Una
de las características de la edad, no avanzada, sino alcanzada con
largueza, es la incredulidad. De joven -y digo de joven hasta los 55
años- era muy crédulo. Claro, también es verdad que creía en lo que me
convenía, pero igual es verdad que muchas veces el portador o la
portadora de eso que me convenía no era en quien debía creer,
objetivamente. De allí que innúmeras veces me jodieran, y aún me joden, y
no quisiera ser por cierto como un no sé si paranoico amigo que
vociferaba, con descomunal orgullo que a él no lo jodía nadie, y lo
jodía todo el mundo. Me reía de él, pero por razones de seguridad lo
hacía solamente cuando no lo jodían… Y aclaro que el significado
venezolano de joder viene del verbo
jodienda en la conocida conjugación de una contenta y bienaventurada
venezolana que, puede estar cerca del 90-60-90, pero no de la
presidencia de la República. Así que, la única incredulidad que me viene
desde joven, es la de que haya gente bruta. Particularmente no creo en
la brutalidad humana. Primero porque es un contrasentido; digamos que
algo contra natura. Me lo decía antes la intuición, y hoy la experiencia
como formas de aproximarme a la verdad. Porque si a ver vamos, bruto no
es antónimo de inteligente, salvo en lo de torpe que pudiera entonces
hacerlo por lo de tardo en comprender. Claro, porque no es lo mismo ser
listo, agudo, perspicaz, o ingenioso, que tonto, torpe o cerrado o
cerrada, aunque estos tres últimos adjetivos no signifiquen, para nada,
falta de inteligencia. Siempre habrá inteligencia en un tonto, en un
torpe o en algún cerrado o cerrada. Si no, véanse no más los
arquetípicos casos de los premajunches de la MUD. Por
eso es que sostengo que, hasta en la brutalidad, hay inteligencia.
Se
ha hecho conocer que unos ingenieros gringos, a petición de su
democrático y humanista gobierno, y para gloria de este mundo, presidido
positivamente por un premio Nobel de la Paz, han inventado inteligencia
para una bala que tradicionalmente ha sido un apresto bruto y sin
sentimientos, al menos altruistas. Se servirá ella de unas aletas que le
permitirán corregir su vuelo así como de un sensor óptico que le
permita perforar un objetivo designado con láser. “La información del
sensor se envía a un
sistema de control y guía que utiliza un algoritmo (procesado en un CPU
de 8 bits) que se encarga de controlar unos actuadores
electromagnéticos que son los que modificarán la trayectoria de la “bala
inteligente”.
Se
demuestra alegría por ser esta bala “inteligente” una revolución (véase
la revolución que admiten gozosos) para las fuerzas militares
terrestres en lo de ayudar a reducir todavía más el número de víctimas
civiles en conflictos futuros, lo que presagia, entonces, que las
guerras imperialistas continuarán con mayor seguridad.
Y
una de las legítimas preocupaciones, es que dicha tecnología pudiera
hacerse accesible en el mercado ilegal de municiones, amén de que la
gente pudiera sentirse temerosa de que la bala pueda ser utilizada por
terroristas, sobre lo que no cabe la menor duda puesto que el país que
la inventara es lo más terrorista de este mundo de hoy.
Pero
esta tecnología pudiera también tener algún impacto en la política
venezolana, dado que la Secretaria de Estado pudiera ponerle a las balas
frías premajunches esos mismos avíos a ver si son capaces de
dirigirlos, y hacerlos penetrar, en el corazón de un pueblo, que
desprecian.
Y también, además, habría que tener mucho cuidado de ahora en adelante, no vaya a ser que un terrorista bruto, de esos de los que la CIA dispone, le dispare una de esas inteligentes balas a Chávez. Recordemos que las que mataron a Kennedy eran de las “brutas”, pero con la inteligencia suficiente como para que nunca aparecieran los autores intelectuales de tan autorizado magnicidio doméstico imperial.
canano141@yahoo.com.ar