A mediados de la década de los sesenta del pasado siglo, Lin Yutang escribía el libro "Entre Lágrimas y Risas". Allí reivindica, nada más y nada menos, que el acto por el cual el matrimonio Rosemberg (Julios y Ethel) hicieron llegar hasta la URSS –al menos eso dijo ese dudoso caballero llamado Edgar Hoover-, los datos que le permitieron adelantar su camino hasta la obtención de su propia bomba atómica. Lo medular de su obra es la defensa del equilibrio de poderes como garantía para la humanidad. Hoy , cuando a causa del hundimiento de la URSS el mundo ha devenido en unipolar y asistimos al nuevo y azaroso sistema internacional con EE.UU., como única superpotencia con una concentración de poder militar única en la historia, bien que se echa de menos el "párate ahí" que en los momentos de voracidad extrema provenía de la URSS para alivio de los países pequeños.
Lo cierto es que hoy el mundo y todas sus organizaciones internacionales lucen indefensas ante los atropellos de este imperio global. Un imperio muy superior en fuerza y voracidad al de Carlos I de España y V de Alemania, del Siglo XVI, que ya es decir. A esta enorme capacidad militar se añade la capacidad de colocarla en cualquier lugar del planeta en pocos momentos. Mucho más que una amenaza para la vida del planeta y la raza humana, Estados Unidos es una sentencia de muerte a la espera de una reacción generalizada de la humanidad que le ponga remedio.
No es sólo su grotesca capacidad militar y su aún más grosera forma de usarla contra quien sea y donde sea. Con eso sería suficiente para una reacción global. Lo es también su modo de vida. Con apenas el 5% de la población del planeta, su consumo de energía petrolera alcanza el 25%. En otras palabras, si unos 750 millones de habitantes alcanzaran –como se supone deben hacerlo-, el nivel de consumo y derroche de energía de los EE.UU., el resto de la humanidad (unos 5.500 millones de personas), no dispondrían de una sola gota de petróleo. Añádase a esto el impacto ambiental que esto significa. Un desastre ecológico de proporciones imprevisibles.
Estudios realizados por el geólogo Walter Youngquist muestra, por ejemplo, la dimensión real de la agresión que la "american way of life" significa para la humanidad. Un norteamericano en promedio consume al año 3.600 kilos de petróleo, 2.130 kilos de gas natural, 2.336 kilos de carbón y 0,04 kilos de uranio. Hágase la proyección a un mundo igualitario y se verá el despropósito en toda su dimensión. Youngquist calcula la cantidad de "personas potencia" que tiene a su disposición cada estadounidense determinando que, una "persona potencia" (PP) es igual a 0,25 caballos de potencia, lo cual a su vez es igual a 186 vatios. Tomando como referencia el consumo energético de los EE.UU. en términos de "persona potencia", para proporcionar la misma cantidad en trabajo humano se requerirían, nada menos que 18.600 millones de personas en el mundo trabajando para ellos, tres veces la población actual del planeta. Esto equivale a tener cada estadounidense 58 esclavos energéticos para satisfacer su dieta.
Las agresiones que el ecosistema planetario ha sufrido en los últimos cien años superan con creces todas las ocurridas en los últimos 3 millones de años, incluidos todos los desastres naturales. La humanidad se enfrenta al más terrible destino si no se le para el trote a semejante desatino. La camarilla genocida que en representación de unas 200 grandes transnacionales –verdaderas dueñas del circo- está decidida a utilizar todo su inmenso poder militar para imponer su sistema, no tiene freno. Los gastos militares de EE.UU, superan los gastos militares de todos los países del mundo juntos. Además, producen y proveen el material bélico para el resto de la humanidad en términos del 40%.
Estamos ante un monstruo que no sólo destroza el planeta sino que añade a ello su nueva "guerra global contra el terrorismo" que pasa por la doctrina de guerra preventiva, con mucho la más inmoral de las acciones imperialistas a lo largo de la historia humana. Nadie en este planeta, ningún pueblo del mundo está salvo de los zarpazos de este monstruo. Uno se pregunta: ¿Hasta cuando permanecerá el mundo indiferente ante esto?. Los desastres naturales se hacen cada vez más cotidianos. El genocidio aplicado sobre pueblos inermes no pareciera llamar la atención de las naciones. Urge la toma de conciencia. No lo decimos como ciudadanos de uno de los países en la mira del monstruo. Es cuestión de orden y prioridades. Hoy es Venezuela pero en la mira está el mundo y la humanidad entera.