No quería invertir una letra en el “caso” Oswaldo Guillén. Decidí, hace años, desechar sus locuras mediáticas. Jamás dejó de asombrarme el mutis que convertido en pleitesía le rindió el periodismo deportivo.
Lo ocurrido con él en Miami, me obliga. Si él me leyera…
Oswaldo, no me llamo a engaños: tal vez no simpatizas con el socialismo y muy posiblemente no tengas idea de qué es “eso”; tu credo político tiene al capital como dios perenne y supremo; tampoco es tu culpa: tu nombre creció gracias al beisbol mercantil venezolano, preñado de exquisiteces en el estadio pero indiscutiblemente plagado de vicios y tarifas.
Tampoco es difícil entender que reinar entre montañas de dólares, puede generar ciertos extravíos. Seamos serios: sería un ensueño no carecer de bienes materiales –como es tu caso– y tener al mismo tiempo la cancha necesaria para hacer uso responsable de otros dos bienes más importantes: la libertad de pensamiento y expresión, que lamentablemente, no es tu caso. La gusanera cubana y seguro que alguna porción de la venezolana que reside en Miami, acaba de demostrártelo.
Huesito ‘e pollo, como te decían en el circuito radial de los Tiburones de La Guaira, te paso tremendo dato: un pelo más hacia el Sur existe una tierra de gracia donde mucha gente te quiere. Tienes tus detractores, como pasa con todos, pero en ese país difícilmente te hagan una rueda de pescao como de la que fuiste víctima en la nación de las “libertades”.
Ese país del que te hablo te vio crecer y te aplaudió full. Sé que eres ciudadano estadounidense, de lo cual seguramente sientes orgullo pero tranquilo, todo está bajo control: allí aceptan, a quienes como tú, tienen doble nacionalidad.
Garantizan respeto a tus derechos. Hasta me atrevería a decir que tu presencia podría irradiar cierta dosis de bochinche criollo con el que ganaríamos todos y todas. Tengo ese pálpito. Ese país, Oswaldo, es la República Bolivariana de Venezuela. ¿Te suena? ¿le echas pichón?
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