El pueblo venezolano siempre se ha caracterizado por su generosidad, alegría y desapego material. También, cierto es, adolecemos de imprevisión, improvisación y liviandad conceptual, pero éstos son defectos secundarios de nuestro temperamento colectivo frente a los primeros. Aún en situaciones dramáticas, los venezolanos tenemos el don de compartir, olvidar, sonreírle a la vida. Tenemos ese ingrediente del Caribe, mezclado, libre, desenfadado, que nos hace ser buenos amigos, sinceros, afables y festivos. No me atrevo a compararnos a otros compatriotas de pueblos latinoamericanos, pero creo que nos parecemos, andamos en ondas muy cercanas con nuestros vecinos de Suramérica, con nuestras mínimas y naturales diferencias. Admiramos a otros países logros y fortalezas, pero en el momento de reconocer las nuestras evitamos al alto perfil, bajamos la cabeza, preferimos pasar inadvertidos y entonces es ahí donde aprovechan y nos sacan ventajas y dan duro los europeos o norteamericanos (excepto los mexicanos, con quien tenemos mucho en común), se valen de nuestras virtudes considerándolas debilidades, se nos montan encima y nos enrostran su superioridad, su gran cultura, sus métodos infalibles; todo lo cual ha propiciado que se nos tome por ingenuos, manipulables, maleables, sobre todo por quienes vienen de fuera, por extraños o extranjeros que, en lugar de admirar nuestras cualidades de pueblo joven, nos ven de fácil domesticación.
Pero cuando los venezolanos nos rebelamos ante las injusticias o atropellos, demostramos nuestra valentía, que somos de armas tomar. Esta es una de las actitudes que se han venido poniendo de manifiesto desde los tiempos de la Independencia, presente también en estos últimos años. Los venezolanos hemos caído en cuenta de que no estamos en éste, nuestro país, para ser manipulados por políticos corruptos o fuerzas militares de naciones extrañas a nosotros, sobre todo cuando arrojamos una mirada a nuestra historia en los siglos XIX y XX, y advertimos que nuestro pueblo ha luchado heroicamente, desde el siglo diecinueve, para quitarse de encima yugos seculares como el de España, como hicimos y logramos durante la Guerra de Independencia capitaneada por Bolívar, y luego en la Guerra Federal, con Zamora al frente, con la conquista de nuestra tierra como norte y la fundación de nuestro territorio, para luego caer en una actitud sumisa ante los gobiernos de Estados Unidos como lo hicieron los presidentes Juan Vicente Gómez, Cipriano Castro o Antonio Guzmán Blanco, para seguir en años posteriores con Medina Angarita, López Contreras y los gobiernos del partido Acción Democrática, donde se vislumbró alguna posición distinta hacia la izquierda durante el gobierno de Rómulo Betancourt, luego dio un giro en retroceso en los nefastos gobiernos de Leoni, Lusinchi y Carlos Andrés Pérez, en actitudes entreguistas al neoimperio yanqui y ---pactando con la democracia cristiana del partido Copei-- para mantener tal estado de cosas, ya insostenibles, debido a su alto grado de corrupción y estatización, que sumieron a los venezolanos en una depresión socioeconómica desastrosa, lo cual terminó por hacer reaccionar al país ante aquellos líderes ya caducos, a través de nuevas actitudes de identificación y tomas de conciencia con el socialismo bolivariano que tuvo lugar en la gestión de Hugo Chávez Frías, identificado con las luchas históricas de liberación de pueblos latinoamericanos como Colombia, Bolivia, Chile, Ecuador, Cuba, Argentina, Uruguay, o Nicaragua, naciones que han mostrado comportamientos sociales de avanzada en el momento de emprender modos sociales y políticos de librarse de los imperios seculares de Europa, y de neo imperios avasallantes como el de Estados Unidos.
Derrotados en Venezuela los viejos esquemas liberales a través de catorce elecciones consecutivas ganadas bajo el liderazgo del presidente Chávez, y luego de la desaparición física del líder, la vieja derecha vuelve por sus fueros con las conocidas armas del sabotaje, --en las que son expertos— y empiezan el año 2013 atacando lo más elemental: la comida. Acaparan, especulan, sobornan funcionarios e intermediarios, tiran la piedra y esconden la mano, salen declarando todos los días que el país está en crisis y que el gobierno no hace nada. Apelan, una vez más, al olvido de los venezolanos, a su nobleza de carácter y generosidad, quizá piensan que seguimos siendo manipulables, pero el venezolano ya no se traga el mismo cuento, está más que informado de lo que ocurre, de los negocios chimbos de los nuevos imperios financieros, y de cómo éstos pretenden manejar a pequeños países, quieren sacarnos todo a precio de gallina flaca: minerales, combustibles, alimentos. Y cuando esto no les funciona, entonces acuden a la táctica ideológica del ocultamiento de las realidades tangibles y materiales para sustituirlas por maquillajes de espectáculos, diversión, entretenimiento, consumo, modas, televisión superficial; nos venden el mundo hermoseado de los exitosos, de los glamorosos, de los súper poderosos.
El gigantismo ridículo de EE.UU se ha contagiado a los Europeos, entre ellos a la castiza España o a la vieja Grecia, países que aun no estaban contaminados por el desenfreno del positivismo moderno, por el economicismo galopante, aún disfrutaban de cierto aire arcaico, de un encanto antiguo, no querían ser postmodernos a juro, y estos conceptos ideologizantes de la supuesta gran riqueza y fortaleza de la comunidad económica europea era un espejismo más, inyectado también a nuestra historia latinoamericana a través de ciertas tendencias culturales en boga propiciadas por la academia para alimentar el juego pseudointelectual del marketing, pues ahí va a desembocar todo, en el ranking del más vendido. Ni pueblo ni intelectuales hemos aprobado este tipo de manifestaciones financieras, económicas o culturales en el nombre de una supuesta vanguardia. El pueblo venezolano se cansó de la manipulación ideológica de los imperios, y ha reaccionado organizándose, consciente de los sucesivos sabotajes a la economía, especialmente en el rubro de los alimentos y de la energía eléctrica, y a los procesos electorales.
Ni la aparente escasez alimentaria propiciada por algunos grupos que forman parte de la industria de ese rubro, ni los sabotajes a las plantas de energía eléctrica pueden con un pueblo consciente (en vano la derecha sigue burlándose de la “patria”) que, liderado por un presidente obrero, Nicolás Maduro, está preparado a defender su soberanía y su identidad de nación (esta vez, sí, está la patria presente) ni los artistas, escritores y profesionales que apoyamos a este pueblo nos tragamos ya las sucesivas formas de enmascaramiento de las realidades sociales a que pretenden someternos con una superficial cultura del buen gusto, el placer egotista y narcisista, una cultura sofisticada y amanerada, desnaturalizada, que empieza por ignorarnos a nosotros mismos.
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