Libia: Signos de derrota

La acción neocolonialista y terrorista de los países de la OTAN, encabezados por los Estados Unidos de América, la República Francesa y el Reino Unido contra la República Jamahiriya Arabe Libia tiene hoy, signos de agotamiento e, incluso, de derrota.

Lo que parecía una operación “relámpago” de la OTAN y algunos de sus aliados feudales del Medio Oriente, dirigido al derrocamiento del gobierno libio y el liderazgo histórico del Coronel Muhamar Al Gaddafi, se ha venido irregularmente desarrollando en medio de grandes contradicciones en el mismo seno de esa organización guerrerista, expresada en la resistencia de algunos de sus integrantes de apoyar semejante aventura o de incorporar sistemas bélicos para su ejecución y, en la reticencia al reconocimiento del autodenominado Consejo Nacional de Transición, como único representante del pueblo libio; situación agravada por la decisión del gobierno imperialista de los Estados Unidos de suspender sus operaciones ofensivas por la negativa del Congreso financiar esa nueva guerra, la profunda crisis financiera y política que afecta a varios países de la OTAN implicados en la agresión (Portugal, España e Italia), que ha llevado al Reino Unido y Francia ha considerar las posibilidades de negociación entre las partes.

En el campo de la confrontación política, desde un principio se hizo evidente la debilidad estratégica de los grupos alzados en armas en Bengazi y en otras ciudades del centro y noroeste de Libia, al poder podido incorporar a sus traidores propósitos a la mayoría de las tribus que sirven de soporte al sistema político no electoral de la Jamarihiya Araba Libia, la mayoría de las cuales se mantuvieron fieles al gobierno libio y algunas, que asumieron inicialmente una posición neutral en el conflicto, terminaron por incorporarse a la propuesta del líder Gaddafi de una solución política negociada al conflicto; debilidad que se ha visto aumentada por el cambio de posición de la Unión Africana en favor de la salida política negociada, las firmes posiciones de rechazo de la Federación Rusa y la República Popular China a operaciones de la OTAN en el territorio libio y la decisión del Secretario General de la ONU, Bam Ki-Moon, de enviar un delegado por explorar salidas negociadas al conflicto.

Estos dos factores externos e interno de la estrategia de la OTAN y sus fuerzas subalternas libias acantonadas en Bengazi, han sido determinantes en el curso de la guerra porque, si bien es cierto los criminales terroristas de la OTAN han desatada una campaña indiscriminado de bombardeos en contra de Sirte, Brega, y, especialmente contra Trípoli, con el saldo de más de mil civiles asesinados y cuatro mil heridos, además de grandes daños materiales a la infraestructura civil; sus instrumentos libios de la agresión no han sido capaces de incorporar a cientos de miles de combatientes, necesarios para la conquista y control del amplio territorio desértico libio, teniendo que depender, exclusivamente, del poder de fuego de la aviación terrorista de la OTAN, que le abre camino a sus tímidas ofensivas y les cubre las retiradas al ser repelidos por las tropas del gobierno libio que parecieran tener como estrategia el desgaste moral, militar y político del enemigo, sosteniendo sus posiciones y arriesgando muy poco su reserva bélica, mientras moviliza las masas en todas las ciudades bajo su control en la defensa del país y sus riquezas petroleras, de la agresión extranjera.

Todo ese cuadro de contradicciones políticas, debilidades diplomáticas y derrotas militares, se ven hoy impactadas por el asesinato por sus propios aliados, del principal cuadro militar del los alzados, el exministro del gobierno libio, general Abdel Fatta Younes, acusado de conciliación y negociación secreta con la dirección del gobierno libio, lo cual seguramente profundizará las contradicciones políticas y las confrontaciones armadas entre los miembros de la tribus de los Obeidi, de la cual era líder el general Younes, con los otros grupos de alzados, que responden a diversos intereses y clanes tradicionales.

Con Libia se sigue demostrando que en este siglo XXI, al imperialismo no le es posible alcanzar una victoria militar en sus aventuras de agresión y conquista, no solo porque carece de la legitimidad y moralidad para justificarla, sino porque sus propias debilidades y el crecimiento de la conciencia de los pueblos hacen imposible convertir a una agresión filibustera y terrorista en una lucha por la Democracia y la Libertad.


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Yoel Pérez Marcano


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