Cosas de Santos

Las primeras palabras que dijo a Hugo Chávez frente al pelotón protocolar el día que llegó, acompañado de su comitiva de "fina estampa" y de esa inquietante y fragorosa legión de mujeres, erguidas como los sauces que jamás se desesperan; sus primeras palabras, para quienes sabemos de flechazos lingüísticos provengan de donde provengan, salieron cargados de la intencionalidad de marcar el campo verbal del Presidente Chávez, como quien lanza un dardo entre la multitud, nada invisible, nada consonante pero turbulento, como un grito salvaje en un jardín de infantes que juegan en el arenero: "Hace veinte años celebrábamos en este mismo lugar la firma de un Tratado de Libre Comercio que fue el inicio de la excelente y fructífera relación comercial entre nosotros", dijo el ideólogo de la Operación Fénix que acabó con la vida de Raúl Reyes y que no ocultó su emoción y su llanto ante su señora esposa cuando se enteró de la muerte del Comandante Cano.

Esas palabras de Santos pulsaron el timbre de lo que Manuel Rivas llama el “Síndrome de Burn Out": un padecimiento de múltiple manifestación, pero que desnuda inequívocamente al capitalismo impaciente y caprichoso y altanero. Pudo haber evocado otro recuerdo (otro falso positivo), pero escogió uno que sonó a un trabalenguas decadente, a un chiste tan malo que ni por disimulo nadie podría reírse.

Al fin y al cabo, la ceremonia del reencuentro entre ambos Presientes pudo asemejarse a un duelo entre dos hombres que de antemano sabían que no correría ni una pizca de sangre, así ésta hiciera su recorrido metafórico.

Ciertamente, pudo ahorrarse esas palabras rancias, como su estirpe, y hablar más bien del clima lluvioso que está azotando a nuestros países hermanos; de la cabeza rapada de Hugo Chávez, jugar a un ritual sin donaire, pero jamás pronunciarlas frente a quien, precisamente, le dio un escobazo al Tratado de Libre Comercio para pulimentar nuestra soberanía de negociar con quien nos venga en ganas.

Pero nuestro Gallo lo agarró en la bajadita en la CELAC. Se le fue por la tangente, por las ramas. Lo sorprendió fuera de la almohadilla, o quizás más relajado, que es el estado perfecto para lanzar una rabo e cochino o una indirecta inolvidable.

Relatando un episodio político, Chávez nombró y deseo paz a los restos mortales del Comandante Marulanda.

fruiztirado@gmail.com


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Federico Ruiz Tirado


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