Este año se celebra el aniversario número 231 de la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Hace 231 años, el territorio estadounidense se liberó de la colonización y dominación inglesa, estableciendo entonces una república basada en los ideales y derechos de la libertad, la vida, la igualdad y la felicidad. El texto de la Declaración de Independencia de Estados Unidos del 4 de Julio del 1776, obliga a sus ciudadanos y ciudadanas a reaccionar si su gobierno viola estos conceptos fundamentales del país, articulado en el segundo parrafo de dicho documento: “Siempre que una forma de gobierno atente contra tales fines, es derecho del pueblo modificarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno cuyas bases se asienten en estos principios, y organizar su poder de forma tal que pueda garantizar su seguridad y felicidad.”
Además, la Declaración de Independencia dice, “Cuando [existe] un largo tren de abusos y usurpaciones, que evidencia un diseño para reducir [estos derechos e ideales] bajo un despotismo absoluto, es [el] derecho [del pueblo], es su deber, derrocar tal gobierno, y entonces proveer nuevas guardias para la seguridad de su futuro.”
Durante el gobierno de George W. Bush, se han violado estos principios fundamentales de la Declaración de Independencia y han logrado reducir los pocos derechos otorgados en la Constitución estadounidense a casí cero. El texto de la Declaración de Independencia otorga a sus ciudadanos el derecho y el deber de abolir o alterar un gobierno que viola estos conceptos de la libertad, el derecho a la vida y al logro de la felicidad. Sin embargo, el pueblo de Estados Unidos no ha reaccionado de esa forma, más bien, se ha caido bajo la sombra de una campaña de terror liderada por la élite económica y política de Washington.
El gran monstruo detrás de esa campaña, y él que ha avanzado la decadencia del imperio de una velocidad no antes visto, es el actual Vice-Presidente Richard “Dick” Cheney. Bajo el mandato de Cheney, la oficina de la vicepresidencia ha cambiado de un cargo sin poder ni propósito ninguno, al nucleo de poder más potente y peligroso de Washington. Cheney fue la voz central en la “legalización” de la tortura como táctica para avanzar la “lucha contra el terrorismo” y la recolección de inteligencia e información a manos de la CIA. También fue el autor del programa de espionaje contra ciudadanos estadounidenses en clara violación de la ley. Cheney invokó la “supremacía del ejecutivo” para justificar sus acciones y decisiones, y logró menos transparencia y más secretos, creando entonces un ejecutivo que no esta sujeto a la investigación ni revisión del congreso estadounidense (como proscribe la ley). Y la voz principal defensora de la detención ilegal y arbitraria en la cárcel de Guantánamo tanto como en las cárceles secretas que ha construido la CIA por Europa, ha sido la de Dick Cheney.
Cheney formó parte del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), junto a otros neoconservadores y halcones de la escuela Reagan-Bush, que elaboró el plan y la estratégia para justificar la Guerra en Irak y la toma de las grandes reservas petroleras en el medio oriente. El Vice Presidente Cheney tuvo mucho que ver, por supuesto, en las decisiones sobre la “reconstrucción” de Irak y Afganistán, después de la destrucción causada por la invasión. Repartió la torta petrolera a sus colegas y compañeros imperiales, incluyendo a su propia empresa Halliburton, que logró obtener una gran parte de los negocios petroleros en Irak y Afganistán después de las invasiones.
Y es Cheney quien ordenó la publicación del nombre de la funcionaria de la CIA, Valerie Plame, como manera de vengar a su esposo, Joseph Wilson, ex-diplomático estadounidense que había escrito un artículo desmintiendo la tesis sobre armas de destrucción masiva en Irak. Con esa táctica mafiosa, Cheney puso en peligro la vida de Plame y su equipo y colegas de la CIA y violó la ley estadounidense, que especificamente prohibe la revelación de los nombres reales de oficiales encubiertos de la CIA. Luego de una larga investigación y juicio legal para descubrir quien había sido responsable por la revelación del nombre de Valerie Plame, un tribunal federal estadounidense imputó al ex-jefe del despacho de Cheney, Lewis “Scooter” Libby, acusado por haber obstaculado el proceso judicial y por haber mentido a los investigadores federales sobre el asunto. Fue convicto a dos años de cárcel condicional más una multa de $250.000.00, decisión que trajó aplauso en muchos sectores estadounidenses que veían en ésa órden judicial una clase de justicia necesitada en un gobierno que había actuado con plena impunidad durante siete años.
Pero el Presidente George W. Bush tomó la decision, en víspera de la celebración de 231 años de independencia, de otorgar a Libby una clase de “perdón” que le libera de la obligación de cumplir con un periódo de prisión y también le borra la multa impuesta por la corte. Aún Bush no ha descartado la posibilidad de otorgarle un indulto a Libby.
La semana pasada, Richard Cheney, Vice Presidente de Estados Unidos, anunció que no pertenecía más al poder ejecutivo, y entonces no esta sujeto a la Ley. Esas declaraciones preocupantes fueron hechas en respuesta a múltiples solicitudes del congreso estadounidense para la desclasificación (o clasificación) de información proveniente de su despacho. Pero Cheney, quien había invocado el privilegio ejecutivo en años anteriores como ningún presidente en la historia lo había hecho, decidió que más le convenía no pertenecer al ejecutivo ni a ninguno de los poderes articulados en la constitución – así podría lograr ser hasta más secreto y clandestino con su trabajo, y más corrupto y descaradamente criminal.
A pesar de una reacción mediática que ha criticado estas últimas acciones de Cheney, no ha habido mayor incidente ni respuesta del pueblo estadounidense ni de sus tres poderes. Cheney, quien ahora ha auto-creado un cuarto poder, se declara fuera de la Ley en clara violación de la Constitución de Estados Unidos y los principios fundamentales de la Declaración de Independencia, y nadie hace nada. Si algo parecido hubiera pasado en un país como Venezuela, ya estaríamos invadidos por el imperio “salvador” de la democracia.
En este aniversario de la independencia de Estados Unidos, existe el gran deber de rescatar los principios fundamentales que llevó a un pueblo a la rebelión en lucha de sus vidas y libertades hace 231 años. Existe la responsibilidad de invocar esa frase de la Declaración de Independencia que obliga al pueblo abolir su gobierno si éste viola sus derechos e ideales. Ya no es cuestión de solamente salvar al pueblo estadounidense, sino la humanidad entera.
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