Dialogo, (años ha) entre un tío mío por parte de madre, y un vecino, ambos combatientes en distintos frentes de la guerra civil española, por el bando republicano.
El dialogo versaba sobre los combates en el norte de España, para defender un estrecho trozo de tierra rodeado por fascistas por todas partes…, naturalmente por todas, menos por aire y mar.
El vecino le preguntaba: —¿estaban muy cerca los fascistas?
—Sí, todo lo más estarían a unos quince o veinte kilómetros. Pero salimos de allí antes de que llegaran hasta donde nos hallábamos, las vanguardias fascistas. La situación en aquel frente—decía mi tío—era muy delicada; era un frente que se acababa. Fracasada la diversión realizada en el frente de Madrid, aquello no se había podido sostener.
Vecino: —La causa principal—preguntó.
—Falta de armas, el armamento era deficiente y escaso, tan sólo fusiles había en cantidad, artillería siempre hubo poca y la aviación era casi nula. La ayuda de Rusia nunca fue suficiente, durante toda la duración del conflicto; es imposible presentar como un esfuerzo de solidaridad sin reservas una ayuda que fue suficiente para permitir proseguir la guerra pero que, si hubiese sido más generosa, sin duda nos habría permitido inclinar definitivamente la balanza a nuestro favor. Y a partir del verano de 1938, una disminución progresiva de la ayuda militar, que culminó en el abandono total de la República. Stalin fue capaz de decidir exactamente la fecha de la caída del gobierno de Largo Caballero e inclusive, más tarde, la fecha de la derrota final. Creíamos allí, que una de las causas principales era el Pacto Hitler-Stalin, donde la prenda fue España. Como contraparte, es necesario señalar de golpe que, sin la aportación de material ruso, la resistencia republicana no hubiese podido prolongarse más allá del año 1936.
Vecino: —Entonces, ¿vencían los anticomunistas?...
—Clásicamente sí.
Vecino: —No entiendo.
—Naturalmente, no entiendes; no puedes entender…, pero no te sientas humillado; tampoco lo entendíamos nosotros allí y esos grandes diplomáticos europeos. Estábamos todos en el mismo caso.
Habíamos terminado de almorzar y junto a una ventana les habían servido sobre una pequeña mesa una botella de licor y café. Se trasladaron allí, tomando asiento en un diván y en una de las butacas que formaban en la casa un rincón agradable.
—Sigue narrando mi tío: Había cesado el bombardeo, y el panorama que podíamos contemplar era de tensa calma.
El vecino aprovechando la euforia de la comida y del ambiente, aprovechó, para provocar más confidencias. Siempre la sobremesa en la casa de mi tío había sido propicia para hablar de aquellos acontecimientos.
El vecino sigue preguntando: —Decías tú camarada, que me hallo a la misma altura que cualquier diplomático europeo de esa época. ¿Puedo saber en qué?
—Hablamos de la victoria fascista en España, ¿no es eso?...
Vecino: —Sí, decías victoria, pero clasificándola de clásica… ¿Qué quiere decir ello?...
—No es fácil hacerlo entender, dada la carencia total de antecedentes.
Vecino: —Acaso no sea suficiente haberme hallado en el frente y el leer en la prensa burguesa y soviética cuanto se hablaba de esa guerra civil, al ser ella esos años el acontecimiento que acaparaba la pasión y atención de todo el mundo; pero he creído entender bastante bien que allí se libraba una batalla importante contra el fascismo agresor y expansionista de Hitler y Mussolini, ¿no es así?... Y siendo así, la derrota del antifascismo sería siempre una derrota. ¿Hay o no hay lógica en mí?...
—Sí, hay lógica camarada, pero una lógica de primer grado, totalmente elemental.
Vecino: —Y no le sería más a útil a Stalin el triunfo republicano, que le daría un aliado. No me vas a defender que la derrota del antifascismo era un triunfo del Comunismo.
—Para Stalin: el Comunismo era la U.R.S.S., camarada; ¿hasta cuando lo vamos a ignorar?... En la opción de un aliado vivo o muerto, lo prefería muerto. No quería aliados, quería repúblicas integradas en la U.R.S.S.
