Guerra, terrorífico solo en pensarlo (II)

El horror incomparable de una guerra, descripto por un hombre de mente tan adoradora de las batallas como "le petit caporal", el pequeño cabo de artillería del ejército francés, Napoleón Bonaparte, devenido en Emperador, reseñaba que un encuentro bélico sólo dejaba en el campo; cadáveres despedazados, sangre desparramada amalgamando la tierra, quejidos y llanto de los moribundos, pudrición y hedor levantado con el polvo de las tolvaneras, y llevaba a la mente entristecida de los conductores de las batallas, derrotados y triunfadores, aquello de que en las guerras no hay ganadores, porque éstos sólo resultan ser los menos afectados.

Venezuela pareciera que va a tener que enfrentar un conflicto bélico, siendo como de hecho somos, un país pacífico y pacifista por excelencia, luego de un pasado tormentoso y haber afrontado la cruentísima guerra de la independencia de gran parte de la América hispana, lo que en la actualidad comprende 6 países: Venezuela, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, la tremenda Guerra Federal y subsiguientes, como la llamada Revolución Restauradora encabezada por Cipriano Castro o la Libertadora con Manuel Antonio Matos como líder y además montoneras y alzamientos dispersos por diferentes razones, básicamente por ambiciones de poder.

La amenaza real y presente hace que nuestro panorama luzca sombrío, como puede esperarse de cualquier conflagración bélica, que hace presumir enormes penurias al pueblo, desastres económicos, devastación y miseria, con secuelas que aun resultando triunfadores, tardaríamos décadas en recuperar los daños resultantes de la guerra.

El posible conflicto bélico con Colombia, parecería a primera vista como equilibrado, pero aunque en principio resultáramos triunfadores, tendíamos que afrontar una guerra de desgaste que se prolongaría mucho en el tiempo, porque la OTÁN y los Estados Unidos no aceptarían una derrota aunque fuera indirecta a través de su protegido y en consecuencia el inmenso poder económico de la Unión Americana y sus adláteres de la Unión Europea, especialmente estos últimos con su afán hegemónico, por reverdecer glorias pasadas, harían hasta lo imposible para alcanzar al final una victoria colombiana aunque fuera pírrica, que en el mejor de los casos terminara en un tratado de paz sin consecuencias indeseables a futuro para ninguno de los beligerantes y dando como resultado final dos países tremendamente afectados, vecinos incómodos: Colombia y Venezuela, enemistados por decenas de años, hasta cicatrizar las heridas.

Durante la segunda guerra mundial, un país con el poderío indiscutible de Estados Unidos, y su enorme tamaño y población, internó en campos de concentración a todos los originarios de Japón, incluyendo a ciudadanos estadounidenses por nacimiento de ascendencia nipona, totalizando solamente unos 120.000 individuos. Igual cosa hizo con los provenientes de Alemania e Italia.

Este simple hecho nos tiene que abrir los ojos frente a los más de 5.000.000 de colombianos residentes en Venezuela y la actitud e inclinación que tomarían en caso de un conflicto armado entre los dos países. Quiero con esto significar que prácticamente estamos invadidos y que nuestra capacidad de reacción interna frente al invasor, especialmente de la Milicia Bolivariana de sólo 1.000.000 de efectivos, tendría enormes dificultades para contener y controlar tan inmensa masa humana y ni pensar realizar en Venezuela lo que hizo Estados Unidos confinando a presuntos adversarios.

Desde mi profunda angustia que comparten muchos amigos a quienes he planteado mis inquietudes, y con lo siguiente no emito juicio de valor, y mucho menos quiero expresar que debemos bajar la cerviz y darnos por derrotados sin responder contundentemente la agresión, pero insisto en llamar la atención sobre algunas ideas, que asoma Sun Tsu, en su magnífica obra "El arte de la Guerra", donde expresa palabras más palabras menos: que hay que evitar hasta lo casi imposible entrar en batalla, especialmente si las fuerzas contrarias parecen superarnos, (Colombia, OTÁN y Estados Unidos) y que los grandes conductores, tratan de ganar las batallas sin pelearlas, recurriendo a sus cualidades de negociación comprometiendo a terceros y a su capacidad de convencimiento del poderío disponible para dejar sentado, que un intento de agresión podría devenir en un gran descalabro al intentarlo el agresor iniciante.

 

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Edgar Valero Díaz

Ingeniero Agrónomo.

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