El más reciente papelón del genocida y títere de EEUU, Enrique Peña Nieto, quien por desgracia es Presidente de México, ha dado la vuelta al orbe. En la Cumbre de Líderes de América del Norte, en Canadá, el inquilino de Los Pinos denostó del "populismo" y los "populistas", ante lo cual Barack Obama declaró: "Me preocupo por la gente pobre, que está trabajando muy fuerte y no tiene la oportunidad de avanzar. Y me preocupo por los trabajadores, que sean capaces de tener una voz colectiva en su lugar de trabajo (…) Supongo que eso me hace un populista".
Sin duda, el enfoque de Obama -en relación con los términos de marras- es el adecuado. El populismo, según el DRAE, es: "Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares". Desde luego, el jefe del Imperio miente al enunciar que se preocupa por los pobres y los trabajadores: sus dos mandatos consecutivos han elevado el nivel de desempleo real a 23% (*), hay 45 millones de personas en situación de carencia (**) y más de 40 millones dependen de los cupones de alimentos para sobrevivir (***). Sin embargo, es insólito que un representante de la derecha global como Obama, haya tenido que colocar los puntos sobre las íes acerca de los referidos vocablos. ¡Ironías de la vida!
Los términos "populismo" y "populista", como es de cajón, se derivan de "pueblo". Populista es aquel que apoya el populismo, c’est-á-dire, el movimiento político que persigue el apoyo de las clases populares o que implementa medidas a favor de éstas. Ahora bien, ¿por qué estas palabras han caído en desdicha tanto en la derecha como en la izquierda? Primero habrá que explicar algo: la derecha, con toda la intención, ha satanizado la dupla "populismo-populista" con el fin de descalificar a las masas y perpetuar en el inconsciente colectivo el mantra de que las élites "sabias" y "estudiadas" son las únicas con la potestad de guiar los derroteros de "los ignorantes", o sea, del "hoi polloi". La concepción metafísica de una clase predestinada por Dios a controlar un territorio es lo que mueve a la derecha a desvirtuar el significado de nuestras palabras y a imponer en las bocas de muchos la semántica de la burguesía. Por lo tanto, la derecha ha equiparado el populismo con fenómenos nocivos y perjudiciales como el asistencialismo o el clientelismo. Si el populismo es un elemento negativo, el pueblo también lo es. Una estratagema muy astuta y perversa de la burguesía para que la clase obrera sienta vergüenza de sí misma.
Tan avasallante ha sido la cantaleta de la derecha sobre el "populismo" y los "populistas", que hasta en la izquierda se replican sus deformados conceptos sin el menor ejercicio de análisis o autocrítica. Hasta ahora, en ningún recoveco de América Latina o España, ningún líder de nuestro flanco se ha ocupado de desintoxicar tales expresiones del veneno de la burguesía; por el contrario, estos han seguido repitiendo como loros los supuestos males del "populismo" y los "populistas". De esta forma, la izquierda se ha estado apuñalando por la espalda con una daga proporcionada por el Gran Capital. ¡Así de torpes hemos sido de este lado!
De acuerdo con algunos intelectuales del marxismo, el término "pueblo" difumina los estratos y niega las contradicciones dentro de las sociedades. Por dicho motivo, estos arguyen que echar mano de "populismo" o "populista", con desprecio, no es ningún problema. Resulta, camaradas marxistas, que falsificar el sentido del pretérito binomio hace un flaco servicio al idioma y a la lucha revolucionaria. Si nos vamos al DRAE, hay varias definiciones generales de "pueblo", aunque hay un factor común en dos de las acepciones: "Población de menor categoría" y "Gente común y humilde de una población". Hasta en el "mataburros" se confirma que "pueblo" no incluye a todas las clases y se decanta por una en especial: la humilde, la trabajadora. Hasta el desdén de la Academia monárquica se hace evidente al tildarnos de "población de menor categoría". ¡Vaya, vaya!
En el día a día, el uso peyorativo de "pueblo" es palpable en cada ámbito de la vida pública. Son rutinarias las voces "populacho", "pueblerino", o las odiosas comparaciones entre los "pueblos atrasados" y una urbe como Caracas, verbigracia. La burguesía y las capas medias rehúyen de la etiqueta de "pueblo" al refugiarse en rangos más cotizados como "alta sociedad" o "clase profesional". Por todo lo anterior, cuando platicamos de pueblo nos referimos a los más desposeídos, a los descamisados, pero también a la masa obrera y campesina, así como a vastos sectores de las capas medias explotadas (aunque éstas se consideren "oligarquía"). En consecuencia, es una falacia que el término "pueblo" borre las clases sociales y sus antagonismos.
Cuando en la derecha y la izquierda se habla de "populismo", en realidad se está confundiendo el pretérito vocablo con el "asistencialismo". Éste, a pesar de no estar registrado en el diccionario, tiene su definición en algunos sitios de internet: "Es una ayuda que ataca los problemas de sectores necesitados. Es inmediata a las necesidades básicas". Bajo el prisma del jurista guatemalteco, Mario Fuentes Destarac: "(El asistencialismo) tiene su origen en la caridad pública que se basa en el principio de la benevolencia, es decir, en la compasión y la lástima, y se traduce en la limosna o el auxilio que se presta a los necesitados, a manera de una actitud solidaria con el sufrimiento ajeno (…)". Por otro lado, el clientelismo es "el sistema de protección y amparo con el que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y sus servicios". Como logra apreciarse, asistencialismo y clientelismo van de la mano. Mientras el populismo libera a las masas, el asistencialismo hace dependientes e inútiles a las personas. En México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se ha caracterizado por practicar el asistencialismo y el clientelismo, sobre todo en períodos electorales. En Venezuela, Acción Democrática (AD) obró en ídem dirección cuando fue gobierno en la infame Cuarta República.
La Revolución Bolivariana se ha convertido en paradigma universal por su estrategia de inclusión social y por desarrollar políticas que benefician a las grandes mayorías. ¡También hemos sido populistas! Que Peña Nieto, Enrique Krauze y el resto de analfabetas funcionales prosigan en su pertinaz agresión contra el populismo y queden como delirantes ignorantes o manipuladores; en la izquierda debemos deslastrarnos de la semántica de la plutocracia y reconocer que, por esta vez, Obama ha tenido la razón. ¡Abramos el debate!
P.D. El "affaire" que nos ocupa en este ensayo es síntoma de una aberración muy extendida por estos tiempos: la utilización de las palabras sin corroborar sus significados en fuentes confiables como los diccionarios. La incontinencia verbal de políticos, periodistas y opinadores sin oficio, desencadena infortunados malentendidos como éste. La rotunda lección es nunca llevarse por lo que escuchamos –o leemos- y siempre despejar las dudas con el diccionario.
(*) Shadowstats: http://www.shadowstats.com/alternate_data/unemployment-charts
(**) 45 millones de personas viven en la pobreza en Estados Unidos: http://www.tercerainformacion.es/antigua/spip.php?article97584
(***) 45 million Americans now on food stamps:
http://www.naturalnews.com/052599_food_stamps_social_chaos_financial_collapse.html