Oye chico, una verdadera marejada humana te ha caído encima. En cambote, como decimos acá. El pasar de los días no aminora la turbulencia y por el contrario, parece aumentar. ¿Te digo algo? Buena parte de quienes nos sentimos ofendidos por tus locas declaraciones contra el presidente Hugo Chávez, somos de barrio; sabemos lo que es una esquina caliente con tu música a todo volumen y una cerveza en la mano haciendo amigos, celebrando el fin de año, carnaval o simplemente pasando el rato.
Buena parte de esos millones de podridos que aludes –porque todos somos Chávez- paramos la oreja cuando cambiaste de estilo y ocupaste primeros lugares con Gitana, Sin poderte hablar y otras canciones que aunque no eran cabilla se asomaban como una innovación interesante en el mundo de la salsa, término que por cierto nació en Venezuela y que no por ello ahora vayas a desconocer. Yo mismo, vale, me valí del primer tema citado para lo que fue mi primera prueba de locución finalizando la década de los años 80. El intro, por ser extenso, facilitó mi examen.
Más allá de que seas un hábil mercantilista del arte musical, capaz de reñir con la ética al explotar a otros artistas -como aseguran algunos entendidos- hay quienes no olvidamos que después de la tragedia del estado Vargas en 1999 hiciste un llamado al mundo para que socorriera a las víctimas. “El poliedro que tantas veces se llenó de gente que iba a vernos, hoy está ocupado por gente que nos necesita”, dijiste palabras más, palabras menos. Duele y asombra que hayas podido perder esa porción de sensibilidad que entonces demostraste.
Ser aceptado de nuevo entre los melómanos de calle, no te será fácil. En lugar de cesar tus ciegas opiniones contra nosotros –no olvides que todos somos Chávez- las alimentas pública y balurdamente. Yo te diría que pidieras taima y así como escuchas a los ricos, escuches también a los pobres que alguna vez alegraste el alma y que tal vez sabrían entender y aceptar que rectificas a tiempo.
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