¡El imperialismo ataca! Debe ser el título de la nueva película de Hollywood, seguro ganará varios Oscar de La Academia como mejor cortometraje de guerra.
El Carl Vinson, buque desde el cual se anunció que Bin Laden estaba muerto y era trasladado a alguna parte de los océanos para enterrarlo en el mar abierto, arrojado en mayo de 2011, escondiendo la mentira de los atentados del 11S, sobre todo ocultando la verdad de un Osama Bin Laden temible y líder de la red Al Qaeda, pero socio de la familia Bush.
Ahora la guerra viaja en barco. Artilladas y fortificados portaaviones, contenedores de bombas atómicas recorren el mundo sin ningún parangón ni controles por parte de la inefable comunidad internacional agrupada en la protección de los cincuentas bancos centrales adoptados por la gran banca suiza.
Mientras, el portaaviones de propulsión nuclear USS John C. Stennis (CVN-74) de la clase Nimitz de la marina norteamericana, con servicio activo desde 2010, con un peso de 103.000 toneladas y propulsado por dos reactores Westinghouse, con 5.617 tripulantes, mas noventa aviones y helicópteros, escoltándolo un grupo de batalla, atraviesa el Estrecho de Ormuz, pese a las advertencias iraníes, en represalia por supuestas sanciones a su programa nuclear. Fortificadas naves navegan aguas territoriales de Irán y Omán, por la cual transitan cada día un promedio de 13 buques cisternas que transportan más de 15 millones de los embarques mundiales de hidrocarburos.
Aún cuando el tres de enero del 2012 el general iraní Ataollah Salehi exigió que ese monstruo no volviese al Golfo Pérsico por ser considerado un peligro para la estabilidad de la región, sus palabras nunca fueron tomadas en cuenta por la administración de EUA.
La lucha global por los recursos es con guerra, quienes mantienen el mayor arsenal atómico quieren seguir arrodillando al orbe, incluida Venezuela, la mayor reserva de crudo del mundo.
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