No es casual la permanente hostilidad de Bush y su pandilla contra el presidente Hugo Chávez. Achacarla a su encendida retórica, que denuncia alto y claro la insolencia y la probada actitud subversiva de Washington contra Venezuela es políticamente superficial, ignorar que frente a la agresividad imperial no es saludable andar con medias tintas. Pero Chávez comprende que vencer esta agresividad exige la solidaridad entre quienes la sufren y por eso extiende sus denuncias a la política de guerra y saqueo que ejecuta Bush globalmente, rechaza el ALCA y se solidariza con la revolución cubana. Su retórica es la de un pedagogo que explica incansablemente ante el pueblo venezolano los problemas de la política nacional e internacional, desenmascarando las mentiras de los pulpos mediáticos. El programa “Aló presidente” es un buen ejemplo, aunque no el único, de cómo el mandatario hace de su contacto con la gente una escuela de alta política.
Pero más que la retórica chavista, con su probada eficacia – y aunque ambas cosas sean inseparables-, lo que me interesa destacar es la trayectoria política seguida por Venezuela durante el liderazgo de Chávez y la influencia que ha ejercido en cambiar un panorama latinoamericano donde el sometimiento y servilismo de los gobiernos hacia el coloso del norte eran la norma. Es allí donde hay que buscar la causa de tanto encono y odio de Bush, Cheney, Negroponte, Condolleeza y del Jefe del Comando Sur de Estados Unidos, general Bantz Craddock, quien ve a Venezuela como una “fuerza desestabilizadora” en la región. Como Caracas, a diferencia del norte revuelto y brutal, ni posee el más grande arsenal de armas de destrucción masiva ni practica una política de agresión contra otros pueblos, la explicación de la furiosa enemistad que le profesa el imperio está en la importante contribución del proceso bolivariano al debilitamiento del sistema de dominación imperialista yanqui sobre América Latina, potenciando la nueva coyuntura de aparición de fuertes movimientos populares y de gobiernos progresistas.
Chávez dio fuerza material a las ideas de Bolívar al devenir un aglutinador de las fuerzas alternativas y nacionalistas latinoamericanas, insistiendo en una verdad como un templo: nuestros países por separado no pueden defender sus intereses frente a la fuerza del norte y por eso han de andar unidos a contrapelo del viejo designio imperial, británico y estadunidense, de dividirlos. Chávez también ha demostrado un arte político especial para combinar las acciones de integración con los gobiernos progresistas de la región y una relación estrecha con los movimientos populares, sin el menor intento de subordinar la agenda de estos a los de aquellos, sino de buscar los puntos en que pueden coincidir para hacer más contundente la defensa de los intereses populares. Iniciativas como Petrocaribe, Petroamérica y la Alternativa Bolivariana para América(ALBA) firmada con Cuba muestran las enormes ventajas de una integración libre y solidaria respecto a una subordinada y regida por la codicia imperial como el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas(ALCA). Más allá de nuestra región, Venezuela, bajo la presidencia de Chávez, sacó a la Organización de Países Productores de Petróleo(OPEP) de la modorra en que la habían sumido los vientos neoliberales y propició que el crudo se convirtiera de nuevo en un instrumento de independencia y soberanía tercermundista, una herejía desde la perspectiva bushista.
Otro tanto se puede decir de los programas sociales bolivarianos porque constituyen una alternativa a las políticas del Consenso de Washington al canalizar una parte sustantiva de los recursos públicos a la educación, la salud y la distribución más justa de la riqueza en lugar de a subsidiar a los magnates criollos y transnacionales, como ocurre en otros países latinoamericanos. En esa práctica se inscribe la Operación Milagro, proyecto venezolano-cubano que está devolviendo la vista gratuitamente a centenares de miles de latinoamericanos. Por este conjunto de políticas es que Washington ha decidido acabar con la revolución bolivariana.
El líder venezolano sigue contando con un apoyo popular extraordinario y la adhesión de las fuerzas armadas, un escudo contra Washington que a la vez estimula su odio y el de su cómplice, la oposición venezolana. Ya se ve venir respecto a las próximas elecciones de diciembre. Pero de eso hablaré en otro artículo.
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