Vecino: —Y el fascismo su enemigo, ¿no?...
Para Stalin: —El enemigo no es el fascismo; sólo hay un enemigo: el Capitalismo. El fascismo es el nombre de una fracción del Capitalismo una de sus formas, la última de las que puede adoptar.
Vecino: —Bien, pero no alcanzo a comprender la relación de tan clara teoría con tu sorprendente aserto de que la derrota del antifascismo allí fuera una victoria comunista. Es absurdo desde su propio punto de vista.
—No hablamos en plan de propaganda camarada: no somos masa… ¿Cuál es la estrategia más eficiente y genial tanto en la Revolución como en la guerra? No es la que logra la victoria derramando sangre propia. Esa es la victoria clásica. La gran estrategia, “la de Stalin”, era la que lograba derrotar al enemigo sin derramar una sola gota de sangre soviética
Vecino: —¿Y cuál era tan genial o milagrosa estrategia?
—Hacer que tu enemigo luche contra sí mismo. ¿No es genial?... Es tan genial como simple, resulta ser un puro axioma. La eliminación de España como factor militar en la guerra europea que había de estallar en los próximos meses era cosa hecha. Las bajas eran grandes, y cruentas; pero las mayores se producían en la retaguardia. La depuración republicana y fascista era algo muy serio, las bajas eran tremendas.
Vecino: —Sí, en efecto, en teoría es algo perfecto… Ahora bien: la dificultad está en lograr que el enemigo se destruya así mismo.
—El Capitalismo es en sí contradicción, una contradicción económica; por tanto, el principio de su destrucción está ya latente en él; bastaba con potenciar esa su contradicción y elevarla a un orden superior, al orden nacional y al internacional, y se daría la Revolución, la guerra civil o la guerra entre naciones. ¿Lo ves ahora claro?... Revolución y guerra son la destrucción del enemigo, la destrucción del Capitalismo; él se destruye así mismo cuando en la lucha no intervenía la U.R.S.S. —¿Comprendiste?...
Vecino: —La teoría es clarísima, pero vuelvo a repetir que no veo dónde y como se realiza.
—¿No la ves, camarada?... ¡Sí estábamos dentro de ella!... Decíamos que estábamos asediados por el bombardeo… ¿Quiénes moríamos allá?... No me digas que morían leales o rebeldes. Sólo moríamos españoles… Sepa ya de una vez camarada que para Stalin todo hombre o mujer, toda clase, toda nación, en tanto no se hallen integrados por el Comunismo en la U.R.S.S., es enemigo; enemigo en acto o potencia, da igual. Y el enemigo sólo existe para ser destruido. Es un axioma tan elemental que no puede ser ni discutido.
Vecino: —¿Entonces esa guerra sólo tenía como fin que los españoles nos matáramos entre sí?
—Si reducimos la cuestión a un simplísimo infantil, así era; pero nunca existe un fin absoluto; un fin, un efecto, siempre es en sí medio para otro fin más elevado. Había un fin allí, un fin internacional, un fin universal.
Vecino: —¿No será un secreto o una paradoja de las tuyas?
—Te has ganado la confidencia por tu lealtad y acierto camarada. No teorizaré más a fin de que me comprendas.
Vecino: —Gracias, escucho con mis cinco sentidos.
—Esa pequeña guerra, guerra y revolución a la vez, ha sido un “salto de caballo” de Stalin en el tablero de ajedrez europeo. Sepa, camarada, que ha sido provocada por Stalin.
Vecino: —¿Como?... Debe ser curiosa la técnica de provocación de guerras.
—No hubo necesidad de una técnica demasiado ingeniosa. La situación le fue dada a Stalin y ella era perfecta para provocar la guerra.
Vecino: —¿Situación creada previamente por Moscú?
—No fue una situación que les fue gratuitamente brindada. La reacción patriota-militar, existía; bastaba provocar a los kornilovianos españoles para que estallase la guerra civil.
Vecino: —¿Y cómo?
