Ante los inminentes días prenavideños y ante el encanto y seducción subliminal que invade el ambiente, llenando de felicidad a la humanidad a nivel mundial, ante la sonrisa de millones de niños y de la disposición de un corazón alegre y un espíritu de esperanza; nuevamente, los monstruos y demonios del imperialismo norteamericano desatan su ira contra los países emergentes y contra los pueblos del mundo.
La asechanza imperial esta vez apunta hacia un desastre económico mundial, donde esperan que muchos países del orbe colapsen producto de la baja de los precios del petróleo que, en estos últimos cinco años, han llegado a precipitarse por debajo de la banda de los
60 dólares, en el caso del venezolano y de otras importantes cestas de hidrocarburo del mercado internacional.
Planes maléficos del imperialismo norteamericano, acompañados de aliados indolentes
y súbditos a sus intereses, han diseñado estrategias para sabotear, o intentar sabotear, la estabilidad económica de países como Rusia y Venezuela, aumentando la producción a niveles inauditos haciendo que el barril negro se desmorone y con esto golpear los ingresos e inversiones sociales de cada quien.
Frente a esta nueva asechanza imperial, frente a este nuevo ataque a las soberanías, encontramos muy lamentable los deseos abominables de una derecha lacaya que ruega y se alegra el desplome de los precios del petróleo que desde los 100 dólares el barril ha llegado a la banda de los 59 y tantos centavos. Son los mismos apátridas que odian a Chávez, al pueblo, a las voluntades de las grandes mayorías; son los mismos de las guarimbas, de la salida, del magnicidio, de la permanente conspiración, de la guerra económica; son los mismos opositores irracionales e iracundos que festejan la escases, la inflación, el contrabando, el bachaqueo interno, el acaparamiento y la especulación; son los mismos pelucones que promovieron el saboteo petrolero, que pararon el béisbol, que decretaron que no había hallacas para los venezolanos; son los mismos que promueven el odio y las divisiones y que sueñan con que no comamos hallacas esta vez y que el pueblo no tenga pernil en sus casas ni alegría ni regalos ni abrazos ni sonrisas ni nada.
Estos amargados se alegran que bajen los precios del petróleo porque quieren que se acabe la inversión social que la revolución ha hecho al pueblo desde la llegada del comandante
Hugo Chávez. Realmente, odian al pueblo y, muy adentro de sus miserias, albergan la esperanza de que si no hay recursos, si el estado se queda sin ingresos de la renta petrolera, ellos pudiesen volver al poder político para subyugar al pueblo, desplazarlo a las carencias y represiones de la cuarta república.
Es verdad somos un país petrolero, que la economía de nuestro país depende de esta renta; pero lo que no han entendido los factores opositores es que también somos un pueblo libertario, de altas convicciones sobre la libertad, la independencia, la solidaridad, la lealtad y el amor. Así que por estos días decembrinos donde rememoramos la venida de nuestro
Salvador, vamos a llenarnos de optimismo, de esperanza, de alegría, convencidísimos que el 2015, deparará al mundo climas de estabilidad económica no sólo para quienes producimos petróleo sino para todos los pueblos del mundo.