Conozco a Diosdado por sus ejecutorias políticas, por sus ideas, sus apariciones en los medios y por las pocas veces que nos hemos encontrado personalmente, saludándonos de manera cálida y afectuosa. Independientemente de los nexos personales estamos en uno de esos momentos en los que la solidaridad está en juego.
Sin duda, Diosdado es una de las principales figuras de la política venezolana y después del presidente Maduro, es el principal vocero del proceso bolivariano. De tiempo en tiempo arrecian campañas contra él, especialmente, acusándolo de corrupto. Sin embargo, nunca he conocido una prueba que respalde esa acusación. Consecuentemente, él ha solicitado que se presenten las pruebas y los acusadores han guardado silencio. En consecuencia, esas acusaciones han aparecido como carentes de seriedad. Por ese motivo, nunca consideré emitir una declaración pública sobre el particular. Diosdado ha sabido defenderse muy bien y los acusadores no han quedado bien parados.
Por otra parte, hoy es de los pocos altos dirigentes del PSUV que anda en la calle, con la gente, batallando día a día. Si algo yo respeto en política es ese hacer desde la base popular. En momentos de dificultades respeto profundamente ese dar la cara sin temor, enfrentando riesgos, diciendo cara a cara lo que se cree y sobre todo haciendo, pues en fin de cuentas, la unidad verdadera, la unidad sólida es la que se construye desde el hacer y no solamente desde el discurso.
Pero en la actualidad la situación ha cambiado diametralmente. Ya no se trata de esas frecuentes descalificaciones que ocurren en el mundo político, sobre todo cuando se aproximan elecciones. No, la República Bolivariana de Venezuela está no sólo amenazada, sino sometida a una seria y peligrosa agresión cotidiana por parte de las fuerzas imperiales. La descalificación de los dirigentes del proceso bolivariano es una de las aristas de esa agresión.
Las graves acusaciones sin presentar pruebas constituyen uno de los métodos favoritos del poder imperial. Para eso disponen de los más diversos instrumentos de guerra psicológica, guerra mediática, fuerzas mercenarias “vestidas para matar”, chantajear, amenazar a familiares, secuestrar y las más diversas formas para perseguir y llegado el caso, eliminar físicamente al que se les oponga.
Están preparando un caso a nivel internacional y trabajando con gobiernos vasallos, con Interpol, diversas mafias internacionales, cuerpos policiales, etc., para propinar golpes de diversa magnitud (golpes de Estado, asesinatos, secuestros, “desapariciones, detenciones en cualquier aeropuerto del mundo, etc.). Esto ya ha ocurrido recientemente. Ciudadanos rusos han sido detenidos y un gobierno vasallo como el de España, ha detenido y deportado ciudadanos rusos, los que están detenidos en EEUU y algunos condenados. Es decir, esta no es una fantasía.
Si EEUU tiene pruebas contra Diosdado que las presente. Lo que no se puede permitir es que ponga a rodar informaciones sin aportar prueba alguna, sin estar debidamente sustanciadas y amenazando con sanciones unilaterales o peor aún, preparando celadas organizadas por la CIA, pero sin dar la cara, con el propósito de que cualquier agresión pueda aparecer sin contenido político explícito y más como resultado de ajustes de cuenta de carácter mafioso. Agredir y además cubrir de lodo al agredido.
Es un hecho positivo que el presidente Obama haya comisionado a un enviado especial para tratar de regularizar las relaciones con Venezuela; pero está muy mal que como en una suerte de combinación de formas de lucha, con otra mano nos estén tratando de dar una puñalada por la espalda.
Lo cierto es que la desestabilización continúa. No sólo a través de la guerra económica, sino utilizando todos los medios de una guerra no convencional, de una guerra de baja intensidad en la que el campo de batalla está en todas partes y en el que la diplomacia puede ser un instrumento de la agresión.