Chocar los cinco es el equivalente a esa costumbre gringa, instalada entre nosotros, de chocar (valga la redundancia) las manos abiertas en señal de estar compartiendo un hecho que complace. Bien, recientemente el presidente venezolano expresó su deseo de hacerlo con el presidente Obama.
¿Una viveza más de Chávez? Tirios y Troyanos pudieran estarlo pensando; unos, en señal de aprobación y exaltación; otros, en reiteración de críticas que se le hacen. Sin embargo, tal y como lo vemos, Chávez es fiel al concepto de hacer política que ha expresado en varias ocasiones.
En el discurso del presidente por ningún lado se observa menosprecio hacia el adversario; al contrario, aunque a algunos luce exagerado las constantes menciones al “Imperio”, ello es el reconocimiento del poder que este tiene. Lo que no significa que, producto de ese poder, una pequeña nación deba inclinarse de rodillas o hacer lo que le pauten desde ese centro de poder mundial.
Vietnam y Cuba son ejemplos de que el “Gran Coloso” no es invencible, pero tampoco es para estarle buscando broncas gratuitamente. Mao decía que era “un tigre de papel”, solo que se le olvidaba agregar que con colmillos atómicos. Por cierto, posteriormente lo reconoció en la práctica, al momento de iniciar negociaciones con aquel “tigre de papel”.
Las relaciones con los Estados Unidos son un tema que siempre estará presente en la agenda de cualquier país del mundo, especialmente si se trata de uno ubicado en este continente.
A pesar de lo tenso de nuestras relaciones, ellos son nuestro principal cliente petrolero. Lo que es razón suficiente para aspirar a unas relaciones signadas por el respeto.
En nuestro país existen compatriotas que observan las relaciones con aquel país en término de subordinación casi absoluta. Al punto que sus actividades internas se ven interferidas por esta visión. De esta manera están dispuestos a justificar y respaldar cualquier acto político que aquella nación realice, sea o no justo.
Ejemplo de esto fue la política petrolera impulsada por los últimos gobiernos que precedieron al actual. Si ella hubiese continuado, estaríamos jugando el mismo papel que hoy juega Arabia Saudita y que tarde o temprano provocará reacciones incontenibles en ese país.
No es retórico establecer una diferenciación entre el pueblo de los Estados Unidos y sus élites. Es más, tampoco es una sutileza anotar las diferentes posiciones que dentro de estas se dan. Obama, para molestias de un amigo, es expresión de estas contradicciones, no solo por ser el primer presidente negro, también por haber recogido la inconformidad que el sistema político de su país genera.
Por supuesto, es el presidente de la nación más poderosa del planeta y era ingenuo esperar que no se comportara como tal, aunque pudo poner un poco de su parte para hacer buenas sus promesas electorales. Ejemplo, una política de respeto a lo específico de América Latina, por decir lo menos. No cumplió y su liderazgo está en peligro, amenazado por los fundamentalistas que hoy asoman los dientes.
Estratégicamente hablando, ¿Quién puede resultar mayor amenaza para el país que preside, Venezuela o Paquistán? La respuesta es obvia: aquellos tienen armas nucleares y culturalmente, están tremendamente separados de Estados Unidos. Sin embargo, con ese país han sostenido relaciones de colaboración y alianzas por muchos años, si bien hoy están seriamente deterioradas.
Bien, de eso se trata, de establecer relaciones fundadas en el respeto a la autodeterminación que cada pueblo debe tener, lo que se traducen en no interferir ni intervenir en sus asuntos internos. Entre otras razones, porque es potestativo de cada nación proporcionarse el gobierno que desee, mucho más cuando ello se hace a través de sistemas de elección democráticos.
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