Hasta hace apenas la semana pasada (jueves 15) el celebérrimo jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) decía, que aún cuando todavía se prevé una desaceleración modesta de la economía estadounidense, con un efecto limitado para el resto del mundo, ahora en este preciso momento con las díscolas velocidades del huracán financiero de nunca acabar (caso de la aparatosa caída ayer lunes del Banco Northern Rock de Gran Bretaña) , los pronósticos económicos de este chacal del dinero las desvanece el viento y el agua (cual tigre de papel), y no encuentra qué adefesio inventar o en que palo ahorcarse, para paliar el inevitable colapso financiero que arrasa y se lleva en los cachos, al mismísimo diablo hasta las lúgubres pailas de los quintos infiernos.
En julio de este año, el FMI había incrementado sus previsiones para el crecimiento económico global, pero eso fue antes de que la crisis 'subprime' en Estados Unidos impactara en los mercados y derivara en una restricción más amplia del crédito, cuyo efecto aún debe cuantificarse. También se equivocan de nuevo los rapacidas garúes de las finanzas mundiales, por que apenas un día después de sus inicuos comentarios que preveían una moderada desaceleración en la economía estadounidense, caen la Bolsas en Europa y con mayor énfasis en Gran Bretaña.
Ayer se le sumo al aquelarre de la crisis financiera, el comentario que hiciera el no menos gurú de las finanzas mundiales Alan Greenspan. Quien prevé que, para el futuro inmediato en los EU, conforme el viento de la globalización amaine, la inflación se volverá más difícil de contener, y que la Reserva Federal tendrá que endurecer la política monetaria, lo que chocará con "resistencias populistas desde el Congreso, si no de la misma Casa Blanca".
Hay todo un cruzao de pollo con carne –valga la comparación con el sancocho Guinnes de la Avenida Bolívar— que hacen que la omnipotente nación más temida del planeta se asemeje cada vez más a aquella bizarra sentencia que lanzó Mao Tse Tung hace más de 50 años: “Pienso, que el imperio norteamericano con su mentado e inigualable poderío militar, no son más que un tigre de papel”.
Todos los vientos que soplan desde la podrida olla que conforman los EEUU versus abyectos cipayos Europeos/Japoneses y con el beneplácito del parapeto o mal llamada Organización de Naciones Unidas (ONU), no hacen más que configurar la decadencia imperial de un poder hegemónico (con pies de barro) que se cae a pedazos en el estercolero de la historia.
Esa jauría de avariciosos chacales del mismo linaje, se baten en la podredumbre de su propia destrucción, y en su agónica defunción pierden la racionalidad (y el buen sentido) y se inventan a la torera una guerra contra Irán –como último salvoconducto— que justifique en parte el aparatoso desplome de la indisputable hegemonía neoliberal estadounidense, que amedrentaba a sus enemigos e intimidaba a sus amigos para que obedecieran, sin cuestionar, las políticas de Estados Unidos en el ámbito mundial.
El imperio de los EEUU y sus cohortes villanos de siete suelas, son reacios a aceptar el juicio condenatorio de la historia contra un modelo cadavérico de neoliberalismo salvaje. Y en su desespero y agonizante estertóreo se resisten a aceptar la pérdida de su hegemónico poder, que no es otro que aquel al que Mao acertadamente calificó como el magro desempeño del “Tigre de Papel”.
Las ‘horcas caudinas’ hacen inapelablemente su necrótico trabajo contra el siniestro imperio estadounidense, calificado éste como el más infame, criminal y genocida como no haya existido otro en este planeta. Quien habiendo perdido la racionalidad, buen sentido y buen juicio, quedó ante la historia como el malévolo imperio que tendrá que aceptar el rechazo, la condena y el juicio final de los pueblos, por sus sombrías actuaciones… Sí, tendrá que llegar, el juicio final contra mas de 200 años de saqueo, genocidio, rapacidad, egoísmo y toda una montaña de perversas iniquidades cometidas contra los pueblos del mundo… ¡Así tengan que pasar 10, 20, 40 o más años!
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