El discurso del peligro de las fuerzas que ansían nuestros mercados y recursos, no es nuevo. Quien lea la Carta de Jamaica, de 1815, redactada por Bolívar, podrá encontrar allí para entender lo que decimos.
"Estados Unidos parecen ser destinados por la providencia a plagar a América de miseria en nombre de la libertad". Para empezar y por intentar complacer todos los gustos, eso no lo dijo un comunista, ni siquiera un socialista de nuestro tiempo, lo dijo un hombre tres años antes que Marx naciese y treinta y tres que apareciese publicado "El manifiesto Comunista".
El caraqueño inmortal percibió, cosa nada fácil entonces, que el crecimiento de la economía del norte iba a demandar recursos, sobre todo materias primas y mercados para sus mercancías. Y esa exigencia impondría a aquella nación del norte una política expansionista y de dominio sobre nuestras naciones. Por eso dijo aquello.
Convocó al Congreso Anfictiónico de Panamá, que debería ser integrado o instalado sólo por las "naciones antes españolas", para construir un bloque político y económico que contuviese aquella amenaza y EEUU se encargó que eso fracasase.
Siempre, desde entonces, hemos estado sometidos a la amenaza de la intervención imperial que nos ha dado golpes de Estado, quitado y puestos gobiernos e hizo del petróleo una propiedad suya. Eso que ahora intenta es lo mismo de siempre, no sería nada original ni novedoso.
Quizás, como suele suceder en la vida, el retorno a la toma del control como lo tuvo antes que Chávez llegase a Miraflores, pudiese tener algunas variantes, como la de una intervención militar directa o indirectamente, dado el caso novedoso que las fuerzas militares venezolanas constituyen un estorbo para las aspiraciones del gran capital. Aunque hoy no es absolutamente descartable la tesis que se pudiera urdir y hasta ejecutar un golpe de Estado en Venezuela.
Las razones abundan y no es necesario detallarlas, por eso creemos que el objetivo primordial es detener esa intervención por un medio u otro, porque en cualquier caso atentaría contra la soberanía. El enemigo ha avanzado enormemente, pese el discurso que se pronuncia desde el gobierno quiera sostener o hacer crecer lo contrario. Nunca antes en muchos años de historia nacional, en esto incluyo el espacio bajo el cual gobernaron AD y COPEI, la soberanía había corrido mayor peligro. Corremos ahora el riesgo que las fuerzas externas logren, como en Libia, desbaratar el Estado y todo esfuerzo por mantener la soberanía y los derechos nacionales. Pudieran hacerlo destruyendo toda fuerza que intente contenerlas o limitarlas y colocando unos gobernantes monigotes que se someterían al dictado de aquellas de manera absoluta e incondicional. ¿Por qué después de la salida de Pinochet, las fuerzas y energía del allendismo no se han podido reponer en Chile?
Por eso, lo que demanda el momento, no es gente con la suficiente liviandad para creer que todo se salva ganando una contienda electoral, aprovechando un momento crucial cuando los factores opositores se dispersan por las distintas razones o contradicciones que a ellos mueven. Y hasta disgregando a los factores progresistas, revolucionarios y nacionalistas.
La convocatoria a la elección de la ANC, la cual se justificó en discurso parecido al que está precediendo esta nueva para presidente, terminó en lo que todos sabemos, abstención del bando opositor, una votación favorable muy buena de casi ocho millones de votos, pero mantuvo viva la crisis y la composición del bloque opositor, pese la crisis que allí domina, tanto que de allá hasta acá, en materia económica los efectos han sido desbastadores. Es verdad que desorganizó a la oposición, la dejó sin balance ni piso apropiado, detuvo la violencia, pero en nada contribuyó a mejorar la vida del venezolano en toda la aspiración que eso conlleva. Tanto que dejó sin resolver los problemas que favorecen la violencia y la injerencia extranjera. Pues el mayor daño nos lo ocasionan la ineficiencia del gobierno y los factores externos; gran parte de la oposición sólo actúa como agentes de estos, mientras otra parte de ella se mantiene vacilante y acusando al gobierno de la responsabilidad de todo.
