De la Cumbre de Las Américas puede esperarse que varios Jefes de Estado y de Gobierno asistentes a dicho evento reaccionen directa o indirectamente en repudio contra las sanciones de Estados Unidos hacia Venezuela puesto que tales medidas constituyen actualmente la amenaza más grave en contra de la paz en el continente americano.
En esta situación, luce conveniente advertir que el mapa de América es ideológicamente heterogéneo por que existen conjuntos de países que siguen alineados con la política de dominación estadounidense conocida históricamente como Doctrina Monroe, también denominada panamericanismo, la cual establece que EEUU es la potencia predestinada a ejercer el liderazgo político, económico y social en norte, centro y sur de América y al mismo tiempo quienes se opongan a ese régimen serán castigados severamente como enemigos de la “integración”. EEUU al frente y de seguidas Canadá, México y Colombia son los pilares fundamentales de lo que en el fondo puede calificarse como “Bloque Imperialista de Las Américas” el cual en el campo del Derecho Internacional hasta el día de hoy tiene como brazo ejecutor a la OEA u Organización de Estados Americanos cuya histórica línea de acción ha estado subordinada a EEUU.
Sin embargo desde la insurgencia de la Revolución Bolivariana en Venezuela en 1999, se desarrolla un nuevo bloque de naciones que impulsan otro modo de integración con visión predominantemente latinoamericana y caribeña sobre la base de principios como la soberanía y la independencia. Esta unión pudiera ser calificada como “Bloque Progresista de Las Américas” y con los años ha ido creciendo cuantitativamente en el número de países que lo integran así como cualitativamente en cuanto a formas y esencia del apoyo entre sus países miembros. El primer factor que dio nacimiento a este bloque ha sido de naturaleza económica, es así como con las banderas del anti-neoliberalismo Venezuela y Cuba se opusieron exitosamente al ALCA ó Área de Libre Comercio de las Américas a principios de la década pasada, por tratarse de una iniciativa de EEUU para penetrar las economías latinoamericanas mediante la comercialización de todos sus productos en paralelo a la total eliminación de impuestos y restricciones nacionales. Poco después a esa lucha se sumaron Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay y varios países de Centroamérica y el Caribe.
Es indiscutible que nuevos mecanismos de integración regional son sólido testimonio del crecimiento cualitativo de las alianzas económicas anti-neoliberales las cuales han llegado a adquirir una perspectiva estratégica en lo social, cultural y jurídico, siendo importante destacar actuaciones políticas antiimperialistas mediante la condena contra la injerencia de EEUU en la región como cuando las democracias de Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Honduras (2009) fueron atacadas por factores golpistas nacionales con la aquiescencia de Washington.
Nuestro “Bloque Progresista de Las Américas” ha suscrito importantes declaraciones antiimperialistas en diversos momentos de la historia reciente en temas mundiales, condenando agresiones militares contra Palestina, Irak, Afganistán, Libia, Siria, Líbano, entre otros; y rechazando sanciones contra Irán y Rusia.
En este plano se pueden destacar tratados de integración como ALBA, PETROCARIBE, UNASUR, MERCOSUR y CELAC. Inclusive la llegada de un ex dirigente político de izquierda a la jefatura de la OEA en 2015 despierta discretas expectativas de un cambio progresista en esa instancia diplomática históricamente tutelada por el “Tío Sam”.
Nótese que en el escenario planteado para la Cumbre de las Américas este año, EEUU intentará evitar que el tema de Venezuela sea discutido. Lo hace basado en su memoria diplomática por las derrotas sufridas en foros internacionales durante años recientes donde votaciones sobre temas del continente americano dieron un resultado adverso a las pretensiones norteamericanas. En efecto sabe que una mayoría de países desaprueban el arbitrario decreto que declara a Venezuela como amenaza “inusual y extraordinaria” contra la seguridad estadounidense.
La intransigencia de Washington al no discutir su decreto en instancias multilaterales revela su propósito de aislar geopolíticamente al gobierno de Nicolás Maduro bajo su viejo pretexto de castigar la falta de libertades en una República democrática que durante los últimos 16 años ha celebrado 19 elecciones. Esta postura de hostilidad imperialista contra Caracas es parcialmente resultado de un lobby prolongado que el ala radical de la oposición venezolana ha ejercido mediante constantes encuentros en Washington así como reuniones frecuentes con la inquieta y numerosa representación diplomática de EEUU en Caracas.
Esa acción sistemática y continuada del extremismo opositor que ruega sanciones estadounidenses contra Venezuela es encabezado por renombrados dirigentes del antichavismo como la ex diputada María Corina Machado. Las solicitudes de venezolanos pidiendo una intervención extranjera han sido catalogadas como traición a la patria y conspiración de acuerdo a las leyes venezolanas, tales delitos mantienen relación con la convocatoria opositora a protestas callejeras con armas de fuego o guarimbas que produjeron 43 muertos y cientos de heridos a comienzos de 2014.
A partir de aquellos acontecimientos el odio político fascista se ha expandido en Venezuela poniendo en peligro la vida de militantes, obreros e intelectuales que públicamente expresamos ideas revolucionarias. El brutal asesinato del diputado socialista Robert Serra es evidencia del criminal odio contrarrevolucionario.
Frente al elenco de sanciones económicas promovidas por la doctrina imperialista de EEUU y sus obedientes aliados en la oposición radical concentrada en Caracas, que consisten en confiscar bienes venezolanos en tierra estadounidense, congelar cuentas bancarias en el extranjero y encarcelar a ciudadanos que -según Washington- están involucrados en violaciones de derechos humanos; reacciona valientemente la Revolución Bolivariana de Venezuela, sostenida por la alianza entre: gobierno socialista, mayoría popular y fuerza armada bolivariana. Esa reacción es acompañada por la solidaridad internacional de países soberanos en todo el planeta y América Latina.
En la perspectiva de lo geopolíticamente más trascendente, la Cumbre de Las Américas ofrece un nuevo escenario de batalla política e ideológica donde lo que realmente se debate es el derecho de los pueblos del mundo a desarrollar libremente su vida económica, política y social fuera del control imperialista.
Con profundo afecto, los revolucionarios venezolanos admiramos el coraje de la República Islámica de Irán quien recientemente ha honrado ese derecho a la autodeterminación con un histórico acuerdo en materia nuclear que exige el respeto de las potencias occidentales. También nos complace el retorno de Cuba a este foro interamericano.
Definitivamente la mencionada cumbre pudiera ser un grano de arena hacia el equilibrio y la paz de la comunidad internacional, y tal vez sea recordada como episodio donde un conjunto numeroso de Estados superaron trabas burocráticas y mediáticas de factores pro-imperialistas agrupados en Panamá y se pronunciaron en rechazo al unilateralismo de EEUU. Mientras tanto la todavía nación más poderosa del mundo seguirá en deuda con la resolución pacífica y multilateral de los conflictos como instrumento vital del Derecho Internacional de nuestra época.