Nuestro Eterno Líder siempre nos aleccionaba: Para Venezuela, por ejemplo, democracia significa el deseo de un país “subdesarrollado” de escapar a la dependencia, de darles la tierra a los campesinos, de darles a los trabajadores la propiedad de los medios de producción, de elevar el nivel cultural del pueblo, etcétera. En otras palabras, los problemas democráticos en Venezuela son de carácter progresivo y revolucionario. ¿Y qué quiere decir democracia en los Estados Unidos? La conservación de lo que existe, sobre todo del dominio de la metrópoli sobre los países oprimidos. Lo mismo se aplica en Europa. En estos países las banderas de la democracia ocultan la hegemonía imperialista de la minoría privilegiada sobre la mayoría oprimida.
El fascismo y el militarismo son las armas de un imperialismo ambicioso, hambriento, degenerado y por lo tanto agresivo y criminal. En la mayoría de los países de nuestra América el fascismo es la expresión de la dependencia más servil del imperialismo extranjero. Tenemos que ser capaces de descubrir bajo la forma política, el contenido económico y social. En los círculos de la democracia “representativa” se ha hecho popular entre su clase dirigente la idea de “la unificación de todos los estados latinoamericanos” contra el socialismo. Consideramos que esta idea es fantástica, quimérica, apta solamente para engañar a las masas, especialmente a los pueblos débiles y oprimidos. Realmente, ¿puede creer alguien siquiera por un momento, que Obama, Cameron, Hollande y la Merkel son capaces de declarar la invasión de un país para defender el principio abstracto de la “democracia”?. Si el Gobierno Gringo amara tanto la democracia hubiera dado la libertad a los países invadidos. Y lo mismo Francia, Alemania, Gran Bretaña prefieren la semi-dictadura fascista en muchos países a la dominación política de los trabajadores y campesinos, porque esos gobernantes son agentes del imperialismo.
Estamos en presencia de una reacción sin freno del imperialismo fascistoide que ahoga violentamente todo esfuerzo de libertad, de emancipación de parte de todos los pueblos y que pretenden mantener por la fuerza bruta la distinción de las clases y así continuar la dominación política de las clases poseedoras. Si nuestra definición del Estado es exacta, su papel debe limitarse a recibir los impulsos de sus mandatarios, a ejecutar su voluntad, a representar sus intereses, a permanecer en guardián del pacto social, a registrar las convenciones particulares sin que, en ningún caso, pueda por su propia iniciativa o voluntad privada impedir el ejercicio de los derechos que tiene por misión hacer respetar.
En conclusión, es imposible combatir al fascismo sin combatir al imperialismo. Nuestros países deben luchar antes que nada contra el imperialismo que los oprime directamente, más allá de que lleve la máscara del fascismo o la de la democracia “representativa”. En los países débiles y subdesarrollados, una política social conservadora, y más aún una reaccionaria, significa traicionar, en el más amplio sentido de la palabra, la independencia nacional. Estados Unidos busca acercarse a las clases gobernantes, especialmente a sus socios los “fascistas democráticos”. Para probar que pueden confiar en ellos, que son sus guardianes. La explicación estaría en que los que guían el destino del mundo, tal pareciera que temen enfrentarse a la verdad y al futuro.
¡En realidad, casi da miedo observar la credulidad y la pasividad de una opinión pública Latinoamericana que se conforma con esas banalidades azucaradas que les sirven las figuras más autoritarias!
¡Bolívar y Chávez Vivirán por Siempre!
¡Independencia y Patria Socialista!