El mundo presencia, todavía entre desconcertado y perturbado, las acciones genocidas del imperio estadounidense. Lo que parecían acciones reactivas del imperio se develan con toda claridad como partes de un gran plan. Nadie puede imaginar siquiera que las acciones emprendidas por Israel en el medio oriente responden a la provocación por un par de soldados secuestrados.
El imperio desarrolla un plan estratégico determinado por la estructuración de un enemigo bajo tres parámetros: Terrorismo, Populismo Radical (*) y Narcotráfico. Toda zona del planeta que esté -por razones de dominación de sus recursos- en el ámbito de lo que debe ser controlado y presente resistencia, pretensiones de soberanía o insubordinación es inmediatamente asociada a uno o más de estos tres parámetros establecidos.
De la ubicación de estas zonas en uno o más de estos parámetros se encarga en primer lugar la demoledora y omnipresente maquinaria informática. Progresivamente se va fijando en la opinión pública la asociación de países y gobiernos con terrorismo, populismo radical o narcotráfico. Está en pleno desarrollo una nueva forma de guerra que supedita la maquinaria militar a los intereses económicos. Se busca la apropiación de recursos naturales y fuentes energéticas necesarios para el desarrollo de esta etapa superior del capitalismo. No enfrenta –como antaño- un ejército sino que se busca eliminar cualquier foco de resistencia a la privatización y usurpación de recursos naturales. Es una confrontación privatizadora que se presenta ante el mundo como guerra antiterrorista o contra el crimen organizado.
En el marco de esta estrategia global del capitalismo mundial se inscriben las últimas confrontaciones disfrazadas de terrorismo y enfrentamientos étnicos, religiosos o geopolíticos, como los de Yugoslavia, Afganistán, Irak, Palestina, Líbano y aquellos que se avecinan como Irán, Cuba, Venezuela o Bolivia.
Venezuela no puede ignorar que representa la joya de la corona. Luego de transformada la Faja Bituminosa del Orinoco en Faja Petrolífera, Venezuela representa la mitad de todas las reservas petroleras del planeta. A ello debe añadírsele las impresionantes reservas acuíferas y minerales como para saber que en este plan global de expansión del modelo capitalista el control de Venezuela es vital. Contra Venezuela se enarbola un menú de estrategias conjuntas donde no se desecha ninguno de estos tres parámetros: nexos con el terrorismo, populismo radial y narcotráfico. Para ello el imperio cuenta con los cipayos criollos, suerte de quintas columnas que día a día llevan agua al molino. La clave es lograr tipologizar al país de modo que se justifique una acción directa o indirecta.
Líbano o Palestina están mucho más cerca de Venezuela de lo que se puede imaginar. Las acciones directas no tienen porqué tener la forma de invasión. Allí está para ello todo el conjunto de contradicciones internas, deseos insatisfechos, intereses particulares, inseguridad o corrupción que permite su manipulación. De momento, tenemos información de un plan desestabilizador que ellos esperan tomará cuerpo y figura para el mes agosto. Al igual que en abril de 2002, necesitan que “él esté en Venezuela”. Todo indica que provocarán episodios de violencia a partir de situaciones de insatisfacción. Desatarán actos de rebeldía –ya ensayan con los transportistas de camionetas-, que terminen en hechos violentos y muertos.
Frente a estos hechos, es imprescindible que el pueblo tome conciencia de sí mismo y su poder. El pueblo debe estar en pleno conocimiento de estos planes: husmearlos, detectarlos y combatirlos con presencia popular. Se vienen tiempos de tormenta pero volverán a equivocarse. El imperio tendrá que quitarse la mascara y realizar sus acciones sin confiar en los lacayos criollos. Es verdad que queda mucho por hacer en cuanto a la MISIÓN CONCIENCIA. También es cierto que quienes trabajan en esto no cuentan con respaldo ni recursos. Pero no lo es menos, que este pueblo está decidido a ser libre cueste lo que cueste.
(*) Por cierto una perversión más del imperio que asigna caracter perverso al seguimiento de lo popular.