Afganistan: La capitulación del imperio

A pesar de todo el discurso mediático con el que los voceros del gobierno de los Estados Unidos de América han tratado de “edulcurar” la decisión de entrar en conversaciones formales en el Emirato de Qatar, con la representación de la resistencia agfana para ponerle fin a la guerra de agresión imperialista contra Afganistán, no pueden esconder que tal decisión política  tiene el sello de la admisión de una derrota militar y de una capitulación política frente a un enemigo inferior en fuerzas que supo soportar la ofensiva del ejército más poderosos de la historia de la humanidad y sus aliados de la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, juntos.
Las dimensiones de la derrota de la alianza militar encabezada por el ejército imperial de los Estados Unidos de América y sus aliados subalternos de la OTAN y algunos países satélites como las Repúblicas de Colombia y de El Salvador, se me en el hecho de que, durante los doce (12) años de iniciada la guerra de agresión contra Afganistán como el falso pretexto de la lucha contra el terrorismo, los “aliados”  han movilizado cerca de un millón de tropas, de mercenarios (contratistas) y agentes de Inteligencia quienes,  con el abismal poder de fuego no han sido capaces de derrotar y aniquilar a tropas irregulares del Talibán afgano y sus aliados de Pakistán, que apenas sin disponen de fusiles de asalto Kalasnikof, lanzagranadas RPG 7 y bombas artesanales, y tienen como medios de transporte  pictkup y motocicletas japonesas, nada comparable con los medios blindados de transporte terrestre,  y todos los sistemas de armas aéreas, incluyendo los satélites espías  y los drones asesinos de civiles.
 
La decisión  del gobierno imperialista  de los Estados Unidos de América prueban tres aspecto político-fundamentales: se trata de la admisión de una derrota militar “lisa y llana” y sin atenuantes- dado su superioridad de medios y recursos financieros -, el reconocimiento del Talibán  como Fuerza Beligerante, desde el punto de vista del Derecho Humanitario contenido en los Convenios de Ginebra de 1.949 y, la valorización  de ese movimiento como fuerza política legítima  para participar en los procesos políticos que se abrirán luego de la salida de las tropas ocupantes de la OTAN y los Estados Unidos de América del territorio de Afganistán, con prescindiendo al títere agente inglés, Hamid Karzai, a quien ni siquiera se le invitó como observador para este proceso de negociación de la terminación de la guerra.
Para ironía de la historia reciente  de Afganistán,  el movimiento Talibán tuvo como aliado político y financiero al gobierno de los Estados Unidos y algunos países de la OTAN (Francia,  y Reino Unido, principalmente), en su lucha contra la ocupación (1.979) de la Unión Soviética de  su territorio, con el fin de apoyar a un gobierno favorable a sus intereses geopolítico en Asia y de evitar que el creciente movimiento político islamista afgano controlara ese país y le sirviera de plataforma a los nacientes grupos armados islamistas que en Chechenia y en otras regiones del Cáucaso integrado a la URSS,  en su lucha separatista o autonomista; sin embargo, a la caída en 1.982 del gobierno pro-soviético de Nahibulla y la salidas de las tropas soviéticas del suelo afgano, esa alianza táctica, movida por la rivalidad de talibanes de usamericanos contra la URSS, se rompió por el apoyo del gobierno Talibán a islamismo armado de Al Qaeda, dirigido por Osama Bin Laden y su supuesta autoría del ataque a las Torrees Gemelas de New York, con el cual se justificó la guerra de agresión contra Afganistán que ha durado doce (12) años y de la cual saldrá acompañado por la  derrota más vergonzosa – por el nivel militar de sus enemigos -, después  de las de Corea y VietNam.
 
Desde Persia hasta los Estados Unidos de América, pasando por ingleses y rusos; todas las potencias invasoras han “mordido el polvo de la derrota” frente a un ejército de pastores y agricultores montañeses cuya fuerza se fundamenta en fidelidad a sus étnias,  el orgullo de defender la tierra de sus ancestros sin mirar el tiempo ni valorar el sacrificio y, tener la mirar en La Meca, adorar a Mahoma como su Guía y tener al Corán como su camino a la felicidad eterna.   
Todo parece indicar que un acuerdo entre el movimiento Talibán y el gobierno de los Estados Unidos de América  estará dirigido a facilitar la salida ordenada de las tropas invasoras y a la construcción de acuerdos dirigidos a formar un gobierno de consenso entre los Talibanes y sus aliados en armas y el gobierno títere de Hamid Karzai pero, independientemente de las intenciones usamericanas y su resultado final, lo real y efectivo es que la derrota le deja a los imperialistas pocas posibilidades de imponer en la mesa de negociaciones lo que no lograron en el campo de batalla, por lo que el resultado final será una medición de fuerzas políticas y militares que, inevitablemente provocará el quiebre de la actual situación geopolítica de Asia Central, con impactos importantes  en Pakistán – donde operan movimientos afines a los talibanes afganos -,  y  derivaciones hacia las regiones musulmanas del Cáucaso ruso; lo que obligará a los Estados con implicaciones en esa región a la reconstrucción de sus alianzas, con el fin de proteger sus intereses geopolíticos, económicos y de seguridad interior. Y allí, será poco lo que en el futuro podrán decidir el derrotado Estados Unidos de América y sus aliados de la OTAN. Los nuevos vientos parecen que soplan en favor de China e Irán.
 

Yoel Pérez Marcano



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