En Venezuela ocurren cosas portentosas que no siempre son apreciadas por buena parte de nuestros compatriotas, pero aun así causan admiración entre los conocedores que saben distinguir un suceso excepcional cuando se da el caso.
Hace poco, por ejemplo, la Vinotinto le ganó a la Selección Argentina uno de los partidos que califican para determinar quiénes competirán por la Copa del Mundo. Cualquier apostador que hubiese intuido el resultado podría haberse hecho millonario con toda facilidad, pero, como dicen, para adivino Dios.
En los deportes acuáticos nuestros atletas se fajaron como los buenos con los mejores del orbe en los Panamericanos de Guadalajara y obtuvieron medallas que hace poco parecían sueños de opio.
Ahora nos acabamos de enterar que un submarino gringo, a todas luces de propulsión nuclear, presumiblemente invadió nuestro espacio subacuático y fue detectado por la Armada Bolivariana. Esto lo obligó a pisar la chola (o como se exprese en la terminología naval) y alejarse a sopotocientos nudos por hora.
Naturalmente los oficiales de la marina estadounidense no contaban con nuestra astucia. No tomaron en cuenta o se les pasó por alto que desde hace poco fue incorporado el submarino Sábalo a la flota venezolana, tras ser repotenciado con la última parafernalia bélica.
Claro está que sería una osadía comparar un submarino convencional con uno de los sumergibles nucleares que figuran entre los buques de guerra más poderosos del mundo.
Un submarino atómico puede permanecer bajo el agua por tiempo indefinido y resulta casi indetectable. Además porta misiles como para destruir varias ciudades o arrasar con medio continente.
Sin embargo el hecho fue que nuestra Armada descubrió al submarino gringo en las aguas territoriales criollas y éste debió largarse a toda prisa antes de provocar un incidente internacional.
Tal vez los gringos buscaban langostas en Los Roques o querían escuchar las conversaciones que fluyen por el cable que une a Caracas con La Habana. Lo cierto es que nuestros marinos los detectaron y debieron huir.
Ahora resulta que en eso de bucear entrometidos o fisgones también somos vergatarios.
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