Estadounidenses y el dilema infernal de perder su vivienda

Dice mi buen amigo Luís Rodríguez, en alusión a lo que dice su mama, que hay que realmente preocuparse cuando por la acera de enfrente se vea pasar el entierro de Dios, porque de lo contrario si hay que aguantar el chaparrón hay que aguantarlo, porque después de la tormenta ha de venir la calma…

Refiero esto, por que por la difícil situación económica por la que están atravesando actualmente los hermanos estadounidenses, no es nada halagüeño el infiernillo ni nada fácil de superar el problema en que los han metido los desaciertos financieros de la Reserva Federal (FED). Ya que por ser un problema hipotecario que atañe a su vivienda principal y por no poder honrar sus compromisos hipotecarios por la súbita alza de las tasas de interés (del 1% al 5,5%), y consecuentemente las cuotas que subieron a niveles sin precedentes derivadas de la mencionada crisis. Esa impotencia de no poder pagar esas altísimas cuotas en las que no les queda otra opción que salir airosos o perder tristemente sus viviendas, les hace vivir un dilema infernal producto de los recientes problemas financieros que se originaron de la burbuja inmobiliaria provocada por los rapaces sionistas y especuladores de oficio, que hicieron (para salvaguardar sus grandes capitales) que se dispararan desde la FED los intereses a niveles estratosféricos.

Hace apenas 15 o tal vez 10 años las tasas de interés estaban en el 5 o 6%, y durante esos años esas tasas de interés fueron bajando hasta situarse en años recientes en el 2 a 3%. Y desde el año antepasado para acá esos intereses bajaron hasta el 1%. Según lo cuenta el mismo The Wall Street Journal, desde junio de 2003 a junio de 2004 las tasas de interés fijadas por la Reserva Federal llegaron a estar en el 1 por ciento, frente al 5,25 por ciento actual.

Paralelamente, y posibilitado por esta situación, las empresas y los bancos produjeron un boom del sector inmobiliario con créditos baratos y accesibles a las mayorías, y esta situación dio un inusitado auge a la compra de viviendas en EEUU.

Con créditos baratos -según el Journal- , los bancos otorgaron préstamos a manos llenas, incluso a personas físicas que en realidad no estaban en condiciones de contraer una deuda hipotecaria. Estas familias tampoco reflexionaron sobre que algún día podrían subir las tasas de interés elevando su deuda a niveles estratosféricos.

Tan sólo en los últimos dos años, instituciones de crédito estadounidenses otorgaron créditos hipotecarios por más de 3 billones de dólares (para dimensionar esta cifra, baste recordar que el prepuesto anual de EEUU es de 2,4 billones de dólares). De acuerdo con el Journal, el 20 por ciento de esta cantidad fue concedido a personas de baja solvencia económica en EEUU.

Los bancos que financiaron originalmente los créditos hipotecarios baratos en EEUU (la base del "boom inmobiliario"), para deshacerse del riesgo a largo plazo vendieron los bonos de esa deuda (hipotecas subprime), a poderosos bancos y fondos de inversión (entre los que se encuentran los grupos controladores de la Reserva Federal), que los colocaron a altísimos intereses en los mercados de capitales globalizados a nivel planetario.

O sea que, el negocio original en EEUU, el "boom inmobiliario" estadounidense derivó (a través del capital especulativo y sin fronteras) en una "burbuja financiera" descomunal que derramaba altísimos niveles de ganancias entre los tenedores de esos bonos, los llamados "inversores", en los mercados de Europa, Asia y América Latina. De acuerdo con las leyes históricas del capitalismo, para que se produzca la concentración monopólica de la riqueza, debe generarse (a través de la competencia capitalista por el mercado y la rentabilidad ) un proceso de alta circulación de dinero y de ganancias, primero, y otro de retracción de ganancias con escasez del dinero circulante después.

En otras palabras, deben haber "burbujas" y "crisis" financieras, donde unos pierden y otros ganan, y donde los monopolios más súper-concentrados del sistema capitalista se degluten y/o absorben a los menos concentrados (el pez grande se come al chico).


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José Agapito Ramírez


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