¡Un peligroso cóctel!

Alan, la OEA y la conspiración interna

Más allá de cualquier otra lectura que pueda hacerse sobre la elección que lleva de nuevo al poder al corrupto y asesino de Alan García, lo cierto es que ese triunfo representa para Venezuela problemas en el ámbito de los foros internacionales, como por ejemplo la OEA. EE.UU., decidido a extirpar el ejemplo de inclusión y dignidad que representa la revolución bolivariana no dejará pasar la oportunidad para jugar esa baza.

Anoche mismo, este político rastrero al mejor estilo del Carlos Andrés venezolano, dejó ver por donde irán los tiros. Convirtió su triunfo, con descaro infinito, en una derrota para “el imperialismo venezolano y militarista de Chávez”. No perdió la oportunidad de convertir el momento en una demostración de servilismo a los intereses del amo yankee. Pronto veremos como, entre el cholo desnaturalizado saliente y él, montan todo un circo que permita a su amo mover las piezas contra Venezuela. No faltarán -¡faltaría más!-, quienes se disputen el “mérito” y contribuyan con este ataque, pendientes de las migajas que el amo les lleve a la mesa.

En definitiva, el triunfo de la derecha, de la oligarquía rancia y apátrida en el Perú, representa para Venezuela un nuevo frente que adquirirá –ratas de por medio-, intensidad inusitada en la medida en que transcurra este año electoral. Ya veremos la jauría en armonizado concierto atacar como hienas. Todo se inscribe en la estrategia del “miedo”. No estoy persuadido de que logren consumar sanciones efectivas. Creo que el imperio también lo sabe. Pero sí lograrán lo que quieren: sumir a Venezuela -con la diligente cooperación de las divisiones mediáticas-, en un clima de temor a sanciones y medidas, de denuncias y comisiones especiales.

Tratan de aplicar en Venezuela la estrategia que con éxito ejecutaron en la Nicaragua sandinista. Ya han logrado algo que debería llamar a una profunda reflexión. El universo chavista ha asumido –sin pruebas-, que el país está sumido en un ambiente de inseguridad total. Resulta curioso que el mismo pueblo que en las encuestas manifiesta su voluntad por votar por Chávez, también secunde la campaña mediática desatada por puntas de lanza como RCTV, Globoterror, El Nazional o El Univerzal, expresando, en la misma o mayor proporción, que en Venezuela se vive un clima de terror e inseguridad. Igual ocurre con la “preocupación” por el desempleo cuando todo indica que se ha reducido a cotas más que importantes. La pobreza es otro indicador que encuentra una extraña contradicción entre la realidad de las cifras y la percepción que de ella se tiene. Esto indica dos cosas altamente peligrosas. La primera: que la campaña mediática está calando entre el pueblo. La segunda: la incapacidad manifiesta del sector revolucionario para presentar la verdad. Falta eficacia, agilidad, energía, oportunidad y hasta malicia para combatir la mentira.

Un solo caso sirve como muestra irrefutable de esta incapacidad mediática de la revolución. El sector contrarrevolucionario acaba de cometer un desliz terrible. El caso de la distinguida de la policía merideña, Sofía Aguilar, convirtió la actitud de relativa indiferencia del noble pueblo merideño y nacional en una de rechazo abierto y pleno. El episodio mereció repugnancia absoluta. Era –y es-, un episodio para haber causado un daño severo a la contrarrevolución. Nuestra ineficacia ha sido tal, que en los últimos días los medios casi convirtieron a esa joya montada al aire de nombre Nixon Moreno en héroe nacional.

Solo quiero que imaginemos por un instante si esa “papita” la hubiera tenido en sus manos el aparato de propaganda de la contra. Que pensemos en como habría aprovechado hasta el paroxismo, con todos los recursos publicitarios y propagandísticos, (cámara lenta, tomas, música, círculos encerrando a los personajes, biografías de la víctima, testimonios llorosos de vecinos y vecinas, comunicados de la conferencia episcopal, etc., etc.,) si en lugar de sus “muchachos” el crimen hubiera tenido como protagonista a alguien del sector revolucionario y como víctima a una mujer de ellos. ¿Qué hizo nuestro “diligentísimo” y eficaz medio del Estado?. ¡Cáiganse para atrás!. En el momento en el cual, la distinguida Sofía Aguilar iba a rendir su emocionado testimonio en el Teresa Carreño, alguna mano...¿ingenua…peluda?... decidió cortar la transmisión y pasar a la final del básquet. ¡Insólito! ¿Y qué me dicen de la oportuna y diligente acción del Ministerio Público?. Apenas ahora, a más de tres años vista, aquellos episodios del 11-A de 2002 empiezan a recibir algunas imputaciones. Por cierto tardías y bien inoportunas. ¿Qué se necesita para que ante una denuncia pública y notoria la Fiscalía actúe como es su obligación? Todas estas cosas tienen que llamarnos a la reflexión a todos. ¿Qué se espera?. ¿A que se debe tanta impunidad?. ¿Es inocente?. Mañana podríamos descubrir, en medio del horror, que no lo era.


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Martín Guédez


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