El gobierno de Bush logró la mayoría en la Comisión de Derechos humanos de la ONU para condenar a Cuba como país que viola y atenta en contra de los derechos humanos de su pueblo.
De nuestro Continente solamente cuatro países votaron afirmativamente, entre los cuales destaca México, quien busca con ello garantizar el voto de Washington y de los gobiernos de la región que son incondicionales al imperio, para la elección de su canciller Derbez como Secretario General de la OEA el venidero 2 de mayo, fecha en que fue fijado el próximo acto eleccionario, luego de los comicios realizados el pasado 11 de abril, devenidos en un empate en cinco intentos consecutivos, lo cual puso en evidencia el resquebrajamiento de la influencia gringa en su patio trasero.
Efectivamente, desde la creación del foro regional en 1.948, todos los secretarios designados para tal responsabilidad han sido sus candidatos favoritos, por lo que el fracaso rotundo al verse obligados en esta ocasión a retirar en una primera instancia la candidatura de su cipayo Francisco Flores, expresidente de El Salvador y ahora pretender imponer, sin éxito, al candidato mexicano, lo único que indica es que, efectivamente, lo que era su práctica ancestral de decidir quien debía conducir la riendas de la institución, esta vez le resultó todo un fracaso.
Pero no ha sido esa su única derrota de los últimos tiempos, de la que seguramente logre resurgir en el próximo intento, dada su capacidad maniobrera a fuerza de billetes verdes, la amenaza y el chantaje, aun cuando ya nada de eso pareciera estarle dando frutos, pues no debemos olvidar que en la última reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA en Santiago de Chile el pasado año, perdió el puesto que detentaba en ese organismo desde su creación y en su lugar fue elegido el representante de Venezuela.
Y es que esa debacle histórica del imperio no es gratuita. Es el pago que recibe por su conducta agresiva e intervencionista contumaz en los asuntos internos de nuestros pueblos. Han sido 160 años casi continuos aplicándonos sus políticas de control y dominio absolutos, las más de las veces de la mano de regímenes dictatoriales y criminales u otros dóciles a sus dictados e igualmente violadores sistemáticos de los derechos humanos, a los que jamás cuestionó y que, por el contrario, les otorgó su aquiescencia y apoyo totales.
Esa resolución es producto de la mayor desfachatez y de la hipocresía en su máxima expresión, pues los gobiernos que le dieron su apoyo saben, sin la menor duda, que el primer violador de los derechos humanos del orbe es el imperio yanqui, pero la falta de integridad moral y decidida posición entreguista y sumisión de sus máximas autoridades a lo que el imperio decida y ordene, no les permiten contrariarlo.
Muy frescos aún están en la memoria de los pueblos del mundo los bombardeos criminales de innumerables áreas urbanas de Afganistán y de Irak, así como los miles de prisioneros torturados y vejados bárbaramente en la cárcel de Abu Graib y en el campo de concentración que abrieron en Guantánamo, para referirnos a hechos relativamente recientes.
Es una infamia detestable esta resolución que nuevamente logra concertar y aprobar una Comisión de Derechos Humanos que ha tomado la decisión de no querer ver los atropellos y abusos infamantes en contra de la dignidad de los seres humanos por parte del gobierno imperial de los Estados Unidos en cualquier latitud del globo terráqueo, sino en la dirección que le indique la Casa Blanca.
La misma impunidad de que gozan las fuerzas del gobierno yanqui en sus cruzadas de guerra, muerte y desolación a donde quiera que van como custodios de la seguridad y la paz universales que nadie les ha conferido, es ya una desvergüenza mayúscula y la mayor y más descarada desfachatez y una afrenta indubitable a sagrados derechos humanos trastocados por una conducta perversa e hipócrita de un organismo como la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Para esta semana, ya la última programada para las deliberaciones de la Comisión, será sometida a votación la propuesta de la representación de la isla de Martí para que la misma demande del gobierno norteamericano una investigación imparcial e independiente sobre las vejaciones y torturas a los presos de Guantánamo, quienes no han sido otra cosa que simples seres sometidos al grave delito de secuestro, pues se les ha negado el derecho a la defensa y a luchar por su libertad en el marco del derecho internacional.
Ya veremos cual habrá de ser la postura de la Comisión y si la misma guardará coherencia con la argumentación y decisión de condena a Cuba por las supuestas violaciones de los derechos humanos con los llamados disidentes o “presos de conciencia”, los que no son otra cosa que cipayos traidores al servicio de los planes de agresión sistemática del gobierno del norte en contra de Cuba.
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