Algunos senadores del Congreso de Estados Unidos han expresado su preocupación. Piensan que su país podría estar perdiendo la autoridad moral.
La preocupación de los senadores se origina en la intención del Presidente George W. Bush de forzar al Congreso de Estados Unidos a producir nuevas leyes que justifiquen algo que él ha estado haciendo por los últimos tres años: torturar prisioneros de SU guerra en contra del terrorismo.
Los senadores se quedaron cortos en sus aseveraciones.
La situación con respecto a moral y ética en los Estados Unidos de Norteamérica ha ido cuesta abajo los últimos años. Y los senadores son tan culpables como cualquiera del colapso moral.
Seis años atrás los senadores tanto republicanos como demócratas perdieron sin oponer resistencia una importante batalla precisamente por autoridad moral. Sucumbieron a la mano invisible que controla Washington: los poderosos grupos económicos y otros con intereses “especiales”.
En el año 2000, la firma de solo un senador era necesaria para proceder con lo que pudo haber resultado en la impugnación de los “irregulares” resultados de las elecciones presidenciales del estado de la Florida. Los senadores desaprovecharon la oportunidad de salvar al mundo de tanto pesar.
Todos se chorrearon ante la histórica oportunidad y George W. terminó esquivando huevos y tomates en camino a su inauguración como presidente.
Estos vergonzosos episodios son ahora parte de la historia, de la frustrante lucha de una nación por altos niveles éticos.
Parte de la misma ignominiosa historia es el discurso que la senadora demócrata Hillary Rodham Clinton dio en apoyo al desafortunado ultimátum del Presidente Bush a Saddam Hussein. “Esta es tú última oportunidad”, dijo ella, “desármate o té desarmaremos”.
Después de la pérdida de 2.686 soldados norteamericanos y la muerte de decenas de miles de civiles inocentes, daños colaterales como los llaman ellos, ella y los otros impertérritos “guerreros” todavía rehúsan hablar abiertamente del embarazoso meollo del asunto:
Saddam Hussein REALMENTE no tenía armas de destrucción masiva ni conexiones con organizaciones terroristas.
A pesar de esta “pequeña mancha” en su carrera política, Hillary está ahora a la cabeza de los aspirantes a la presidencia por el lado demócrata.
Nadie ha dicho que altos niveles éticos son prerrequisito absolutamente necesario para desarrollar una exitosa carrera política.
El lado “conservador” no es nada diferente. El aspirante presidencial republicano John McCain es uno de los senadores que expresó preocupación por la pérdida de niveles éticos. Sin embargo, su ansiedad no tiene que ver con la injustificable pérdida de vidas en Irak y en Afganistán.
¡Hasta el “honorable” senador de Arizona apoyó al Presidente Bush en su costosa búsqueda de armas y terroristas!
Como prueba de que él es un político de “principios”, cualidad muy importante en el lado republicano, McCain todavía lo apoya a pesar del ardid de la permutación. La “guerra contra el terrorismo” es ahora la guerra por “la liberación y por la democracia” de esos dos países.
¡Y todavía hay gente que se pregunta que tiene de malo la guerra contra el terrorismo!
“Malo” no es la palabra correcta. La pregunta debería ser mas bien que es lo que hace esa guerra inmoral, diabólica, deshonesta, ilegal, pecaminosa, perversa, criminal y falta de ética...
En los Estados Unidos se perdieron los “altos” niveles éticos hace mucho tiempo. Pero no es justo culpar de esto a todo el país. El perenne crimen en el Medio Oriente es culpa de las pocas cabezas vacías que gracias a la democracia, O A PESAR DE ELLA, tienen el poder de decisión.
Aún en el caso de que no dudáramos de sus buenas intenciones, es difícil conseguir la lógica detrás de esas decisiones.
Sería estúpido, en la lucha contra la delincuencia, bombardear a un vecindario pobre porque allí se esconden los azotes de la ciudad. Es insano, ¡de locos!, el solo pensar que pudiera ser posible aplicar el mismo “principio” a un país entero.
Es una decisión difícil para los estadounidenses.
“El diablo estuvo aquí ayer”, dijo Hugo Chávez a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y podría tener razón. Precisamente el diablo es el que quiere que siempre tengamos que hacer lo perverso. Como el tener que escoger entre comprometer nuestros valores morales y hacer locuras.
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