Aquella elección de la ANC, en los términos en que ella se cumplió, demostró no ser suficiente, aunque quienes opinan dese el bando oficial digan que ganaron y exhiban cifras.
Posteriormente, el gobierno optó por convocar a elecciones de gobernadores y Alcaldes, con los resultados que todos conocemos y los efectos son los mismos. De ese tiempo para acá las carencias y dificultades de todo tipo al venezolano siguen acosando y en aumento.
Por eso, uno duda que el adelanto por decisión unilateral, pese se diga que está en el acuerdo no firmado de Dominicana, de las elecciones presidenciales, pudiera darle un giro al rumbo que llevamos. No es convincente el presidente cuando dice que "su palpito y fe le dicen que a partir del 22 de abril" todo cambiará para el bien nuestro, sobre todo por creer saldrá reelegido.
Este llamado, como los anteriores, sobre todo este que adelanta el proceso unos cuantos meses, está sustentado en la percepción que el bando opositor está deteriorado o dividido como nunca antes. La oposición, que es un archipiélago como el griego, territorialmente hablando, y en razón de los posiciones que cada quien asume, también observa no es este el momento para llamar a esas elecciones. Cada factor está jugando a ganar y no darle salida a la crisis o mejor al atolladero en el cual estamos sumergidos.
Julio Escalona, en su conocida posición ha dicho:
"El problema es que Trump y Tillerson, y Julio Borges también, saben que Maduro ganará las próximas elecciones para presidente de la república. Es decir, la grave crisis que han provocado en Venezuela de carácter social, económica y política, no ha sido suficiente para deteriorar el peso político del chavismo y del presidente Nicolás Maduro."
Pero por supuesto, Escalona evita decir que Maduro y los suyos apelan al adelanto porque creen lo mismo, sobre todo por causa del deterioro de las relaciones en la oposición, no sólo entre los dirigentes de los distintos grupos, sino con sus propias bases.
Es decir de un lado u otro, parecieran tener poco interés en hallar acuerdos para superar la situación y desbaratar el cerco de Trump y los suyos, sino que lo importante para cada bando es llegar a un instante en el cual cada quien se siente seguro de ganar. En medio de esa disputa se inserta el factor imperial.
Ese estado de parálisis, que incluye el rompimiento del diálogo, que bien sabemos lo decidió el gobierno de Estados Unidos, pero como dijo el mismo Jorge Rodríguez, está asociado, sin que esto signifique unidad, unanimidad y ni siquiera acuerdo, a que en la MUD, como en el Consejo de Seguridad de la ONU, se impuso el derecho a veto. Eso quiere decir, que bastó que Borges desistiese de firmar lo acordado en Dominicana, para romper o suspender el diálogo. Pero no significa el regreso de la unidad a la oposición, ni siquiera esa que anida en la MUD.
Julio Escalona, ante este cuadro, nos dice que:
"Tillerson llama directamente a la Fuerza Armada a que dé un golpe de Estado. Ello implica que van a radicalizar las agresiones económicas, las operaciones de guerra psicológica, la guerra mediática, las acciones de paramilitares que ya están instalados en Venezuela, para complicar la situación de seguridad, provocando atracos, secuestros y diversos crímenes horrendos."
Todo esto es verdad. No hay duda. ¿Pero la mejor manera de encarar la situación es tomando acciones ganadoras, sin que ellas abran camino a la crisis, como intentona de llamar a unas elecciones generales que de inmediato condujo de nuevo a la MUD a jugar cuadro cerrado?
Menos mal que alguien se percató, si eso fue así, si no otra cosa, y desistieron de ese llamado. Porque la historia reciente nuestra prueba que los llamados a elecciones y cuando ningún bando exhibe un proyecto concreto para abordar la crisis sin afectar la soberanía, los intereses y conquistas colectivas, parecen la panacea. ¡Si por eso fuera! ¿En cuál país se hace más elecciones que este?
El riesgo de favorecer la intromisión imperial también puede estar en un muy mal manejo de la coyuntura entre quienes tienen poder de decisión y para buscar encuentros.