—Permíteme decirte algo importante: días antes de estallar la guerra, el jefe político del Frente Popular, (Largo Caballero) pronto primer ministro, declaró la guerra a Italia y Alemania desde Londres. Esta declaración se tomaría aquel día como una quijotada. No lo era, aunque también lo creyera el mismo que hizo la declaración. Fue inspirada por dos hombres de Stalin, insertados en el partido e íntimos del leader socialista, a quien adulaban llamándole el “Lenin español”. Hecha esta declaración de guerra a las naciones fascistas, a los tres o cuatro días los rusos hicieron la provocación.
Vecino: —¿Cómo lo lograron?
—Una célula de la policía militar soviética entró en la casa donde vivía el jefe de la oposición (Calvo Sotelo) y se lo llevó; a la mañana siguiente lo hallaron con un tiro en la nuca.
Vecino: —¿Y… bastó?
—¿Y como no?... En realidad, los militares kornilovianos españoles habían encajado muchas otras provocaciones; pero ésta los lanzó, ¿cómo no?... si aquella noche soñaron muchos generales y jefes españoles con que llegaba una sección de la milicia policiaca rusa y que aparecían al siguiente día con un balazo en la nuca. Bastó: A los pocos días, se sublevaron las tres cuartas partes de los militares.
Vecino: —¿Y…, sólo por eso se sublevaron?
—Y también por el Capitalismo, y si tu quieres un nombre más preciso, por su forma democrática; y, en alianza con la congénita estupidez política del español. En España, vio Stalin la solución de su doble problema, el interior y el exterior. Para lograr la doble solución bastaba con provocar esta guerra civil; que le permitió liquidar físicamente la “Oposición”, cuando estalla la guerra puede fusilar a los primeros trotskistas, Zinoviev y Kamenev y compañía.
Vecino: —Si no precisas más no acabo de comprender.
—La tensión entre Inglaterra, Francia y Alemania e Italia era enorme, la guerra entre las cuatro podía estallar en cualquier momento. Y Así fue. Nada vital se jugaba para la U.R.S.S. en España.
—Sepa camarada, que uno de los axiomas seculares de la política internacional británica es hacer la guerra, desde Pitt a Chamberlain. Francia, por afinidad de Frente Popular, suministró armas al Gobierno legal. Alemania e Italia, no mucho después, ayudaron a Franco, como era natural.
Vecino: —Ya veo la corrección del plan en lo internacional, ¿pero y en el problema de la U.R.S.S.?
—La tensión provocada por la guerra española entre las naciones enemigas, demócratas y fascistas, permitió a Stalin empezar a liquidar físicamente a la Oposición, y eso que el motivo incidental, el asesinato de Kírov, databa de dos años. Esta guerra estalla sobre el 20 de julio, y los fusilamientos son un mes después, el 20 de agosto. A medida que la tensión por España crecía y todas las naciones enemigas se hallaban obsesionadas por la guerra, y sin poder hacer reaccionar, también la depuración crecía.
—La información de más valor la he logrado a través del sector anarquista, de antiguo muy poderoso allí. Había un jefe anarquista viejo, (Durruti) insignificante y pacífico en apariencia, casi apostólico, un tipo a lo Koprotkin, del cual fue amigo; él mandaba como quería sobre los jefecillos anarquistas; pero lo interesante era que también mandaba en los burgueses de izquierda. Era masón de la más alta categoría y nos odiaba a los comunistas con un odio manso, hipócrita, pero feroz. Tenía relaciones internacionales directas, lo sabía todo. Él hablaba de reacción en París y Londres, pero no de reacción guerrera; todavía no predecía la guerra de Francia e Inglaterra contra Italia y Alemania, sabía que habría reacciones políticas y diplomáticas, presiones y ayudas materiales a favor de nosotros los republicanos; pero guerra mundial, todavía no, de ningún modo.
—¿Lo entiendes ahora camarada...?
¡Pa’lante Comandante! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.
Hasta la victoria siempre y Patria socialista.
¡Gringos Go Home! Libertad para los cinco héroes de la Humanidad.
manueltaibo1936@gmail.com