El Departamento de Estado de EEUU está desarrollando una campaña diplomática de grandes dimensiones para impedir que Venezuela se convierta en uno de los diez países miembros no permanentes del anacrónico Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Washington apoya y promueve desesperadamente la candidatura de Guatemala, uno de sus fuertes aliados en América Latina. ¿A qué le teme la potencia más poderosa del planeta? ¿Acaso un país mediano como Venezuela puede generar tanta angustia en la Casa Blanca? Pareciera que sí. Recordemos que el Presidente Hugo Chávez y el Gobierno Bolivariano han independizado políticamente a Venezuela de los lazos sumisos que mantuvo durante décadas con Estados Unidos. En lo económico, a través de un modelo de desarrollo propio, el país también se encamina hacia su total autonomía. Dicen los funcionarios estadounidenses que Venezuela es una fuerza negativa en la región. Hemos de decir que dialécticamente tienen razón, pues lo que ellos entienden por negativo es, a su vez ,positivo para los pueblos de nuestro continente. En efecto, la demostración que ha dado el pueblo venezolano en cuanto a su acción y disposición para ser libre, generar políticas de inclusión social, diversificar sus relaciones internacionales, romper las sempiternas relaciones de dominación con el imperio de turno, suponen un ejemplo a ser estudiado y seguido por los demás pueblos latinoamericanos, es decir, por el gran pueblo de la Patria Grande.
La diplomacia venezolana, encabezada por el Presidente Chávez, se ha opuesto abiertamente a las descabelladas acciones del gobierno de George Bush, a las invasiones ilegales, a la imposición del pensamiento único, a la conformación de un nefasto sistema internacional unipolar, a la guerra como método de solución de las controversias, a la guerra como garante de la posesión de los recursos naturales de otros pueblos. En 2001, Hugo Chávez fue el único líder occidental que se opuso con contundencia a la invasión de Afganistán y a la muerte de inocentes en nombre de una fulana guerra global contra el terrorismo. Desde ese momento, Washington emprendió una feroz arremetida contra el Gobierno Bolivariano, patrocinando acciones como el golpe de Estado y el paro – sabotaje petrolero de 2002 y 2003. No podía permitir el gobierno de la primera potencia del mundo que un país de su "patio trasero" se atreviera a ser libre, a entablar relaciones con países de todo el orbe, a diversificar las ventas de sus recursos energéticos y a tomar el control de sus industrias básicas. El neoliberalismo encontró en la Revolución Bolivariana un muro de contención infranqueable, que detuvo su avance y lo hizo huir despavorido.
En Venezuela no sólo se han objetado o criticado las políticas unilaterales de EEUU, sino que se han expuesto y desarrollado teorías y prácticas alternativas, socialistas, que amenazan sanamente con superar el capitalismo y avanzar hacia un nuevo modelo de saciedad solidario, diverso, incluyente y justo. Caracas ha multiplicado sus relaciones con países de todo el planeta y de todas las culturas, desmontando la absurda tesis maniquea del choque de civilizaciones que le da sustento a la política exterior de los neo conservadores de la administración Bush. El gobierno venezolano promueve con firmeza la conformación equilibrada de un sistema internacional multipolar. En consecuencia, la sola presencia de nuestro país en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas significaría que Washington tendría que debatir y que explicar las absurdas razones de su política exterior, encontrando en Venezuela la voz de los oprimidos, no sólo de América Latina, sino del mundo entero, oponiéndose a cualquier acción que afecte la soberanía de los pueblos, el derecho a la vida, a la independencia y a la autodeterminación. El Consejo de Seguridad encontrará en Venezuela un férreo impulsor de la multipolaridad, de la no intromisión en los asuntos internos de los Estados, un firme proponente de resoluciones para enfrentar a los verdaderos enemigos de la humanidad: la miseria, la pobreza, la exclusión, el hambre, la guerra, la contaminación y el unipolarismo.
El mes de octubre, durante el transcurso del 61 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, los 192 países que la componen tendrán la oportunidad de apoyar la visión multipolar, inclusiva, pacifista y alternativa de Venezuela. También tendrán la opción de respaldar a los Estados Unidos consu visión unipolar, guerrerista, selectiva e imperialista. Cuánto ganaría el Consejo de Seguridad de la ONU con el debate y la diversidad, con propuestas legitimas de gobiernos que sí representan a sus pueblos. Hace un año el Presidente Chávez hizo retumbar las columnas del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York al reconocer que la ONU tal como está concebida sencillamente "no sirve". Un año después, como complemento a lo explicado en las líneas anteriores, Venezuela presenta su candidatura para conformar la instancia decisoria de la ONU, con la intención de impulsar desde las propias entrañas retrógradas de esta organización mundial, no sólo una gran reforma estructural, sino una gran revolución en su concepción, sus prioridades y el respeto a los valores, bien definidos, pero ignorados, que se encuentran plasmados en su carta fundacional redactada y violentada desde su nacimiento hace 61 años. La elección de Venezuela puede ser en definitiva el primer gran paso para concretar la tan alardeada y eterna transformación de las Naciones Unidas en un ente que le de respuestas respetuosas y eficientes a los pueblos del mundo y a los grandes flagelos de la humanidad.