidos no se verán afectadas, pero se prohíbe vender cualquier tipo de armamentos por dos años a nuestro país. Eso no es novedoso pues ya nos habían negado hasta los repuestos para los F-16 desde hace tiempo.
Esas medidas lesionan nuestra soberanía e independencia y es una evidente injerencia en la política exterior del país. El presidente Chávez, el canciller, el presidente de Pdvsa y la Asamblea Nacional condenaron ipso facto la medida injerencista.