“La guerra es el fruto de la debilidad
y necedad de los pueblos”.
Romain Rolland
Sería necesario escribir un libro para poder explicar lo que he tratado de compendiar en tres artículos de prensa, para ver el panorama del mundo antes del conflicto de la Segunda Guerra Mundial, comparando las personalidades anormales de Adolfo Hitler i George Bush. I como en el presente, algunos tratan de interpretar las agresiones de Bush, como simples episodios bélicos, existiendo causas muchísimo más probable de encender una tercera guerra, pues el principal elemento causal es el robo, el dominio i el petróleo i más adelante el agua, no tengo el sentir de Chamberlain, sino el de Churchill, en cuanto a que se desencadene una hecatombe, la cual haría verdadera la frase de Alberto Einstein que la refirió a la “tercera guerra” que más bien sería la cuarta, cuando dijo “que la tercera guerra mundial sería con piedras” o sea, después de lo que sobreviva junto con las cucarachas, después de un conflicto atómico o nuclear. Del lado de los que llamamos los aliados, se creía que Alemania cumpliría con el pacto de Versalles; que no se le permitiría el rearme; que tendría la economía en el suelo para levantarse, etc., i estaba suficientemente vigilada para guerrear de nuevo. Sin embargo no adivinaban la personalidad que estaba al frente para la década del treinta ni le hicieron caso a su libro escrito en una prisión. Churchill narra en el primer tomo de su obra que, una vez obtenida la victoria final sobre el nazismo, Roosevelt le preguntó ¿cómo habría de llamarse esta guerra?, a lo que el hombre del tabaco les respondió; “La guerra innecesaria” i además, que su historia (que poseo en 12 tomos leídos) era una continuación de la primera guerra, porque tal parece que no existió entre ambas la paz, sino un armisticio. Había sido algo como “La guerra de los treinta años”. Aquellos célebres años veinte felices, con auge de las artes, con el Can Can i las múltiples diversiones, no fue más que una pausa i ya desde los años 27 i 28 de veían de nuevo los amenazantes nubarrones de la guerra. Vino el ascenso de Hitler al poder, soñando con la revancha o venganza, i a finales de 1939, de nuevo Europa sucumbía a la guerra, llevada o conducida por un paranoico dictador, como lo es ahora en el presente, su homólogo George W. Bush. El Impero norteamericano igualmente no ha tenido sino mínimas pausas entre las 62 guerras que menciona William Blue i ninguna ha sido necesaria i si se invirtiera ese dinero dilapidado en dar muerte i destrucción en planes de paz i de aumento de la calidad de vida del hombre, todos los continentes estarían florecientes i felices. Creo que esa maldad de algunos hombres que se embriagan de poder, los convierte en monstruos, en seres anormales, en locos no geniales como de los que habla Kart Jasper, Phillipe Brenot o Vallejo-Nágera, sino como Mr.Jenkyl, el Destripador de Londres o ficciones como Drácula. Cerebros mui parecidos estos últimos al de Mr. Bush.
Nadie podía creer que el “bueno” de Franklin Delano Roosevelt conviniera por negocio el caso de Pearl Harbor ni que su sucesor, el medio burlón en guayaberas, de Harry S. Truman, no se conformara con una sola bomba atómica en Hiroshima cuando ya la guerra estaba ganada i el Japón dispuesto a rendirse, sino que envió otra bomba igual a Nagasaky. La mentalidad criminal tiene muchos disfraces i en el caso de George, este no cree en carnaval i además no usa disfraz. Está empecinado en aplastar a Irán, aunque sabe que su derrota vendrá; lo mismo con Venezuela; pero ¿Quién quita que una mente anormal i criminal, no le importe en absoluto la humanidad ni su propio pueblo? ¿No fabricó toda una comedia con armas de destrucción masiva i uranio africano para hacer lo que ha hecho con Irak? ¿Qué Dios devuelve los muertos i reconstruye ciudades, museos, documento i obras de arte? Yo respeto i admiro mucho al General Múller Rojas, pero está juzgando por sus conocimientos militares, con una mente sana i humanitaria, como la de tantos millones de hombres que confiamos en la razón, en la civilización i en el amor. La gente que miente descaradamente, calumnia i arremete sin fundamentos, jamás podrá cambiar. Imaginemos el futuro, si este loco asesino, se decide por otra guerra más. ¡Qué es una raya más para un tigre!